Death Note
3.5
9,946
Thriller. Intriga. Fantástico
Un día, cuando Light termina las clases, encuentra un cuaderno negro tendido en el suelo, llamado «Death Note», un cuaderno sobrenatural que es capaz de matar personas si se escriben los nombres en él y si el portador visualiza mentalmente la cara de quien quiere asesinar. Nueva adaptación de la famosa serie (y manga) "Death Note" esta vez con actores reales. (FILMAFFINITY)
4 de marzo de 2019
4 de marzo de 2019
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi crítica es más bien un llamamiento a todos aquellos que, como yo, lleguen a esta peli sin haber visto previamente nada sobre el material original (cómic o manga o lo que sea). Francamente, cuando empecé a ver la peli, la nota que tiene de 3.5 me pareció totalmente injusta, pero según va avanzando la cosa se va todo a pique y sí, la nota que tiene no va muy desencaminada. Es una pena porque la historia que se ve detrás de todo esto, podría dar mucho juego (y supongo que en el material original así debe de ser por las buenas críticas que tiene) pero en esta peli no está bien conseguido y la conclusión final es que me la podría haber ahorrado perfectísimamente y sin remordimiento alguno.
10 de septiembre de 2017
10 de septiembre de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El dato es que el último fin de semana de agosto, las dos películas más votadas en FilmAffinity, que me resulta suficientemente fiable para saber qué ha sido lo más visto por los españoles, fueron Verónica y, después, Death Note. Un estreno de Netflix supera a casi todos los del cine.
Era de esperar que una franquicia de este calibre, con tal legión de seguidores, sea especialmente crítica y no dude en hacer sangre de una nueva adaptación, más cuando es americana, teniendo en cuenta lo diferente que es la suya de la cultura japo. Suele ser controvertido, de hecho no recuerdo ningún caso resuelto con claro éxito, quizás lo haya, pero en tal circunstancia, sería una raya en el agua.
Me hizo ilusión saber que su director sería Adam Wingard, que me ganó con dos grandes películas que me hicieron vibrar como Tú eres el siguiente y The guest. Ya cometió la presuntuosidad con otro mito, en este caso del cine de terror, dirigiendo la secuela de La bruja de Blair, reto que resolvió sin pena ni gloria, pero cuando se adapta algo de esta magnitud el fin no debería ser salir airoso, debería ser estar a la altura, por vertiginosa que sea.
Peor le ha ido adaptando a lo comercial y, peor aún, a lo superficial, uno de los mangas más populares de la historia, sigue teniendo estilo y ese talento que le caracteriza para mantener la tensión creciente en todo momento y resolverlo de la manera más elocuente que se pueda. Pero en este caso, no ha sido suficiente, Death Note no solo es un thriller, es una historia muy profunda, una lucha psicológica densa, una moral peliaguda, y muchos más ingredientes, además de una trama que no se puede resumir en hora y media, de hecho no lo hace, se limita a pasar el cortacésped, coger lo que le interesa y, manteniendo un poco el espíritu, llevárselo a su terreno y a su estilo. Pero señores, aunque no esté a la altura, podría haber sido mucho peor, al menos alguien que ignore la historia, en el desconocimiento de que hay algo mucho mejor, puede ver una película interesante sin el veneno de saber que se está mancillando un clásico.
Siempre recomendaré la película japonesa, partida en dos volúmenes, a lo Kill Bill, que son Death Note: La película y Death Note: El último hombre, que, a riesgo de que alguien me escupa por la calle, es mucho mejor que el anime, ya que la historia da un giro muchísimo más inteligente e intenso que me parece una maravilla, además conservando cien por cien toda la esencia.
https://kyzocine.wordpress.com/
Era de esperar que una franquicia de este calibre, con tal legión de seguidores, sea especialmente crítica y no dude en hacer sangre de una nueva adaptación, más cuando es americana, teniendo en cuenta lo diferente que es la suya de la cultura japo. Suele ser controvertido, de hecho no recuerdo ningún caso resuelto con claro éxito, quizás lo haya, pero en tal circunstancia, sería una raya en el agua.
