Ariane
1957 

7.2
6,084
6 de diciembre de 2006
6 de diciembre de 2006
72 de 85 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entrenida y, a ratos, bastante divertida comedia romántica de Billy Wilder, aunque en mi opinión en absoluto comparable a sus obras maestras. Esta película presenta ciertamente un emotivo romance combinado con momentos muy divertidos (especialmente los relacionados con el cuarteto de cíngaros), asi como un encantador retrato de la ciudad del amor, París.
El guión, primera colaboración Wilder-Diamond, es digno de sus autores, la fotografía excelente y en cuanto a los actores todos muy bien, menos uno. Y es que Gary Cooper queda muy mayor para el personaje que interpreta, y provoca que en ningún momento resulte creible su romance con Audrey Hepburn. Este es un fallo importante, que sin duda Cary Grant hubiera resuelto, ya que para creerte las locuras provocadas por el amor primero tienes que creerte que haya amor. Y yo no me lo creo. En definitiva, película aceptable y, en cierto modo, injustamente olvidada y desconocida, aunque, no dire fracasada, si por debajo de sus posibilidades.
El guión, primera colaboración Wilder-Diamond, es digno de sus autores, la fotografía excelente y en cuanto a los actores todos muy bien, menos uno. Y es que Gary Cooper queda muy mayor para el personaje que interpreta, y provoca que en ningún momento resulte creible su romance con Audrey Hepburn. Este es un fallo importante, que sin duda Cary Grant hubiera resuelto, ya que para creerte las locuras provocadas por el amor primero tienes que creerte que haya amor. Y yo no me lo creo. En definitiva, película aceptable y, en cierto modo, injustamente olvidada y desconocida, aunque, no dire fracasada, si por debajo de sus posibilidades.
17 de junio de 2008
17 de junio de 2008
54 de 61 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta comedia romántica de ambiente parisino y ritmo pausado, iluminada por el encanto singular de Audrey Hepburn, es la primera de las fecundas colaboraciones entre Wilder y el guionista Diamond.
Ariane, una cándida estudiante de música, queda subyugada por la figura de un maduro playboy, Frank Flanagan, multimillonario americano que, mientras recorre el mundo atendiendo negocios, seduce a mujeres de toda edad y condición, sin preocuparse por los eventuales escándalos. Sus costumbres dan tarea a detectives privados allí por donde va. Uno de ellos, en París, es el padre de la estudiante (Chevalier).
En sus dossieres profesionales, repletos de informes sobre Mr. Flanagan, curiosea ella.
El amor romántico-soñador intenta triunfar contra corriente, en un contexto dominado por el estilo hedonista, hecho de relaciones efímeras y aisladas, coleccionables. Tan adverso medio obliga a Ariane a un complejo despliegue estratégico.
Se resistirá a ser convertida en conquista fácil y desechable, un trofeo en la pared del cazador.
Haciéndose valer, empieza por no revelar su nombre, que se quedará en la inicial. Para seguir, da rienda suelta a una ágil fantasía: inventa una identidad nebulosa y ficticia, capaz de competir en seducción con el galán a cautivar.
Creciéndose en la dificultad, alivia un miedo del espectador: que todo consistiera en un caso de inocencia arrollada por un casanova sin escrúpulos.
Las edades de los personajes, tan diversas, desequilibran un tanto el argumento.
Por otra parte, que Audrey Hepburn parezca más joven de lo que es (27), y que Gary Cooper (55) parezca más viejo, lo desequilibra un poco más (Cooper fue la segunda opción, tras la de Cary Grant, fallida).
Por momentos, el intérprete aparece demasiado mayor para encarnar a un seductor tan irresistible a los ojos de una jovencita virginal.
Ese inconveniente explica la frecuencia con que el rostro del actor sale en sombra.
Y probablemente el que, siendo “Ariane” un gran film, el público no lo respaldase.
Un cuarteto zíngaro que aparece con gran asiduidad ambienta los galanteos de Mr. Flanagan en el Ritz. Que interpreten casi exclusivamente la pieza “Fascinación” (los otros personajes la tararean a menudo, además), llega a volverlos monótonos.
Pero no sólo intervienen como músicos; también como bebedores, en la antológica escena de la mesita rodante, una de las varias escenas memorables que “Ariane” ofrece, como todas las buenas películas de Wilder.
Ariane, una cándida estudiante de música, queda subyugada por la figura de un maduro playboy, Frank Flanagan, multimillonario americano que, mientras recorre el mundo atendiendo negocios, seduce a mujeres de toda edad y condición, sin preocuparse por los eventuales escándalos. Sus costumbres dan tarea a detectives privados allí por donde va. Uno de ellos, en París, es el padre de la estudiante (Chevalier).
