Un rostro de mujer
7.0
736
28 de octubre de 2009
28 de octubre de 2009
30 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Popular melodrama de George Cukor (1899-1983). El guión, de Donald Ogden Stewart y Elliot Paul, adapta la obra de teatro en 3 actos y 6 cuadros “Il était une foi” (1933), del dramaturgo belga Francis de Croisset (1877-1937). Se rueda, entre el 23/I y el 29/III de 1941, en los platós de MGM Studios (Culver City, CA) , salvo las tomas del paisaje nevado, que se filman en Sun Valley (Idaho). Producido por Victor Seville para MGM, se proyecta en sesión de preestreno el 15-V-1941 (NYC).
La acción dramática tiene lugar en Estocolmo (Suecia) y Forssa (Finlandia) a lo largo de unos 2 años, en 1940/41. Anna Holm/Ingrid Paulssen (Crawford), de 27/29 años, soltera, amargada, resentida y frustrada, tiene desfigurada desde los 5 años una parte del rostro a causa de un incendio doméstico. Desde los 16 años se dedica al chantaje. Lidera una banda de 4 o 5 delincuentes. Es propietaria de un refugio rural, situado a unos 15 Km. de Estocolmo, que explota como restaurante (“Restaurante Spaderdamn”). Las conversaciones de los clientes facilitan información útil para planear acciones delictivas. Anna es inteligente y hábil, tiene madera de líder, padece algunas secuelas físicas del accidente (un cierto grado de fotofobia, una cierta inestabilidad que la hace tropezar con frecuencia...) y secuelas psíquicas (soledad, frustración, resentimiento, odio...).
El film suma drama, drama psicológico, romance, suspense y thriller. Suma la tercera colaboración de Cukor con la actriz Joan Crawford. Está narrada en flashbacks, que recogen las declaraciones de los testigos del juicio que tiene lugar en los Tribunales de Estocolmo contra Anna Holm como presunta autora de un homicidio. Dividida en dos partes, la película explora los efectos de la soledad en el comportamiento humano y las relaciones que se dan entre los defectos físicos que afectan a la apariencia personal, su interiorización y las cadenas de reacciones de compensación, superación o rechazo que generan. La primera parte del relato presenta una descripción del mundo interior de la protagonista, de sus reacciones psicológicas y de sus actitudes generales. El realizador compone una explicación psicológica que esquematiza los procesos de manera que la explicación sea inteligible para el público. Con intenciones explicativas y dramáticas carga las tintas en el dibujo de las disfunciones psicológicas, sin excederse y sin comprometer el equilibrio conjunto del film.
La segunda parte queda separada de la primera por un lapso de tiempo de 2 años, según se explica en los diálogos. El salto temporal, que puede pasar desapercibido al espectador, cierra la presentación del personaje y la complejidad de su mundo interior y exterior, para dar paso al nudo del relato, en el que la atención se centra, sobre todo, en la evolución del personaje y sus cambios de actitud y percepción. La evolución se observa en el marco de un contexto de tensión y conflicto, que alimenta situaciones de notable dramatismo.
La acción dramática tiene lugar en Estocolmo (Suecia) y Forssa (Finlandia) a lo largo de unos 2 años, en 1940/41. Anna Holm/Ingrid Paulssen (Crawford), de 27/29 años, soltera, amargada, resentida y frustrada, tiene desfigurada desde los 5 años una parte del rostro a causa de un incendio doméstico. Desde los 16 años se dedica al chantaje. Lidera una banda de 4 o 5 delincuentes. Es propietaria de un refugio rural, situado a unos 15 Km. de Estocolmo, que explota como restaurante (“Restaurante Spaderdamn”). Las conversaciones de los clientes facilitan información útil para planear acciones delictivas. Anna es inteligente y hábil, tiene madera de líder, padece algunas secuelas físicas del accidente (un cierto grado de fotofobia, una cierta inestabilidad que la hace tropezar con frecuencia...) y secuelas psíquicas (soledad, frustración, resentimiento, odio...).
El film suma drama, drama psicológico, romance, suspense y thriller. Suma la tercera colaboración de Cukor con la actriz Joan Crawford. Está narrada en flashbacks, que recogen las declaraciones de los testigos del juicio que tiene lugar en los Tribunales de Estocolmo contra Anna Holm como presunta autora de un homicidio. Dividida en dos partes, la película explora los efectos de la soledad en el comportamiento humano y las relaciones que se dan entre los defectos físicos que afectan a la apariencia personal, su interiorización y las cadenas de reacciones de compensación, superación o rechazo que generan. La primera parte del relato presenta una descripción del mundo interior de la protagonista, de sus reacciones psicológicas y de sus actitudes generales. El realizador compone una explicación psicológica que esquematiza los procesos de manera que la explicación sea inteligible para el público. Con intenciones explicativas y dramáticas carga las tintas en el dibujo de las disfunciones psicológicas, sin excederse y sin comprometer el equilibrio conjunto del film.