Me hizo ilusión saber que su director sería Adam Wingard, que me ganó con dos grandes películas que me hicieron vibrar como Tú eres el siguiente y The guest. Ya cometió la presuntuosidad con otro mito, en este caso del cine de terror, dirigiendo la secuela de La bruja de Blair, reto que resolvió sin pena ni gloria, pero cuando se adapta algo de esta magnitud el fin no debería ser salir airoso, debería ser estar a la altura, por vertiginosa que sea.
Peor le ha ido adaptando a lo comercial y, peor aún, a lo superficial, uno de los mangas más populares de la historia, sigue teniendo estilo y ese talento que le caracteriza para mantener la tensión creciente en todo momento y resolverlo de la manera más elocuente que se pueda. Pero en este caso, no ha sido suficiente, Death Note no solo es un thriller, es una historia muy profunda, una lucha psicológica densa, una moral peliaguda, y muchos más ingredientes, además de una trama que no se puede resumir en hora y media, de hecho no lo hace, se limita a pasar el cortacésped, coger lo que le interesa y, manteniendo un poco el espíritu, llevárselo a su terreno y a su estilo. Pero señores, aunque no esté a la altura, podría haber sido mucho peor, al menos alguien que ignore la historia, en el desconocimiento de que hay algo mucho mejor, puede ver una película interesante sin el veneno de saber que se está mancillando un clásico.
Siempre recomendaré la película japonesa, partida en dos volúmenes, a lo Kill Bill, que son Death Note: La película y Death Note: El último hombre, que, a riesgo de que alguien me escupa por la calle, es mucho mejor que el anime, ya que la historia da un giro muchísimo más inteligente e intenso que me parece una maravilla, además conservando cien por cien toda la esencia.
https://kyzocine.wordpress.com/
25 de marzo de 2020
25 de marzo de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Había escuchado muchas críticas negativas respecto a la película comparada con el anime, y hay muchas cosas que me chocan, cualquier persona que haya visto el anime y vea la película, probablemente se llevará una decepción:
Entiendo el concepto de la película, al final, solo hay que verlo para darse cuenta de que la película no trata de reflejar la misma historia del anime, es una historia paralela, diferente, hasta ahí todo bien, tampoco hay ningún problema si la película estuviera bien estructurada y no tuviera incoherencias TAN grandes
Entiendo que es complicado tratar de plasmar casi 40 capítulos de 20 minutos en 1 hora 40 en una historia similar, pero con 4 cosas básicas la película no habría estado tan mal, hasta la primera mitad, es pasable, a partir de ahí empiezan a pasar cosas sin sentido, que te sacan completamente de la historia de la película, suceden cosas de golpe, sin explicación ni sentido alguno.
Entiendo el concepto de la película, al final, solo hay que verlo para darse cuenta de que la película no trata de reflejar la misma historia del anime, es una historia paralela, diferente, hasta ahí todo bien, tampoco hay ningún problema si la película estuviera bien estructurada y no tuviera incoherencias TAN grandes
Entiendo que es complicado tratar de plasmar casi 40 capítulos de 20 minutos en 1 hora 40 en una historia similar, pero con 4 cosas básicas la película no habría estado tan mal, hasta la primera mitad, es pasable, a partir de ahí empiezan a pasar cosas sin sentido, que te sacan completamente de la historia de la película, suceden cosas de golpe, sin explicación ni sentido alguno.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Hasta la primera mitad de la película dentro de lo que cabe, todo iba mas o menos bien, hasta que derrepente watari le dice a L sin ningún tipo de lógica, que Kira es Light, sin más, ni muestran investigaciones, ni absolutamente nada, ¿Watari es algún tipo de semi dios de la información? en ese punto de la película ya empiezan a desvariar, a sacarse información de la manga, cosa que te descoloca completamente de la historia, entiendo que no tratan de reflejar lo mismo que en el anime, pero no así, no tiene ningún tipo de sentido que derrepente sepan que Light es kira, sin previamente haber sospechado, ni absolutamente nada
6 de abril de 2023