En sus dossieres profesionales, repletos de informes sobre Mr. Flanagan, curiosea ella.
El amor romántico-soñador intenta triunfar contra corriente, en un contexto dominado por el estilo hedonista, hecho de relaciones efímeras y aisladas, coleccionables. Tan adverso medio obliga a Ariane a un complejo despliegue estratégico.
Se resistirá a ser convertida en conquista fácil y desechable, un trofeo en la pared del cazador.
Haciéndose valer, empieza por no revelar su nombre, que se quedará en la inicial. Para seguir, da rienda suelta a una ágil fantasía: inventa una identidad nebulosa y ficticia, capaz de competir en seducción con el galán a cautivar.
Creciéndose en la dificultad, alivia un miedo del espectador: que todo consistiera en un caso de inocencia arrollada por un casanova sin escrúpulos.
Las edades de los personajes, tan diversas, desequilibran un tanto el argumento.
Por otra parte, que Audrey Hepburn parezca más joven de lo que es (27), y que Gary Cooper (55) parezca más viejo, lo desequilibra un poco más (Cooper fue la segunda opción, tras la de Cary Grant, fallida).
Por momentos, el intérprete aparece demasiado mayor para encarnar a un seductor tan irresistible a los ojos de una jovencita virginal.
Ese inconveniente explica la frecuencia con que el rostro del actor sale en sombra.
Y probablemente el que, siendo “Ariane” un gran film, el público no lo respaldase.
Un cuarteto zíngaro que aparece con gran asiduidad ambienta los galanteos de Mr. Flanagan en el Ritz. Que interpreten casi exclusivamente la pieza “Fascinación” (los otros personajes la tararean a menudo, además), llega a volverlos monótonos.
Pero no sólo intervienen como músicos; también como bebedores, en la antológica escena de la mesita rodante, una de las varias escenas memorables que “Ariane” ofrece, como todas las buenas películas de Wilder.
24 de septiembre de 2006
24 de septiembre de 2006
43 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
Justo en el mismo año de la realización de su obra maestra "Testigo de Cargo", Wilder estrenó también esta deliciosa cinta sobre la sempiterna historia del amor...
De hecho Wilder, como bien se encarga de introducirnos en el prólogo de la cinta, nos presenta distintas formas de amor..., y precisamente en la ciudad del amor, París...
Con una más que brillante fotografía en blanco y negro a cargo de William C. Mellor ("Gigante" y/o "La historia más grande jamás contada" entre otras muchas), en escenarios bastante focalizados de París como el hotel Ritz en la plaza Vendome, explanada octogonal de esquinas truncadas en cuyo centro se alza la columna Vendome inspirada en la columna Trajana de Roma y como homenaje a las victorias de Napoleón en terreno alemán..., y donde en la suite número 14 se hospedaba uno de los protagonistas...
...O la Rue Mallenbranche, en la margen izquierda del Sena donde habitan los otros dos protagonistas de esta estupenda historia de amor...infravalorada pero realmente estupenda y deliciosa, y a la altura de las grandes comedias de Wilder y de siempre...
Con música de Franz Waxman ("Sospecha" y/o "Rebecca" entre otras)...son las canciones tocadas por el inolvidable cuarteto zíngaro entre copas de Champagne, y de 9 p.m a 10 p.m en la suite nº 14 del hotel Ritz durante una o dos semanas en París, las que quedarán grabadas a fuego en la mente del espectador...
Para abrir repertorio "La ardiente Paprika"...para continuar con algo de Franz Liszt..., una o dos czardas... y sobre la diez menos cinco de la noche terminar con el viejo vals vienés de "Fascinación"...
En definitiva una de las grandes obras del maestro absoluto de origen vienés y semita, brillantemente narrada, con una deliciosa puesta en escena y unas actuaciones espléndidas, a pesar de la edad de un Gary Cooper en franca decadencia física...
...Y es que París se diferencia de las otras grandes ciudades del mundo como Londres o NY básicamente por dos cosas; la comida y el amor...un amor de distintos tipos, aunque el narrado aquí se catalogue como un amor ilícito pero resulte igualmente delicioso...
I M P R E S C I N D I B L E.
De hecho Wilder, como bien se encarga de introducirnos en el prólogo de la cinta, nos presenta distintas formas de amor..., y precisamente en la ciudad del amor, París...
