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Metrópolis

Ciencia ficción. Drama Futuro, año 2000. En la megalópolis de Metrópolis la sociedad se divide en dos clases, los ricos que tienen el poder y los medios de producción, rodeados de lujos, espacios amplios y jardines, y los obreros, condenados a vivir en condiciones dramáticas recluidos en un gueto subterráneo, donde se encuentra el corazón industrial de la ciudad. Un día Freder (Alfred Abel), el hijo del todopoderoso Joh Fredersen (Gustav Frohlich), el hombre ... [+]
Críticas 219
Críticas ordenadas por utilidad
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9
22 de marzo de 2012
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Anoche tuve la gran oportunidad de ver por primera vez este clásico del cine junto a muchas otras personas que la volvieron a ver pero renovada. La atmósfera fue perfecta: una sala improvisada en el hermoso patio del pabellón central de la Universidad Nacional de Córdoba (Pabellón Argentina) bajo un cielo nublado que prodigó algunas pocas gotas que hasta coincidieron con el dramatismo de algunas escenas y la excelente interpretación de músicos en vivo que, honestamente, admiraré sólo por haber interpretado tan compleja pieza musical por 2 horas y media.
La versión de Metrópolis que vi, ha sido reeditada incluyendo un total de 25 minutos inéditos que fueron encontrados en una copia positiva de 16mm en el Museo del Cine de Buenos Aires. Tras muchos trámites de índole de autenticación y restauración que tardaron más de 9 meses, la nueva versión fue presentada en el último festival de Berlín y ayer fue exhibida en mi ciudad.
Creo que es fantástico el trabajo de investigación casi detectivesco que está detrás de lo que admiré en la pantalla y el resultado es impecable.
Una vez dicho esto la película me conmovió y asombró de muchas maneras. En primer lugar por el arte tan elaborado de las imágenes desde el diseño de la ciudad, hasta las catacumbas, la Catedral, las imágenes de las alusinaciones del protagonista y el robot. En segundo lugar por las tomas tan bien logradas, los planos detalles y otros recursos técnicos que no había visto en otras películas de esa époco e incluso posteriores. Las actuaciones son totalmente magníficas, a algunos les pueden parecer exageradas y antinaturales, pero es cuestión de entender que las limitaciones de aquel entonces precisaban de interpretaciones fuertes para transmitir las emociones de los personajes y esto se logra impecablemente. La partitura musical es muy emotiva y transmite más de lo que esperaba, en ocasiones desesperaba, asustaba, conmovía, en fin, no extrañé los diálogos para nada.
Por otro lado, sí puedo decir que las constantes referencias al catolicismo son un poco molestas, así como el final al estilo "y vivieron felices para siempre", pero eso es sólo porque no quiero que parezca que he quedado más que encantada con esta obra y no hago más que alagarla.
Es muy interesante notar cómo una película que está cerca de los 100 años de antigûedad pueda tratar temas como la explotación, la brecha socio-económica y el temor al fin del mundo con los que podemos identificarnos actualmente. No habla muy bien de la sociedad actual, ya que demuestra que en 100 años no hemos logrado evolucionar demasiado.
Simplemente me he enamorado de esta película recién descubierta por mí y redescubierta por muchos que ahora podrán verla reeditada.
9
3 de septiembre de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para alguien como yo, que está lejos de ser minimamente conocedor de la inmensa mayoría del cine mudo que se ha realizado, Metrópolis es, al igual que nombres clásicos del cine americano como Chaplin o Buster Keaton, y junto a El Acorazado Potemkin, una de esas referencias que, incluso los aficionados menos versados en el asunto, tienen, casi, la obligación de conocer. Así que con más respeto que miedo he decido cumplir con la obligación pendiente, y enfrentarme a las casi dos horas y media de la nueva versión, restaurada en 2010, de la obra de Fritz Lang. A modo de resumen diré que la experiencia ha sido alucinante, excesiva, y, tal vez, agotadora.
Fritz Lang dirigió Metrópolis en 1927, hace ochenta y seis años. Y lo mejor es que para entonces ya tenía una carrera importante a sus espaldas de casi una decena de películas. Experiencia adquirida que le sirvió para hacer frente a un proyecto colosal como era el Metrópolis.
La historia de Metrópolis se situa en un futuro lejano por aquel entonces, como era el año 2000. Metrópolis es una ciudad en la que la diferencia de clases se pone de manifiesto de manera especialmente gráfica, con los ricos y poderosos viviendo en el lujo y en la opulencia en la luminosa superficie de la ciudad, mientras que los trabajadores viven en las profundidades donde realizan trabajos cercanos a la esclavitud. En esas profundidades una mujer, María, tiene absortas a las masas predicando bondad y amor. El hijo del hombre más poderoso de la ciudad, John Fredersen, cae rendido a los pies de esta mujer, en contra de la opinión de su padre. Por su parte hay un inventor que quiere saldar sus cuentas pendientes con Fredersen, creando un robot cuya presencia será definitiva en el desarrolo final de los acontecimientos.
Lo primero que llama la atención de Metrópolis es su impresionante diseño visual. Por encima de cualquier otra consideración Metrópolis es un derroche de imaginación portentoso. La reconstrucción de esa ciudad del futuro (hoy ya pasado) es uno de los alardes más fascinantes que se hayan hecho nunca (e insisto en su año de producción, 1927). Por mucho que ahora se generen universos digitales absolutamente sorprendentes, los decorados artesanales y las imaginativas resoluciones visuales de Metrópolis son de una rotundidad asombrosa y que resulta absolutamente moderna.
Por lo demás la historia es casi más apabullante, incluso, que el propio envoltorio. Empieza la cosa de forma razonable, pero en el momento en que el inventor pone en circulación su robot la historia se desmadra de forma tan arrebatadora como agotadora, para culminar en una última parte donde las grandes masas se adueñan de la pantalla con absoluta maestría.
Sí es verdad que la conclusión o moraleja final palidece por su simpleza y obviedad ante la extenuante maestría de todo los visto hasta entonces.
Para el recuerdo queda, entre otras cosas, la presencia de la actriz Brigitte Helm que ofrece su cuerpo y su rostro tanto a la virginal María como al inquietante robot con rasgos de mujer que genera el principal conflicto de la historia. Su trabajo es asombroso y encaja perfectamente con el tono de la película.
Que a estas alturas Metrópolis sea un clásico del cine, no solo de ciencia ficción, es algo indiscutible, por más que sea una película tan ambiciosa y tan excesiva que pueda resultar hasta cierto punto discutible. Discutible como solo las grandes películas deben ser.