La segunda parte queda separada de la primera por un lapso de tiempo de 2 años, según se explica en los diálogos. El salto temporal, que puede pasar desapercibido al espectador, cierra la presentación del personaje y la complejidad de su mundo interior y exterior, para dar paso al nudo del relato, en el que la atención se centra, sobre todo, en la evolución del personaje y sus cambios de actitud y percepción. La evolución se observa en el marco de un contexto de tensión y conflicto, que alimenta situaciones de notable dramatismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Varias líneas dramáticas convergen hacia un momento culminante, de intensa y prolongada emoción. Le acompaña una rápida sucesión de planos tomados desde diversas posiciones y distancias, con una excelente concepción del dinamismo. La música de fondo cesa para dar paso a sonidos ambientales (viento, cascada, campanillas de los arreos de las monturas...). Creo que éste es un momento mágico en el que uno olvida que es espectador, está en una butaca y no forma parte de la acción.
Cukor aprovecha la ocasión, como es habitual en él, para crear insertos de intencionalidad transgresora en su momento. Destaca el baile, de gran sensualidad y potente erotismo, de una pareja de mujeres lesbianas en el restaurante. Llama la atención la forma explícita de presentar el adulterio múltiple de una bella mujer de amores efímeros, que confunde a Robert, George, Erik y otros. No falta el personaje masculino de sexualidad ambigua. La construcción de personajes luce la habilidad del realizador, especialmente indicada para el retrato de mujeres, como los de la protagonista, el ama de llaves (Emma Kristiansdotters), la esposa del cirujano (Vera Segert), etc. Queda mucho mejor definida la figura del personaje malvado que la del personaje positivo. Resulta convincente la definición del acaudalado y jovial anciano Magnus Barring (Basserman). Sobresalen las interpretaciones de Joan Crawford y Conrad Veidt.
El film incorpora referencias literarias (cartas de amor de George Sand, Alfred de Musset, John Keats, Robert Browning...), referencias a músicos (Chopin antes y después de conocer a George Sand), diferenciación de composiciones musicales (sinfonías, conciertos...) y otros detalles cultos que dan brillo al relato.
La banda sonora, de Bronislau Kaper (“Luz que agoniza”, Cukor, 1944), especialista en Chopin e imbuido de su espíritu romántico y melifluo, compone una partitura funcional al servicio de la acción y del relieve estético del film. Inserta canciones y bailes folclóricos suecos, cortes tan sugerentes como el dedicado a describir el movimiento de la lanzadera del telar y otros. Como música añadida adapta el “Estudio, op. 15, nº 2”, de Chopin, que Crawford interpreta tras decir: “esto es lo que pienso de las cartas de amor”. La fotografía, de Robert H. Plank (“Los tres mosqueteros”, Sidney, 1948), sobresale en la creación de atmósferas opresivas e inquietantes. Dentro de éstas, la mejor en mi opinión es la del intento de seducción criminal de Anna mediante el halago, el estímulo de la vanidad, el erotismo del beso y comentarios sobre el amor y la música.
Bibliografia
Augusto M. TORRES, “Un rostro de mujer” ‘Cine mundial’, pág. 779-780, Espasa ed., Madrid 2006.
Cukor aprovecha la ocasión, como es habitual en él, para crear insertos de intencionalidad transgresora en su momento. Destaca el baile, de gran sensualidad y potente erotismo, de una pareja de mujeres lesbianas en el restaurante. Llama la atención la forma explícita de presentar el adulterio múltiple de una bella mujer de amores efímeros, que confunde a Robert, George, Erik y otros. No falta el personaje masculino de sexualidad ambigua. La construcción de personajes luce la habilidad del realizador, especialmente indicada para el retrato de mujeres, como los de la protagonista, el ama de llaves (Emma Kristiansdotters), la esposa del cirujano (Vera Segert), etc. Queda mucho mejor definida la figura del personaje malvado que la del personaje positivo. Resulta convincente la definición del acaudalado y jovial anciano Magnus Barring (Basserman). Sobresalen las interpretaciones de Joan Crawford y Conrad Veidt.