Con una más que brillante fotografía en blanco y negro a cargo de William C. Mellor ("Gigante" y/o "La historia más grande jamás contada" entre otras muchas), en escenarios bastante focalizados de París como el hotel Ritz en la plaza Vendome, explanada octogonal de esquinas truncadas en cuyo centro se alza la columna Vendome inspirada en la columna Trajana de Roma y como homenaje a las victorias de Napoleón en terreno alemán..., y donde en la suite número 14 se hospedaba uno de los protagonistas...
...O la Rue Mallenbranche, en la margen izquierda del Sena donde habitan los otros dos protagonistas de esta estupenda historia de amor...infravalorada pero realmente estupenda y deliciosa, y a la altura de las grandes comedias de Wilder y de siempre...
Con música de Franz Waxman ("Sospecha" y/o "Rebecca" entre otras)...son las canciones tocadas por el inolvidable cuarteto zíngaro entre copas de Champagne, y de 9 p.m a 10 p.m en la suite nº 14 del hotel Ritz durante una o dos semanas en París, las que quedarán grabadas a fuego en la mente del espectador...
Para abrir repertorio "La ardiente Paprika"...para continuar con algo de Franz Liszt..., una o dos czardas... y sobre la diez menos cinco de la noche terminar con el viejo vals vienés de "Fascinación"...
En definitiva una de las grandes obras del maestro absoluto de origen vienés y semita, brillantemente narrada, con una deliciosa puesta en escena y unas actuaciones espléndidas, a pesar de la edad de un Gary Cooper en franca decadencia física...
...Y es que París se diferencia de las otras grandes ciudades del mundo como Londres o NY básicamente por dos cosas; la comida y el amor...un amor de distintos tipos, aunque el narrado aquí se catalogue como un amor ilícito pero resulte igualmente delicioso...
I M P R E S C I N D I B L E.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El recurso de la voz en off como elemento narrativo corre a cargo de Claude Chavasse (Maurice Chevalier) un detective privado dedicado a la investigación de "amores ilícitos"...
Subido en lo alto de la columna de Vendome, con la estatua de Napoleón al lado, Claude espía a una señora x, víctima de las artimañas amorosas de Frank Flannagan(Gary Cooper), un rico playboy norteamericano dedicado a los negocios del petróleo, la construcción, la bolsa y los sloganes para la pepsi-cola...y que cada año en la época estival alquila la suite nº 14 del Ritz, así como un cuarteto de músicos zíngaros que le amenizen sus veladas...
Claude, viudo, vive en un segundo piso de la Rue Mallenbranche junto a su hija Ariane (Audrey Hepburn), una joven estudiante de conservatorio especializada en el violoncello, y entre archivos y más archivos de casos archivados sobre infidelidades varias...
Cuando Claude le chiva al marido cornudo, señor x (John MacGiver), el asunto, éste toma la decisión de ir a la susodicha suite del Ritz para tomarse la justicia por su mano...
Alarmada y fascinada por el atractivo galán de las fotos de su padre, Ariane decide ir a avisarle antes de que el señor X, le mate a balazos... A través del balcón de la vecina de habitación de Flannagan y su gracioso perrito Nerón, Ariane se cuela en la suite del playboy y le advierte del peligro...
Lo que no sabe Ariane es que a partir de entonces, su vida se verá afectada por el dulce veneno... y precisamente del hombre equivocado...un hombre cuyo lema es "ama y huye", y para quien el compromiso no es más que una cita entre avión y avión...tal vez por eso ame Francia y sus mujeres, que nunca lloran ni se comprometen..., pero sí AMAN...
Claude quiere que su hija se relacione con Michel (Van Doude), un joven compañero de conservatorio de Ariane y pretendiente suyo..., sin embargo Ariane no puede evitar caer rendidamente enamorada del vetusto playboy, aunque en ocasiones deba fingir un currículum amoroso que equilibre la balanza de su viejo galán...
Al final...en un tren...Frank y Ariane escapan juntos de forma inesperada a la Riviera francesa, mientras su padre sonríe satisfactoriamente y los 4 músicos gitanos entonan por enésima vez el viejo vals de la "Fascinación"...
Subido en lo alto de la columna de Vendome, con la estatua de Napoleón al lado, Claude espía a una señora x, víctima de las artimañas amorosas de Frank Flannagan(Gary Cooper), un rico playboy norteamericano dedicado a los negocios del petróleo, la construcción, la bolsa y los sloganes para la pepsi-cola...y que cada año en la época estival alquila la suite nº 14 del Ritz, así como un cuarteto de músicos zíngaros que le amenizen sus veladas...