8.5
10
16 de octubre de 2013
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
El futurismo de hoy es el pasado del futurismo de ayer. Heráclito observa­ba que los que duermen habitan mundos separados mientras que los que están despiertos, el mismo. Y mi querido com­patriota Macedonio Fernández apuntaba que no toda es vigilia la de los ojos abiertos. ¿Qué puedo agregar? Ah, sí. La reflexión de Macedonio va mucho más allá de la simple constatación factual del griego. Expone de manera sutil —inusual tratándose de un argentino, dicho con todo el respeto que me merezco— una raíz compleja: que nuestro estado de vigilia no involucra necesariamente a la conciencia. Desde una perspectiva ontológica la conciencia es propia del ser-para-sí, que quiere decir que las personas trascendemos las cosas (el ser-en-sí) gracias a nuestra subjetividad, la conciencia, un paso adelante en la cosa que también somos, cuerpos entre otros cuerpos como una piedra o un teléfono celular. El estado de “ser seres conscientes” que ostentamos los humanos en exclusiva, es una capacidad potencial que nos permite leer y predecir la realidad. Así, si plantamos una semilla podemos representarnos su futuro como árbol; si tengo sexo con una mujer, tanto ella como yo, podemos representarnos su futura maternidad; si su marido nos apunta con un revólver también representamos nuestro futuro como cadáveres. Ahora, si nosotros apuntamos a un perro con una escopeta de dos caños, el perro sigue moviendo la cola como si nada. Bueno, más o menos el concepto de la imagen que transmite Macedonio con tan poética síntesis viene a decir que podemos permanecer dormidos aunque estemos despiertos. ¿Se entiende? Yo no mucho.
El futurismo de hoy, salvo conta­das excepciones, es apocalíptico fuera de la esfera de responsabilidad humana, con­virtiéndonos en meros receptores potenciales de catástrofes futuras ab­solutamente ajenas a nuestro devenir histórico. Invasiones alienígenas, dioses vesánicos, cuerpos celestes aproxi­mándose a la Tierra, humanos mutantes por contacto accidental con elementos cósmicos, et cétera, originan el escenario “natural” de las nuevas fantasías futu­ristas de modo fortuito. Casual pero no causal.
En cambio, la metrópolis de Lang está inficionada de responsabilidad hu­mana, desde la mitad que vive trabajan­do esclavizada en las profundidades para financiar el Jardín de las Delicias de la otra mitad parasitaria que vive en la su­perficie hasta el propio Joh Fredersen, personificación de la ambición capitalis­ta, que dirige y ordena la existencia de los metropolitanos en su conjunto. La ciencia, encarnada por C. A. Rotwang, el genio loco que inventa máquinas y me­canismos de dominación, lejos de ser neutral, es parte primordial del sistema y tan humanamente responsable como el resto de los estratos sociales que lo con­forman. El apocalipsis descripto en Me­trópolis no contiene ningún elemento extraño a nuestra condición. Y a un siglo de su lanzamiento el mensaje que postu­la continúa vigente. Ser libres implica dejar de dormir despiertos y tomar con­ciencia de la realidad en la que estamos inscriptos para poder representarnos un futuro mejor.

El imperio es una satisfacción que se debe preferentemente a los esclavos. Sicum dixit Antonio Machado.