6 de abril de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como les ocurre a algunos forenses, a la hora de empezar su operación en la mesa de autopsias, al acercarme a «Death Note» (2017), para hacer mi disección, me encontré una espesa polvareda levantada por multitudes de «fans» airados que, puños en ristra, habían acribillado de tal manera la película (y supongo que por ende a su director, Adam Wingard, y a todo su equipo de trabajo; uno de los peor parados ha sido el pobre Natt Wolff, que hasta con sus mechas se metieron, ¡pobre niño mío!), que delante de mí tenía a un manojo desfigurado de carne y de huesos. Pero lo bueno del caso es que me pongo en la piel de tantos amantes del material original despechados, porque a mí me ocurrió exactamente lo mismo cuando el desvergonzado Timur Bekmambetov, hizo lo propio en 2016 con «Ben-Hur», no sólo insultando a la inteligencia del público, sino también a la dignidad de las adaptaciones previas de la novela de Sir Lew Wallace, y a la propia honra del susodicho escritor británico. Es por esta razón que, aun y haber visto la execrable cinta, me abstendré en mi vida (por lo menos de momento), de hacer de ella cualquier reseña, pues de entrada mis intentos de ser objetivo serían completamente en vano.
Y lo mismo digo con las de «Astérix», que teniendo la colección enterita de las aventuras del galo, y hallando pasables los «animés» de algunas de sus entregas, por muy aclamado y considerado que sea el Depardieu, y por mucha gracia que tenga haciendo gala de un barrigón cubierto de calzones a rayas blancas y azules, jamás me convencerán las adaptaciones cinematográficas del «sacrosanto» clásico de Gosciny. Por lo tanto, me pondré a destripar la cinta, con todo el cariño del mundo, pues desconozco el alma de la serie en la que se ha inspirado (más propio que «adaptado») el realizador en su traducción, desde su concepción nipona a la «culturilla» USA (si es que se le puede llamar así, al imaginario colectivo del público palomitero yanqui estándar).
A parte del principal problema de la consabida y archi comentada excesiva condensación de contenidos en poco más de 100 minutos de metraje, y precisamente como consecuencia de la misma, el principal yerro que hallo en esta cinta es la honra que le hace al queso emmental, su guión, más lleno de agujeros que el paredón al que pusieron a Wingard los llamados «fanboys» del «manga». Y por si no fuera poco, con tales huecos, se va enrevesando en progresión exponencial, a medida que nos acercamos al tercer acto, una trama que es un reto a descifrar para el egiptólogo más experto.
Sin ir más lejos, uno de los fallos más aberrantes en los que incurre el «script», es en el lío padre que se monta con las reglas (aka, el manual de instrucciones) de funcionamiento del «dietario de la muerte», que cae como excremento de gaviota a los pies de Light (Nat Wolff), a pocos minutos de empezar la película, en un primer acto que dura menos que un padrenuestro.
En el film hallaremos una intencionalidad paródica por parte de Wingard quien, habiendo recibido el encargo de la «todopoderosa» Netflix para timonear el proyecto (la Warner en su día había comprado los derechos a los «japos», pero no tuvo arrestos de ir más allá de un proceso de planificación), era perfectamente consciente del sector poblacional que constituía el público diana del producto, y no sólo se dedica a tomar las cuatro ideas básicas que le convinieron (todo indicio apunta a que, nada más lejos el querer hacer una adaptación), sino que lo traduce a un código nítidamente comprensible para la audiencia objetivo de la plataforma (la contemporánea generación de adolescentes gringos, y por extensión a lo que llaman en términos tanto geográficos, como mercantiles, «occidental»), sino que encima es capaz de restregarles en toda la jeta, con dicho lenguaje, lo que piensa de ellos: de sus valores, de sus expectativas, de su particular ficción del mundo… el mensaje de Wingard (con algunos éxitos reconocidos, «You’re the Next», de 2011, y las dos entregas de «VHS», de 2012 y 2013 respectivamente; así como el pinchazo de «The Blair Witch», 2016) no es un tributo a los acólitos de la versión animada (que ya ven ustedes como le han dejado), sino una requisitoria a los que todavía se petaban los granos en aquella época, o estaban dándose sus primeras afeitadas.