El film incorpora referencias literarias (cartas de amor de George Sand, Alfred de Musset, John Keats, Robert Browning...), referencias a músicos (Chopin antes y después de conocer a George Sand), diferenciación de composiciones musicales (sinfonías, conciertos...) y otros detalles cultos que dan brillo al relato.
La banda sonora, de Bronislau Kaper (“Luz que agoniza”, Cukor, 1944), especialista en Chopin e imbuido de su espíritu romántico y melifluo, compone una partitura funcional al servicio de la acción y del relieve estético del film. Inserta canciones y bailes folclóricos suecos, cortes tan sugerentes como el dedicado a describir el movimiento de la lanzadera del telar y otros. Como música añadida adapta el “Estudio, op. 15, nº 2”, de Chopin, que Crawford interpreta tras decir: “esto es lo que pienso de las cartas de amor”. La fotografía, de Robert H. Plank (“Los tres mosqueteros”, Sidney, 1948), sobresale en la creación de atmósferas opresivas e inquietantes. Dentro de éstas, la mejor en mi opinión es la del intento de seducción criminal de Anna mediante el halago, el estímulo de la vanidad, el erotismo del beso y comentarios sobre el amor y la música.
Bibliografia
Augusto M. TORRES, “Un rostro de mujer” ‘Cine mundial’, pág. 779-780, Espasa ed., Madrid 2006.
29 de mayo de 2011
29 de mayo de 2011
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Un rostro de mujer" es un buen melodrama, al más puro estilo clásico, que desde su inicio promete entretenimiento, y lo consigue, a través de sus flash-backs, en que cada personaje da su visión de los hechos en un juicio por asesinato. La juzgada es Anna Holm, una mujer con un pasado claroscuro. Su problema, no es sólo físico, sino también emocional. Marcada de por vida, sus actos están presididos por su rechazo social. La llegada del amor abrirá una nueva etapa en su vida.
Se trata de una adaptación de una obra teatral de François de Croisset que tres años antes ya había sido llevada al cine por el sueco Gustav Molander, constituyendo uno de los primeros éxitos de Ingrid Bergman.
Se dice que George Cukor ha sido uno de los mejores directores de actrices que ha habido en Hollywood, y a juzgar por lo que aquí hace Joan Crawford y por cómo la retrata, no cabe sino ratificar esta afirmación. Aquí realiza una de sus interpretaciones más memorables.
No ha sido Joan Crawford una de las actrices más bellas del star-system, pero la fuerza que transmite en sus interpretaciones la hacen insustituible. Una fuerza arrebatadora a lo Bette Davis. Una excelente muestra de ello es “Alma en suplicio” (Mildred Pierce, 1945), obra maestra del film noir.
La pelicula me ha gustado, como todo buen melodrama bien estructurado, conciso y con dosis de intriga y tensión, aunque el final roza un poco lo previsible. Me parece que esta película, de haber caído en manos de Douglas Sirk, habría hecho de ella uno de esos dramas intensos, a veces crueles, de los de aguantar la lágrima en el ojo. Una maravilla.
Dejando hipótesis al margen, al film hay que reconocerle muchos logros. Entre los más destacados, la fotografía que hace auténticos méritos durante buena parte del film, como si de la fotografía de un "noir" se tratase, para ocultar el rostro de Joan Crawford. Una labor de extraordinaria calidad, obra de Robert Planck, que ya había trabajado con Cukor y Crawford en “Susana y Dios” en 1940. Entre sus trabajos están “Madame Bovary”, “Mujercitas” o “Los contrabandistas de Moonfleet”.
La segunda parte del film parece alargarse un poco, pero como de lo que se trata es de ver a Joan Crawford, auténtico animal cinematográfico, acaba dejando un buen sabor de boca.
Es una película sobre el rechazo, la autoaceptación, la ambición desmedida, el odio y el amor.
En definitiva, quien quiera ver un buen melodrama hecho para disfrutar, con una actriz de una personalidad deslumbrante, no se arrepentirá.
Se trata de una adaptación de una obra teatral de François de Croisset que tres años antes ya había sido llevada al cine por el sueco Gustav Molander, constituyendo uno de los primeros éxitos de Ingrid Bergman.
Se dice que George Cukor ha sido uno de los mejores directores de actrices que ha habido en Hollywood, y a juzgar por lo que aquí hace Joan Crawford y por cómo la retrata, no cabe sino ratificar esta afirmación. Aquí realiza una de sus interpretaciones más memorables.