Del libro "100 días de cine", Igor Sergei Klinki, 2013
10
19 de marzo de 2014
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que es ampliamente reconocida como una de las peliculas más influyentes del cine, una obra maestra del cine mudo y contemporáneo porque nunca ha dejado de estar de actualidad y sea posiblemente el pináculo del expresionismo alemán, Metrópolis de Fritz Lang ha disfrutado de una vida accidentada. De hecho, no existe una versión definitiva de la película. La versión original de 1926 fue destruida y ahora existen en torno a media docena de diferentes versiones, de diferente duración y calidad.

Incluso hoy en día, con todos los poderosos efectos visuales que ofrece la tecnología, Metropolis sigue teniendo la capacidad de impresionar a su público con sus impresionantes efectos visuales, siendo este uno de los motivos que le han permitido alcanzar un estatus de clásico de culto y lograr su reputación como obra maestra. Es sobre todo por la magnitud y la calidad de sus imágenes, pero no debemos olvidar que Metropolis también tiene un fuerte mensaje alegórico (que refleja el sentimiento marxista de su tiempo, pero que sigue siendo relevante hoy en día) que los trabajadores y líderes (la mano y la cabeza) deben trabajar juntos para crear un mundo mejor.

La película fue concebida como una fantasía, una interpretación del mundo como lo era entonces, no como un documental especulativo informado acerca de la tecnología y la organización social dentro de cien años. Su visión del mundo mostrada en Metropolis en 1927 mantiene una fuerte similitud con el mundo actual, convirtiendo la pelicula en una obra atemporal.

La idea para hacer la pelicula nació en una visita a Nueva York de Fritz Lang, donde los lugares de interés dominados por imponentes rascacielos dejaron una impresión duradera en él. Él escribió el guión junto con su esposa Thea von Harbou, basada en la novela que escribió ella con mismo título. Brigitte Helm, quien protagonizo la película en el doble papel de María y su réplica androide, posteriormente se convirtió en una gran estrella en la Alemania nazi.

Cualquier cinéfilo que se precie debe visionarla obligadamente.
10
19 de noviembre de 2011
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magistral obra maestra de Fritz Lang.
La película, de 1927, narra una historia llena de actualidad, quizás adelantada a su época.
Un futuro en el que las clases sociales están completamente separadas, la clase obrera prácticamente esclava, encerrada en el subsuelo de la ciudad, mientras que las altas esferas se dedican a disfrutar de la vida, totalmente ajenos a los obreros.

Un inteligente guión, obra de Thea von Harbou, por entonces mujer de Lang, antes que esta se volviese nazi y él pusiese los pies en polvorosa, que se puede interpretar de muchas formas, pero que sin duda resulta original, al no ser maniqueo ni tomar partido por ningún grupo, los ricos se dedican a la vida lujuriosa sin pensar en los demás, mientras que los obreros buscan cambiar de vida siguiendo a quién sea, sin pensar en las consecuencias de sus actos.
Brillantes los personajes y las relaciones entre ellos, ajenas totalmente a la anécdota.

Toda persona no acostumbrada al cine mudo puede resultarle difícil el visionado de esta película, pero una vez superados los primeros minutos la obra te atrapa y no te deja hasta el final, olvidándote de las peculiaridades de ese cine.

La dirección de Lang es soberbia, siempre es destacada la ciencia ficción del film, pero no es al único género que se refiere, también podemos encontrar, cine político (se podría considerar un precedente de 1984 mezclado con Frankenstein), terror (el científico "loco" o la persecución de María mediante la luz, magnífica), cine negro, drama y sobretodo épica, con esas grandiosas de movimientos de masas y de acción, se trata de una de las películas más épicas del cine. Cine para pensar y a la vez disfrutar, algo que no es nada habitual.

Destaca el mimo con el que la trata Lang, ya sea porque están pensados los más leves detalles, ya por los grandiosos decorados, las masas de gente utilizadas en la película, hasta los efectos especiales resultan estupendos y creíbles.

En la actuación destaca la protagonista Brigitte Helm, con grandes interpretaciones de dos personajes, en cada momento sabes cuál es cuál solo con verla. El montaje resulta magnífico, adecuado en todo momento, lleno de ritmo en su parte final, magistral el momento del baile erótico de María, con esos ojos mirándola con deseo, mientras en paralelo tiene lugar la pesadilla de Freder.

El trabajo en la fotografía, nada menos que se encuentra Karl Freund detrás de ella, ayudado por Günther Rittau, es portentoso, la iluminación de los escenarios y de los personajes principales, la labor expresionista, pero a la vez muy actual, con movimientos de cámara totalmente modernos, en definitiva grandiosa fotografía para todo un clásico del cine.

Película imprescindible, debe verse en su versión restaurada, con más metraje que estaba perdido y se hace fundamental. Todo un precedente del cine de ciencia ficción y una de las películas más importantes de este, una de las grandes películas del cine.
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