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La patrulla indómita

Bélico Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Durante 1942, las fuerzas japonesas avanzan sin encontrar apenas resistencia por parte de los americanos. Chuck y Jim, dos soldados que se han quedado aislados con otros compañeros, consiguen llegar hasta sus líneas después de una marcha de doscientos kilómetros. Sin embargo, lo único que encuentran es un pequeño destacamento que ha recibido orden de rendirse. (FILMAFFINITY)
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Críticas 11
Críticas ordenadas por utilidad
26 de agosto de 2020
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como sabemos, Hitler esperaba que Japón atacara a los rusos por la retaguardia, pero los japoneses eligieron expandirse hacia China y hacia el sur. Cuando llegaron a Filipinas se encontraron con los americanos y aquí empieza la película, que como veremos, consigue un panorama y una ambientación que podemos creernos perfectamente gracias a la mano experta de Fritz Lang.

Para algunos ésta es una pobre película ya que se trata de un encargo que le hicieron; esta forma de pensar parece un juicio muy gratuito, porque, es como decir, en otras palabras, que si la película no era del gusto del director, o no contaba con todas sus exigencias, la película sería mala por narices. Pensemos: todas las películas son un encargo. Si a un arquitecto le encargan hacer un chalé, hará un chalé, y de lujo si quieres, y será de encargo; si le encargan hacer una casita más modesta, pues tratará de hacerla bien igualmente. Si uno es director de cine y le encargan una película, como profesional, la hará y lo mejor que sepa, porque Fritz Lang era un profesional y comprometido con su trabajo, si estuviera sólo a sus caprichos, no hubiera sido un buen profesional. Y el hecho es que la película está bien para lo que es el tema central, un argumento bien encajado con la historia de la expansión nipona. O sea, el que aluda a que una película hecha por encargo debe ser mala, no tiene ni idea de la profesionalidad de quien habla.

Otros más resentidos con la historia y más por las penurias que deben vivir debido a la violencia que reina en su país, se dedican a insultar el pasado de otro país sin el menor respeto, y como siempre a España en especial como si no fuera suficiente que lo hagamos nosotros mismos, y en este caso porque Filipinas fue parte de ella, ya ves, como si pasados quinientos años de cuando se llegó hasta allí fuera el antes de ayer, o el pasado jueves. Además de su resentimiento, la envidia y el odio, dan a entender un cerebro escaso y necio en lo restante. ¿Por qué esta gente está siempre atacando a España? ¿Acaso el Rey Felipe II era muy malo? Vaya. ¡Y qué buenos eran los demás reyes europeos! Qué buena era Isabel I de Inglaterra, la puta esa, y el baboso de Francisco I de Francia, eran estupendos, siempre rapiñando lo que conseguían los españoles. Pura envidia. Ya ves. ¿Por qué no hablarán de la historia de su país? De esos salvajes con taparrabos, caníbales, antropófagos y cenutrios, tan inteligentes que en las mismas fechas tenían por jefe a un descerebrado que había descubierto que el sacrificio de niños mejoraba la cosecha. A mí no se me ocurriría decir que vivían en chabolos hechos de hojas amazónicas mientras que en España ya se construían catedrales.

Puta envidia. La película. Lo mejor de la película está en el jefe nipón, su estilo, sus maneras, la violencia de sus interrogatorios y la que despide continuamente. Expresar la maldad era algo muy importante para Fritz Lang y la conocía muy bien porque llegó huyendo de ella; por eso le daba mucho valor a ese papel y se ve cómo quería que los actores trabajaran en ello. La acción está muy bien para lo que es ese marco y, por supuesto, con la labor siempre certera de Tyrone Power, pues el resultado puede afirmarse que fue plenamente satisfactorio. Tyrone Power, está además bien apoyado por Tom Ewell y demás elenco. Una película bélica, no de combates entre ejércitos, sino de un puñado de guerrilleros realizando sabotajes e interactuando con los nativos, con su intriga y su historia entre desdichas y esperanzas. Pues eso: No hay mal que cien años dure. Para los resentidos, sí.
floïd blue
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28 de mayo de 2013
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al igual que los mejores alumnos en las clases se les exige más y te decepcionan cuando sacan un seis, del maestro Fritz Lang la pelicula "Guerrilleros en Filipinas" se queda al final de su filmografía como una obra de encargo, menor y de poco calado pero que si hubiese sido firmada por otro autor la veríamos con mejores ojos.

La historia del soldado interpretado por Tyrone Power, que no puede ser evacuado a Australia y junto con otros soldados pasan toda la guerra luchando contra los japoneses en la selva de Filipinas, la rodó Lang de forma rutinaria pero dejando destellos de su buen hacer en la película, como cuando caen de repente, gracias a la bella Micheline Presle, que es Navidad y preparan un pequeño árbol, ¡en plena selva y con 40 grados a la sombra!. Un pequeño guiño a la necesidad de humanizarse incluso en circunstancias extremas.