No ha sido Joan Crawford una de las actrices más bellas del star-system, pero la fuerza que transmite en sus interpretaciones la hacen insustituible. Una fuerza arrebatadora a lo Bette Davis. Una excelente muestra de ello es “Alma en suplicio” (Mildred Pierce, 1945), obra maestra del film noir.
La pelicula me ha gustado, como todo buen melodrama bien estructurado, conciso y con dosis de intriga y tensión, aunque el final roza un poco lo previsible. Me parece que esta película, de haber caído en manos de Douglas Sirk, habría hecho de ella uno de esos dramas intensos, a veces crueles, de los de aguantar la lágrima en el ojo. Una maravilla.
Dejando hipótesis al margen, al film hay que reconocerle muchos logros. Entre los más destacados, la fotografía que hace auténticos méritos durante buena parte del film, como si de la fotografía de un "noir" se tratase, para ocultar el rostro de Joan Crawford. Una labor de extraordinaria calidad, obra de Robert Planck, que ya había trabajado con Cukor y Crawford en “Susana y Dios” en 1940. Entre sus trabajos están “Madame Bovary”, “Mujercitas” o “Los contrabandistas de Moonfleet”.
La segunda parte del film parece alargarse un poco, pero como de lo que se trata es de ver a Joan Crawford, auténtico animal cinematográfico, acaba dejando un buen sabor de boca.
Es una película sobre el rechazo, la autoaceptación, la ambición desmedida, el odio y el amor.
En definitiva, quien quiera ver un buen melodrama hecho para disfrutar, con una actriz de una personalidad deslumbrante, no se arrepentirá.
12 de octubre de 2018
12 de octubre de 2018
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película solemne, intensa y cadenciosa en la que G. Cukor sabe llenar la pantalla con la sombra de la duda y agitar los resortes de la intriga para que la historia fluya como un torrente inagotable.
El espectador queda a merced de la trama y de ese modo el argumento se siente libre para abordar con garantía de éxito cada nuevo detalle, cada giro inesperado y cada guiño sugerente.
La Psicología, el cine negro y las arañas de la mente se dan la mano -con cautela al principio- y terminan conformando un cuerpo único de gran factura cinematográfica.
Magnífica intervención de J. Crawford, de M. Douglas y de C. Veidt pero también del resto de componentes de un elenco comprometidos con la acción y convincentes en su trabajo.
El espectador queda a merced de la trama y de ese modo el argumento se siente libre para abordar con garantía de éxito cada nuevo detalle, cada giro inesperado y cada guiño sugerente.
La Psicología, el cine negro y las arañas de la mente se dan la mano -con cautela al principio- y terminan conformando un cuerpo único de gran factura cinematográfica.
Magnífica intervención de J. Crawford, de M. Douglas y de C. Veidt pero también del resto de componentes de un elenco comprometidos con la acción y convincentes en su trabajo.
3 de julio de 2020
3 de julio de 2020
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
A woman’s face (Un rostro de mujer), es una película dirigida por George Cukor en 1941. Esta gran película está repleta de personajes dignos de ser odiados o amados con o sin el menor escrúpulo reflejado en el excelente guión de Donald Ogden Stewart y Elliot Paul basado en la novela de Francis de Croisset. Cukor, sin andarse con términos medios crea un denso abanico de caracteres en extremo temperamentales desde el primer momento confrontándolos, mediatizando sus intereses esplendorosamente mostrados en un gran trabajo de claroscuros mostrándonos el oscurantismo supuestamente emocional de todos ellos junto a nuestros protagonistas Anna Holm (Joan Crawford) mujer con un pasado difícil por motivos que descubrimos a lo largo del metraje y Gustaf Segert (Melvyn Gouglas) doctor condescendiente con la tragedia que vive la protagonista.
En el entorno de ambos se produce un baile de interesados personajes necesarios para retratar la codicia en cualquiera de sus formas: en Torsten Barring (Conrad Veidt) tenemos a uno de los malos más fríos y expresivos del cine en su papel de ambicioso heredero a cualquier precio, no menos que la caprichosa señora Vera Segert (Osa Massen) enamoradiza sin escrúpulos. El realizador también nos muestra a Emma Kristiansdotter (Marjorie Main) envisiosa asistenta celosa de la recién llegada no soportando su presencia, o Bernard Dalyik (Reinald Owen) espabilado de mano ligera apropiador de lo ajeno, un ramillete que no lo podríamos completar sin Herman Rundvik (Donald Meek) camarero capaz de mentir a cualquier precio con tal de conseguir sus propósitos pecuniarios.