Wingard aprovecha su cometido para servirse de un tópico «japo» y, para su público, convertirla en una especie de cuento infantil con moraleja. Puesto que una de las cosas que saltan primero a la vista en esta producción, son los dilemas morales que plantea, respecto a las actitudes y comportamientos de sus personajes. En eso, representando a la posición del propio director, tendríamos a la figura fáustica del Ryuk «devora-manzanas», que se ríe en la distancia de la patética realidad/valores/afectos de la nueva generación de adolescentes y de jóvenes adultos. Disfruta viendo como la gente comete las fechorías a las que les induce; el perfecto rol de un demonio. Si lo que se pretendía era dotar a ese ser de un carácter ominoso y siniestro, nada más lejos de tal intención: resulta más cómico que otra cosa.
Este «Death Note», se erige por encima de todo (la principal función de toda empresa, sin excepción, es la de generar mortadelos) como producto de entretenimiento; no una obra de autor artística que funcione como tal, y para lo que, como mínimo, se tendría que haber construido en formato miniserie (dos temporadas de seis capítulos cada una, por decir algo).
Ya no se trata de debatir si Wingard destroza, intenta conservar o se preocupa de la esencia del original: simplemente, le importa un comino. Él recrea su propia trama, y la viste con los ropajes del cómic, haciendo una serie de transferencias entre personajes, sus atributos, y las experiencias de los mismos, que obviamente pone de patas arriba todo lo que esperaban ver algunos; por ejemplo, el Light de Wingard es un chaval inmaduro, inseguro, hasta algo repelente, acosado por los matones de su instituto…,
Y lo mismo digo con las de «Astérix», que teniendo la colección enterita de las aventuras del galo, y hallando pasables los «animés» de algunas de sus entregas, por muy aclamado y considerado que sea el Depardieu, y por mucha gracia que tenga haciendo gala de un barrigón cubierto de calzones a rayas blancas y azules, jamás me convencerán las adaptaciones cinematográficas del «sacrosanto» clásico de Gosciny. Por lo tanto, me pondré a destripar la cinta, con todo el cariño del mundo, pues desconozco el alma de la serie en la que se ha inspirado (más propio que «adaptado») el realizador en su traducción, desde su concepción nipona a la «culturilla» USA (si es que se le puede llamar así, al imaginario colectivo del público palomitero yanqui estándar).
A parte del principal problema de la consabida y archi comentada excesiva condensación de contenidos en poco más de 100 minutos de metraje, y precisamente como consecuencia de la misma, el principal yerro que hallo en esta cinta es la honra que le hace al queso emmental, su guión, más lleno de agujeros que el paredón al que pusieron a Wingard los llamados «fanboys» del «manga». Y por si no fuera poco, con tales huecos, se va enrevesando en progresión exponencial, a medida que nos acercamos al tercer acto, una trama que es un reto a descifrar para el egiptólogo más experto.
Sin ir más lejos, uno de los fallos más aberrantes en los que incurre el «script», es en el lío padre que se monta con las reglas (aka, el manual de instrucciones) de funcionamiento del «dietario de la muerte», que cae como excremento de gaviota a los pies de Light (Nat Wolff), a pocos minutos de empezar la película, en un primer acto que dura menos que un padrenuestro.