Y de la historia de Filipinas, para contarles que las descubrió Legazpi, lo del galeón de Manila que enlazaba Asia con Europa vía América y demás,pues la dejo para otro momento porque no es éste el sitio para tergiversar la historia ni para dar rienda suelta a las frustraciones pseudohistóricas. Baste con decirles que la película se desarrolla en la Segunda Guerra Mundial y que los japoneses "anticolonialistas" y "libertadores" eran muy malos, tan malos que destruyeron Manila en 1945 pasando por las armas a unos cien mil civiles.

Pero eso es otra historia.
peleon
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17 de diciembre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leo en las críticas de esta película, el hincapié que se hace en que es la peor película del gigantesco Lang. Y efectivamente es así. Pero señores, que el maestro se doblegara a hacer una película "alimenticia", no quiere decir que tengamos que tirar a la basura la cinta. Es más, creo que no hay un sólo director en la Historia, que no contenga en su haber films menores, propagandísticos o de los que ponen un plato en la mesa.
Dicho esto, voy a intentar defenderla porque sí. Porque me da la gana.
De acuerdo. Aquí no tenemos al Lang fatalista, maestro del expresionismo y soberbio analizador de las oscuras pasiones humanas.
Pero tenemos a un director que denota su saber hacer en una cinta que nos cuenta los avatares de unos soldados destinados en Filipinas, durante la segunda Guerra Mundial, que al no aceptar la rendición después de la invasión japonesa, se echan al monte y junto con los nativos, organizan una guerrilla y una red de espionaje, para informar al general McArthur de todos los movimientos de los japoneses en esas costas.
Lang no se esmera mucho en insuflar vida y humanidad a sus personajes y eso que era precisamente su especialidad. Pero lo que creo que sí hace bien, es en detallarnos en una especie de crónica, toda la odisea por la que pasan nuestros personajes, desde que quedan atrapados en la isla, el intento por huir hacia Australia, el fracaso del plan, la organización de las guerrillas, los recursos que utilizan para contactar por radio con su país e incluso la pequeña historia de amor que se ve obligado a meter.
Por todo esto, al margen de que esté de acuerdo en que es una cinta rutinaria, en mi opinión no carece de interés y me parece correcta, en bonito Technicolor y con vistosas imágenes.
Podemos perdonar al maestro que se haya tomado un descanso de su genialidad,¿verdad?.
No le exijamos que todas sus películas sean de nueves o dieces. Interesante.
Izeta
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22 de mayo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Unos aviones japoneses logran hacer picadillo a un torpedero frente a las costas filipinas de Cebu. Algunos hombres logran salir hasta llegar a tierra.
Todos son norteamericanos que sin saberlo participarán en una revolución histórica. Es el año 1.942 y ni la guerra se detiene ni el general Douglas MacArthur aparece...

Aunque parezca mentira, pues eso de la rigurosidad histórica no estaba precisamente a la orden del día en aquellos tiempos de propaganda cinematográfica salida de Hollywood, la historia de "Guerrilleros en Filipinas" contiene una base muy real, que son las memorias del alférez de la marina y posterior comandante del ejército Iliff D. Richardson, quien, tras ver cómo caía su PT-34, se involucró a conciencia en las campañas filipinas para liberar al país de la terrible ocupación nipona. Memorias que fueron recogidas por el galardonado autor y corresponsal Ira Wolfert y cuyo libro, publicado en 1.945, se acabaría convirtiendo en todo un éxito.
No tardó la 20th Century Fox en hacerse con los derechos y encargarle una adaptación al mítico productor y guionista Lamar J. Trotti, pero la película que iba protagonizar Fred MacMurray y rodar Henry King en Puerto Rico terminó con Tyrone Power encarnando a Richardson y con el estudio ofreciéndole el proyecto a un Fritz Lang que había fracasado hacía poco con "La Casa del Río", y que demostraría tanto delante como detrás de la cámara su tremendo hastío por tratarse todo ello de un mero producto alimenticio.

Éste, cual Fuller, empieza metiéndonos de cabeza en una peligrosa situación; es al menos digno de mención que la Fox se rascara el bolsillo y permitieran filmar a aquél en los escenarios reales de la batalla, pero la dureza y autenticidad que éstos aportan, realzada magníficamente por los intensos tonos de la fotografía en Technicolor, choca con la escasa solidez narrativa y dramática del guión, plagado de torpes elipsis temporales. Como todos los títulos de su estirpe, éste sigue a conciencia el punto de vista del protagonista americano, Palmer, quien dota a los hechos de una desagradable narración omnisciente y se presenta como un tipo cuyo objetivo es abandonar ese infierno y marchar a Australia, porque allí está MacArthur.
Es curioso el marcado cinismo derrotista que invade a este hombre al principio y cómo las circunstancias y la violencia del conflicto le obligan a terminar convertido en todo un héroe; pero lo más curioso y a la vez enervante es que esta obsesión de mantener la fe de espíritu y lucha no viene de parte de los nativos, sino de una dama (Jeanne) convenientemente situada que jamás existió (Richardson tenía novia, sí, pero filipina), y que para colmo es francesa (porque, ¿quién quería ver a Power besando a una poco fotogénica actriz filipina?).