Todos ellos, personajes de carácter espléndidamente fotografiados por Robert Planck junto a la interesante música de Bronislau Kaper rubrican el toque vibrante de la narración desde la primera escena en un hilo conductor echando mano del pasado y el grado de implicación de los testigos de una acusación por asesinato que tratará de aclarar el Juez (Henry Kolker) encargado del caso, en una sucesión de declaraciones magníficamente relatadas mediante el inestimable recurso de los flashbacks que arrojarán luz a unas acusaciones sostenidas por los estrafalarios personajes llamados a declarar procurando presentar como creíbles sus respectivas versiones de los hechos.
Llama la atención la asombrosa escena de carruajes con un dinamismo propio del más espectacular cine de aventuras donde el pequeño Lars-Erik (Richard Nichols) se convierte en el preocupante motivo que se convertirá en el germen del juicio a Anna Holm, situación que ayudará a posicionarse a los diferentes implicados en el caso desvelando algunas debilidades humanas mostrando además la convicción en la inocencia que el doctor Gustaf Segert mantiene sobre la acusada. Desde los grandes encuadres hasta los primerísimos planos a lo largo de la película nos ayudara a entender mejor el mundo interior de la protagonista y su reacción final que no solo marcará el destino de Lars-Erik, sino el suyo propio en el caso de Torsten Barring.
En el entorno de ambos se produce un baile de interesados personajes necesarios para retratar la codicia en cualquiera de sus formas: en Torsten Barring (Conrad Veidt) tenemos a uno de los malos más fríos y expresivos del cine en su papel de ambicioso heredero a cualquier precio, no menos que la caprichosa señora Vera Segert (Osa Massen) enamoradiza sin escrúpulos. El realizador también nos muestra a Emma Kristiansdotter (Marjorie Main) envisiosa asistenta celosa de la recién llegada no soportando su presencia, o Bernard Dalyik (Reinald Owen) espabilado de mano ligera apropiador de lo ajeno, un ramillete que no lo podríamos completar sin Herman Rundvik (Donald Meek) camarero capaz de mentir a cualquier precio con tal de conseguir sus propósitos pecuniarios.
Todos ellos, personajes de carácter espléndidamente fotografiados por Robert Planck junto a la interesante música de Bronislau Kaper rubrican el toque vibrante de la narración desde la primera escena en un hilo conductor echando mano del pasado y el grado de implicación de los testigos de una acusación por asesinato que tratará de aclarar el Juez (Henry Kolker) encargado del caso, en una sucesión de declaraciones magníficamente relatadas mediante el inestimable recurso de los flashbacks que arrojarán luz a unas acusaciones sostenidas por los estrafalarios personajes llamados a declarar procurando presentar como creíbles sus respectivas versiones de los hechos.
Llama la atención la asombrosa escena de carruajes con un dinamismo propio del más espectacular cine de aventuras donde el pequeño Lars-Erik (Richard Nichols) se convierte en el preocupante motivo que se convertirá en el germen del juicio a Anna Holm, situación que ayudará a posicionarse a los diferentes implicados en el caso desvelando algunas debilidades humanas mostrando además la convicción en la inocencia que el doctor Gustaf Segert mantiene sobre la acusada. Desde los grandes encuadres hasta los primerísimos planos a lo largo de la película nos ayudara a entender mejor el mundo interior de la protagonista y su reacción final que no solo marcará el destino de Lars-Erik, sino el suyo propio en el caso de Torsten Barring.
23 de marzo de 2017
23 de marzo de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Curiosa manera de presentar la película. Un juzgado decide la culpabilidad de una mujer. Los personajes van pasando delante del tribunal y cuentan como les fue su relación con la acusada. Unos temerosos de ella, otros intrigados, al principio la cara de la acusada, una cara marcada con cicatrices, es la misma que la de su alma. Alguien que le guarda rencor a la sociedad y se aprovecha de ella. Hasta que conoce a un médico idealista e ingenuo que consigue mostrar toda la belleza de Joan Crawford.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Aún con su vida pasada a cuestas, el amor al único hombre que la ha tratado como una mujer se decide a ayudarlo y asesinar al heredero de un pariente para que él se lleve el dinero. El cambio de la mujer no solo se ven en su cara. Comienza a sentir un cariño por el pequeño que le impide llevarlo a la muerte. Y será el amante quien reciba el justo castigo por su maldad. El médico, será su apoyo y su nuevo amor. En un final de cuento.
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