En el film hallaremos una intencionalidad paródica por parte de Wingard quien, habiendo recibido el encargo de la «todopoderosa» Netflix para timonear el proyecto (la Warner en su día había comprado los derechos a los «japos», pero no tuvo arrestos de ir más allá de un proceso de planificación), era perfectamente consciente del sector poblacional que constituía el público diana del producto, y no sólo se dedica a tomar las cuatro ideas básicas que le convinieron (todo indicio apunta a que, nada más lejos el querer hacer una adaptación), sino que lo traduce a un código nítidamente comprensible para la audiencia objetivo de la plataforma (la contemporánea generación de adolescentes gringos, y por extensión a lo que llaman en términos tanto geográficos, como mercantiles, «occidental»), sino que encima es capaz de restregarles en toda la jeta, con dicho lenguaje, lo que piensa de ellos: de sus valores, de sus expectativas, de su particular ficción del mundo… el mensaje de Wingard (con algunos éxitos reconocidos, «You’re the Next», de 2011, y las dos entregas de «VHS», de 2012 y 2013 respectivamente; así como el pinchazo de «The Blair Witch», 2016) no es un tributo a los acólitos de la versión animada (que ya ven ustedes como le han dejado), sino una requisitoria a los que todavía se petaban los granos en aquella época, o estaban dándose sus primeras afeitadas.
Wingard aprovecha su cometido para servirse de un tópico «japo» y, para su público, convertirla en una especie de cuento infantil con moraleja. Puesto que una de las cosas que saltan primero a la vista en esta producción, son los dilemas morales que plantea, respecto a las actitudes y comportamientos de sus personajes. En eso, representando a la posición del propio director, tendríamos a la figura fáustica del Ryuk «devora-manzanas», que se ríe en la distancia de la patética realidad/valores/afectos de la nueva generación de adolescentes y de jóvenes adultos. Disfruta viendo como la gente comete las fechorías a las que les induce; el perfecto rol de un demonio. Si lo que se pretendía era dotar a ese ser de un carácter ominoso y siniestro, nada más lejos de tal intención: resulta más cómico que otra cosa.
Este «Death Note», se erige por encima de todo (la principal función de toda empresa, sin excepción, es la de generar mortadelos) como producto de entretenimiento; no una obra de autor artística que funcione como tal, y para lo que, como mínimo, se tendría que haber construido en formato miniserie (dos temporadas de seis capítulos cada una, por decir algo).
Ya no se trata de debatir si Wingard destroza, intenta conservar o se preocupa de la esencia del original: simplemente, le importa un comino. Él recrea su propia trama, y la viste con los ropajes del cómic, haciendo una serie de transferencias entre personajes, sus atributos, y las experiencias de los mismos, que obviamente pone de patas arriba todo lo que esperaban ver algunos; por ejemplo, el Light de Wingard es un chaval inmaduro, inseguro, hasta algo repelente, acosado por los matones de su instituto…,
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
lacras que precisamente sufre el personaje «L» del cómic, de modo que el Ryuk (magnífico Dafoe que presta su voz, y su imagen a base de capturas de movimiento, para recrear ese ente del inframundo en forma de puercoespín mutante) sabrá que darle a ese chaval el «death note», equivale a darle una metralleta a un chimpancé.
El personaje de Wolff se nos pinta humano; demasiado humano, hasta el punto de que se convierte en una caricatura que no acierta a ganarse la empatía y la identificación con ese público adolescente, pues no es otra cosa que su vivo retrato. Así mismo, lo que interpreta el tan guapo como maltratado Wolff en su papel, dista ser años luz del ideal con el que se «engancharían» tantos adeptos al «manga».
A lo largo del «film» se producen cambios bruscos en la personalidad de las figuras dramáticas, que no encajan con la tónica o línea buscada. Irónicamente, el lenguaje narrativo usa el formato del cómic, como en otras tantas del género de los superhéroes, más cercano a éste que al del terror. La película introduce aspectos culturales (una pérdida del poco minutaje con el que cuenta) y estéticos, traducidos de la versión nipona, en perjuicio de desarrollar mejor a los personajes: por ejemplo, en el cómic, los personajes que fenecen por acción del «death note», desaparecen discretamente con un infarto, mientras que en la película tenemos las flamboyantes explosiones del gore más descarnado en la forma de aniquilar a las «víctimas» de la acción justiciera de Light y su desalmada y psicótica compañera Mia. Así como el aire del «drama adolescente» más ñoño empaña y quita el sabor a una trama de por sí ya desvirtuada, que después tendrá que desenvolverse a toda prisa al final.