Claude, viudo, vive en un segundo piso de la Rue Mallenbranche junto a su hija Ariane (Audrey Hepburn), una joven estudiante de conservatorio especializada en el violoncello, y entre archivos y más archivos de casos archivados sobre infidelidades varias...
Cuando Claude le chiva al marido cornudo, señor x (John MacGiver), el asunto, éste toma la decisión de ir a la susodicha suite del Ritz para tomarse la justicia por su mano...
Alarmada y fascinada por el atractivo galán de las fotos de su padre, Ariane decide ir a avisarle antes de que el señor X, le mate a balazos... A través del balcón de la vecina de habitación de Flannagan y su gracioso perrito Nerón, Ariane se cuela en la suite del playboy y le advierte del peligro...
Lo que no sabe Ariane es que a partir de entonces, su vida se verá afectada por el dulce veneno... y precisamente del hombre equivocado...un hombre cuyo lema es "ama y huye", y para quien el compromiso no es más que una cita entre avión y avión...tal vez por eso ame Francia y sus mujeres, que nunca lloran ni se comprometen..., pero sí AMAN...
Claude quiere que su hija se relacione con Michel (Van Doude), un joven compañero de conservatorio de Ariane y pretendiente suyo..., sin embargo Ariane no puede evitar caer rendidamente enamorada del vetusto playboy, aunque en ocasiones deba fingir un currículum amoroso que equilibre la balanza de su viejo galán...
Al final...en un tren...Frank y Ariane escapan juntos de forma inesperada a la Riviera francesa, mientras su padre sonríe satisfactoriamente y los 4 músicos gitanos entonan por enésima vez el viejo vals de la "Fascinación"...
22 de julio de 2007
22 de julio de 2007
36 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Audrey Hepburn, gracias por esa sonrisa brillante y llena de ángel que traspasa la pantalla y hace guiños a almas sensibles y soñadoras como la mía. Decir que Ariane es una película para dejar soñar a la imaginación más romántica del mundo es quizá una manera sencilla de definir el momento para ver esta deliciosa película. Escenas que quizá alguna vez entre sueños te pareció protagonizar con aquel imposible amor surgen en esta película ante ti, dejando escapar suspiros, sonrisas y todo aquello que conmueve a los sentimientos de quien los posea. La recomiendo para todos aquellos que se dejaron fascinar por Audrey y de vez en cuando le devuelven la sonrisa a través de sus películas, la recomiendo a quienes no la conocen y sienten hambre de dulce, de sueños y de sensibilidad. La recomiendo a todos aquellos y aquellas que simplemente han tropezado con estas líneas y a los que no dieron el traspié sino que fueron caminando directamente hacia ellas. Simplemente, al igual que el nombre del famoso vals, Ariane es pura "Fascinación".
24 de mayo de 2009
24 de mayo de 2009
30 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por si yo creía que ya Wilder no podía maravillarme más de lo que lo había hecho, pues resulta que nunca es tarde para llevarse nuevas sorpresas.
Un amigo y yo decidimos sacar del baúl de los recuerdos y desempolvar esta obra poco conocida del genio. Pensábamos dedicarle un ciclo a Audrey, nuestra admirada, delgaducha y bella actriz belga y reina de la elegancia y de la dulzura en el celuloide.
Yo, que siento debilidad por las comedias románticas, sobre todo si me llegan a las fibras del corazón, hasta ahora no sabía lo que me había perdido al no haber tenido conocimiento de que existía esta preciosidad.
Pero, como mi amigo me comentó antes de que yo la viera, "tienes mucha suerte de no haberla visto aún, porque tras la primera vez desearías que hubiera otra primera vez para ella".
Y es cierto. Yo, como todos, desearía que hubiera otra primera vez para tantas películas, y para tantas cosas... Por eso, la primera vez en la que uno recibirá un hermoso regalo será tan especial y tan única que querremos guardarla en el cofre de los tesoros, y que fuese como cuando rebobinamos un vídeo para regresar a una parte que nos gusta volver a ver, pero que también pudiésemos rebobinar nuestra memoria, borrar el trozo grabado en ella y experimentar de nuevo todo ese torrente de emociones.
Otra primera vez.