Pues seguimos a este Palmer, acompañado de un inútil que estorba mucho llamado Jim (mero contracampo lúdico de los demás dramáticos personajes), a través del accidentado entorno, viéndose cada vez más acorralado por los deseos de las fuerzas de resistencia del país y por las brutales incursiones de los militares japoneses, las únicas secuencias que merecen rescatarse pese a lo vergonzosamente retratados que están, pues Trotti no deja lugar a dudas con eso del transparente maniqueísmo, y se refuerza con impagables frases como la de Palmer: "Por fin matamos a nuestros primeros japoneses" (hecha para que el público americano se levante y aplauda).
Por culpa de este chirriante patriotismo, absurda magnificación y sentimiento propagandístico se comete el error tremendo de ceder todo el mérito de la resistencia contra las tropas invasoras a los protagonistas norteamericanos, cuya presencia vence todos los males y su ingenio todos los obstáculos; olvídense de hallar recreadas figuras tan importantes de la revolución como Nieves Fernández, Luis Taruc, Eduardo Joson o Wenceslao Vinzons (menos aún si eran comunistas). Y no hay suficiente espacio para condenar duramente la relación entre Palmer y Jeanne, no sólo por su existencia, sino por la forma tan tramposa que la plantea el guión.

Porque...¿en los '50, una mujer casada iba a mantener una romance con un soldado de la marina, y encarnado por Tyrone Power? Está claro que sería muy políticamente incorrecto; por eso mismo Lang nos deleita con una secuencia tan cruda y violenta como la llegada del oficial japonés a la mansión de Juan y Jeanne, porque eliminado de la ecuación el marido de la protagonista el bienpensante público americano no tiene que lidiar con un triángulo amoroso en un film que exalta el valor patriótico y la moral (pero a mí me lleva a la conclusión de que las francesas son unas zorras que tardan poco en cambiar de madriguera una vez el macho ha expirado).
Y Lang está desaparecido en combate. El hombre trabaja con oficio y se sirve de su maestría sobre la conciencia del movimiento y la escenografía de la acción y la intriga, pero sin lograr en ningún modo la emoción evocadora de Ford, la desnuda brutalidad de Fuller ni la vigorosidad metódica de Walsh o Hathaway; lo que hace el austriaco es ceñirse a lo que le mandan y facturar una pieza genérica en todos los sentidos. Con más libertad artística, una escena correcta como es el climático asalto a la iglesia podría haber sido algo realmente memorable.

Y el general MacArthur llega, triunfante a la ciudad, agasajado por los miles de nativos; los americanos, antiguos y crueles colonos de las Filipinas, son ahora los salvadores, y nada mejor que celebrar la futura victoria con una coca-cola fría (la escena, hecha para que el público americano se levante y aplauda aún más fuerte, produce sarpullidos...).
El retrato de los filipinos no gustó nada al Gobierno del país, pero eso no importó a la Fox, que estrenó la película en un momento crucial para ellos: al estallido de la Guerra de Corea. Por su parte el director declaró, tras cobrar el cheque, que no quería saber nada del tema (una lástima para él que el pseudónimo de Allen Smithee aún no existiera).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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8 de agosto de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las que llevo vistas, esta es la película menos "langiana" de todas. Hay poco y nada de su estilo, creación de atmosfera, incluso forma de retratar la violencia, y eso en una película bélica, peor no, todo en cuanto a la narrativa y lo técnico es digno de un artesano, se nota que fue un trabajo por encargo.
Lo peor: que Lang no pudo, no supo o no quiso ponerle su impronta. Es curioso como sus exteriores de utilería generaban más atmosferas que los escenarios reales como son los de esta película, no logra aprovechar los paisajes imponentes en ningún momento. Quizás podría rescatar la de la iglesia, pero es bastante genérica y el director le podría haber sacado mucho más provecho.
La historia de amor se me hizo bastante insulsa e innecesaria.
Lo mejor: que si bien es una película de propaganda, esta vez del frente oriental, muestran también la frustración de los soldados, el desmanejo y la desidia de los generales, como muchas veces los dejaron que se arreglen como pudieran, incluso usándolos de carne de cañón para después aparecerse en la victoria para recibir los aplausos. Yo tomé todo eso como una profunda critica a los mandos militares.
La segunda mitad es muy entretenida.
Tyrone Power estuvo muy bien, además de hermoso, el blanco y negro no le hacía justicia, en color se podía apreciar mucho mejor.
No sé si la novela en la que se basó era así o el guionista la adaptó de esa manera, pero su narrativa, más que el de una película bélica, es el de un western. Hombres frente al destino, teniendo que recorrer cientos de kilómetros, enfrentarse a diferentes tipos de adversidades, encontrándose en el camino con colaboradores y enemigos. El valor de la amistad, etc.
Manuel
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