En su parte central, la trama se encanta en una plana estructura «detective-asesino», en un tono burlesco (sobre todo, en el giro que toman las manifestaciones del carácter de «L», o en algunas de las reacciones de Light, por ejemplo cuando se le aparece el Ryuk por primera vez). Ello provoca una considerable disonancia entre la dramática «seriedad» que se quisiera aparentar, y la sarcástica caracterización de personajes y de situaciones.
De estos personajes tenemos unos cuadros estáticos de atributos y rasgos que les caracterizan, sobre los que justificar sus acartonadas y estereotipadas conductas. No hay realmente un desarrollo del arco de sus personalidades.
La parte técnica es quizás lo que se puede alabar mejor en este trabajo de Wingard, tanto en lo que respecta a la fotografía, los efectos (los analógicos y los digitales) para recrear tanto la figura del Ryuk como las cachondas, rocambolescas y efectistas muertes de los «ajusticiados» por el deseo de Light y el de su nueva «interesada» novia Mia (Margaret Qualley) de implantar una sociedad «más justa» y libre de tunantes.
Es ese inmaduro y megalómano deseo de «justicia universal» lo que Light acaba por darse cuenta de que es imposible de dominar y controlar (Mia no, que intentará aferrarse al poder del libro hasta en el momento más crítico, lo que le costará la vida). Y ello será lo que lo llevará a elaborar su «plan de supervivencia», pues se verá atrapado entre la voraz ambición de aquella a la que quiere con su alma (sólo que en esto ella no le corresponde), y la persecución policial, liderada por su «implacable enemigo» «L», quien en vez de ser un claro i definido adversario, tanto en lo que respecta a roles, como al juicio moral, desde el punto de vista del «ethos» será casi tan o más cuestionable que Light en lo que éste ha ido haciendo.
«Death Note» no es, ni mucho menos, algo abominable. Tiene sus puntos fuertes, incluso los injertos diegéticos de la música ochentera con la que quizás Wingard pretenda evocar su propia adolescencia, pero de la que abusa hasta tal punto, que en determinadas escenas es del todo impertinente, y en vez de culminar un clímax ya de por sí comprometido, lo deshincha a las profundidades de lo meramente cochambroso.
El personaje de Wolff se nos pinta humano; demasiado humano, hasta el punto de que se convierte en una caricatura que no acierta a ganarse la empatía y la identificación con ese público adolescente, pues no es otra cosa que su vivo retrato. Así mismo, lo que interpreta el tan guapo como maltratado Wolff en su papel, dista ser años luz del ideal con el que se «engancharían» tantos adeptos al «manga».
A lo largo del «film» se producen cambios bruscos en la personalidad de las figuras dramáticas, que no encajan con la tónica o línea buscada. Irónicamente, el lenguaje narrativo usa el formato del cómic, como en otras tantas del género de los superhéroes, más cercano a éste que al del terror. La película introduce aspectos culturales (una pérdida del poco minutaje con el que cuenta) y estéticos, traducidos de la versión nipona, en perjuicio de desarrollar mejor a los personajes: por ejemplo, en el cómic, los personajes que fenecen por acción del «death note», desaparecen discretamente con un infarto, mientras que en la película tenemos las flamboyantes explosiones del gore más descarnado en la forma de aniquilar a las «víctimas» de la acción justiciera de Light y su desalmada y psicótica compañera Mia. Así como el aire del «drama adolescente» más ñoño empaña y quita el sabor a una trama de por sí ya desvirtuada, que después tendrá que desenvolverse a toda prisa al final.
En su parte central, la trama se encanta en una plana estructura «detective-asesino», en un tono burlesco (sobre todo, en el giro que toman las manifestaciones del carácter de «L», o en algunas de las reacciones de Light, por ejemplo cuando se le aparece el Ryuk por primera vez). Ello provoca una considerable disonancia entre la dramática «seriedad» que se quisiera aparentar, y la sarcástica caracterización de personajes y de situaciones.
De estos personajes tenemos unos cuadros estáticos de atributos y rasgos que les caracterizan, sobre los que justificar sus acartonadas y estereotipadas conductas. No hay realmente un desarrollo del arco de sus personalidades.