Quisiera regresar atrás y que mi mente olvidara el atrevimiento de esa chica que osa enamorarse de un galán maduro y donjuán y, pese a su juventud e inocencia, entrar como una digna contrincante en el juego del amor sin figurar como una simple muesca más en un cinturón repleto de muescas. Tocar ante las narices del seductor impenitente la arriesgada melodía que él ya ha tocado tantas veces, pero mejorándola considerablemente porque ella la toca con todo su amor y su sentimiento, y procurando que él no advierta que esa música es puro amor, para proteger su corazón de mujer enamorada y que no sea arrojado como si fuese una cáscara vacía. Se adelantará, con audacia, a esos pasos mecánicos y calculados, intentando cazar al cazador en sus propias redes...
Un alarde de cine prodigioso alimentado por la imagen de un París de ensueño, la Ciudad del Amor, sin apenas salir de una modesta casa y de una suite del Ritz. Por la extraordinaria interpretación de Maurice Chevalier, el veterano actor que ofrece el complemento perfecto como padre amoroso, divertido y adorable. Por la inextinguible magia de Audrey, que con ese rostro de ángel, esa silueta menuda y breve y con esa capacidad para transmitirlo todo con una mirada, con esos ojos que son el mundo entero, basta para llenar cada rincón.
Por Gary Cooper, por esa ternura que provoca la confusión en un hombre que es perro viejo y que creía sabérselas todas, y que pasa por la vida huyendo, para encontrarse por fin con alguien que romperá todos sus esquemas.
Un amigo y yo decidimos sacar del baúl de los recuerdos y desempolvar esta obra poco conocida del genio. Pensábamos dedicarle un ciclo a Audrey, nuestra admirada, delgaducha y bella actriz belga y reina de la elegancia y de la dulzura en el celuloide.
Yo, que siento debilidad por las comedias románticas, sobre todo si me llegan a las fibras del corazón, hasta ahora no sabía lo que me había perdido al no haber tenido conocimiento de que existía esta preciosidad.
Pero, como mi amigo me comentó antes de que yo la viera, "tienes mucha suerte de no haberla visto aún, porque tras la primera vez desearías que hubiera otra primera vez para ella".
Y es cierto. Yo, como todos, desearía que hubiera otra primera vez para tantas películas, y para tantas cosas... Por eso, la primera vez en la que uno recibirá un hermoso regalo será tan especial y tan única que querremos guardarla en el cofre de los tesoros, y que fuese como cuando rebobinamos un vídeo para regresar a una parte que nos gusta volver a ver, pero que también pudiésemos rebobinar nuestra memoria, borrar el trozo grabado en ella y experimentar de nuevo todo ese torrente de emociones.
Otra primera vez.
Quisiera regresar atrás y que mi mente olvidara el atrevimiento de esa chica que osa enamorarse de un galán maduro y donjuán y, pese a su juventud e inocencia, entrar como una digna contrincante en el juego del amor sin figurar como una simple muesca más en un cinturón repleto de muescas. Tocar ante las narices del seductor impenitente la arriesgada melodía que él ya ha tocado tantas veces, pero mejorándola considerablemente porque ella la toca con todo su amor y su sentimiento, y procurando que él no advierta que esa música es puro amor, para proteger su corazón de mujer enamorada y que no sea arrojado como si fuese una cáscara vacía. Se adelantará, con audacia, a esos pasos mecánicos y calculados, intentando cazar al cazador en sus propias redes...
Un alarde de cine prodigioso alimentado por la imagen de un París de ensueño, la Ciudad del Amor, sin apenas salir de una modesta casa y de una suite del Ritz. Por la extraordinaria interpretación de Maurice Chevalier, el veterano actor que ofrece el complemento perfecto como padre amoroso, divertido y adorable. Por la inextinguible magia de Audrey, que con ese rostro de ángel, esa silueta menuda y breve y con esa capacidad para transmitirlo todo con una mirada, con esos ojos que son el mundo entero, basta para llenar cada rincón.
Por Gary Cooper, por esa ternura que provoca la confusión en un hombre que es perro viejo y que creía sabérselas todas, y que pasa por la vida huyendo, para encontrarse por fin con alguien que romperá todos sus esquemas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y por ese amor de tarde, por esa fabulación inventada para pagar con la misma moneda, por esa chica que simula un amorío pasajero.
Que retorna cada anochecer a una casa que le parecerá triste, a una vida que le parecerá insulsa y solitaria, mientras espera otro año más para volver a jugar a un juego que la seduce tanto como la lastima.
Aunque sólo sea por un amor de tarde.
Que retorna cada anochecer a una casa que le parecerá triste, a una vida que le parecerá insulsa y solitaria, mientras espera otro año más para volver a jugar a un juego que la seduce tanto como la lastima.
Aunque sólo sea por un amor de tarde.
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