La parte técnica es quizás lo que se puede alabar mejor en este trabajo de Wingard, tanto en lo que respecta a la fotografía, los efectos (los analógicos y los digitales) para recrear tanto la figura del Ryuk como las cachondas, rocambolescas y efectistas muertes de los «ajusticiados» por el deseo de Light y el de su nueva «interesada» novia Mia (Margaret Qualley) de implantar una sociedad «más justa» y libre de tunantes.
Es ese inmaduro y megalómano deseo de «justicia universal» lo que Light acaba por darse cuenta de que es imposible de dominar y controlar (Mia no, que intentará aferrarse al poder del libro hasta en el momento más crítico, lo que le costará la vida). Y ello será lo que lo llevará a elaborar su «plan de supervivencia», pues se verá atrapado entre la voraz ambición de aquella a la que quiere con su alma (sólo que en esto ella no le corresponde), y la persecución policial, liderada por su «implacable enemigo» «L», quien en vez de ser un claro i definido adversario, tanto en lo que respecta a roles, como al juicio moral, desde el punto de vista del «ethos» será casi tan o más cuestionable que Light en lo que éste ha ido haciendo.
«Death Note» no es, ni mucho menos, algo abominable. Tiene sus puntos fuertes, incluso los injertos diegéticos de la música ochentera con la que quizás Wingard pretenda evocar su propia adolescencia, pero de la que abusa hasta tal punto, que en determinadas escenas es del todo impertinente, y en vez de culminar un clímax ya de por sí comprometido, lo deshincha a las profundidades de lo meramente cochambroso.
5 de enero de 2018
5 de enero de 2018
Sé el primero en valorar esta crítica
Querido Adam Wingard:
Tu película esta lejísimos de ser una adaptación mínimamente fiel. No entendiste nada de lo que representa Death note. Para ti, trata sobre un adolescente cachondo que mata gente con un cuaderno mientras huye de las acusaciones de un negro del bronx que corre mucho y pega tiros. Ah bueno, que se sienta raro, entonces ya hemos cumplido los estándares de fidelidad cinematográfica.
Déjame decirte dos cosas. La primera es un favor que te hago. Death note es un duelo intelectual y una introspección filosófica que explora un puñado de personajes a niveles casi nunca vistos, todo conducido por un vehículo que es el cuaderno y amenizado con la presencia de entrañables seres llamados Shinigami. Vuelve a verla con esa perspectiva y rehaz tu obra. De nada. La segunda es un reproche. Si no tienes ni idea de algo, normalmente no hablas de ello. Mucho menos haces una película. A mi me da igual, no tenía ninguna expectativa. Pero sabiendo que estás vendiendo una maravilla para algunos como una verdadera basura en formato universal (osea sin animar, apto para casuals) das una imagen del anime original que puede ofender a muchos fans del mismo. Almenos pide disculpas y no te pongas farruco en twitter.
Tu película esta lejísimos de ser una adaptación mínimamente fiel. No entendiste nada de lo que representa Death note. Para ti, trata sobre un adolescente cachondo que mata gente con un cuaderno mientras huye de las acusaciones de un negro del bronx que corre mucho y pega tiros. Ah bueno, que se sienta raro, entonces ya hemos cumplido los estándares de fidelidad cinematográfica.
Déjame decirte dos cosas. La primera es un favor que te hago. Death note es un duelo intelectual y una introspección filosófica que explora un puñado de personajes a niveles casi nunca vistos, todo conducido por un vehículo que es el cuaderno y amenizado con la presencia de entrañables seres llamados Shinigami. Vuelve a verla con esa perspectiva y rehaz tu obra. De nada. La segunda es un reproche. Si no tienes ni idea de algo, normalmente no hablas de ello. Mucho menos haces una película. A mi me da igual, no tenía ninguna expectativa. Pero sabiendo que estás vendiendo una maravilla para algunos como una verdadera basura en formato universal (osea sin animar, apto para casuals) das una imagen del anime original que puede ofender a muchos fans del mismo. Almenos pide disculpas y no te pongas farruco en twitter.
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