Satanás, perfil de un asesino
6.6
2,113
Thriller. Drama
Tres historias entrelazadas que ilustran los efectos que las acciones de una persona pueden tener sobre la vida de los demás. Tres personajes: una hermosa buscona que estafa a hombres ricos para vivir mejor, un sacerdote enamorado de su ama de llaves que vive atormentado por el peso de un secreto que le ha confesado una feligresa, y un profesor, veterano de guerra, que desea huir de su tediosa vida. (FILMAFFINITY)
15 de junio de 2008
15 de junio de 2008
41 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el año 1986, uno de los sucesos criminales más trágicos de la historia colombiana, la masacre del restaurante Pozzetto, manchaba de rojo sangre las páginas de crónicas del país y convertía en celebridad terrible al ex-soldado del Vietnam Campo Elías Delgado, autor de la matanza. Basándose en estos hechos, Mario Mendoza escribió la novela "Satanás" en la que, con una estructura de vidas cruzadas, se tomaba como base el crimen de Pozzetto para presentar una galería de vidas a punto de despeñarse por el abismo que conduce al mal inherente en todo ser humano.
La adaptación de la novela corre a cargo de un principiante del que Paul Haggis, por ejemplo, podría aprender varias cosas. Baiz inicia la narración con un prólogo absolutamente espeluznante que ya avisa del carácter perturbador de lo que vamos a contemplar desde el principio. Las historias enlazadas de tres personajes -una chica que ayuda a estafar a hombres ricos, un cura atormentado por su sexualidad y el trasunto ficticio de Campo Elías Delgado, aquí llamado Elíseo- están contadas con una transparencia absoluta y una decidida apuesta por evitar maniqueísmos, tan difíciles de soslayar en una historia de esta índole. Aunque presentimos desde el inicio el ominoso latido de la desgracia, no hay una progresión descendente obvia (salvo quizás, en el caso del asesino): los personajes son gente corriente que se ven abocados a ciertas acciones que podríamos considerar malvadas sino fuera porque son tan vulnerables a ellas como lo podríamos ser nosotros en determinados momentos de nuestras vidas.
Es muy de agradecer la sutileza del cauce narrativo, carente de estridencias, golpes de efecto o concesiones a la lacrimogenia. También admirable la inteligencia que reside en multitud de detalles, como las conversaciones entre Eliseo y su madre, las partidas de ajedrez, las visitas del cura a la cárcel o la soledad punteada con pegatinas de Paola.
El director acierta al dar la palabra a unos personajes marcados por el azar, la culpa y la miseria, de modo que se tiene la impresión de que los hechos fluyen naturalmente, sin forzar su sucesión, a pesar de la crudeza de lo que se está contando. Perfecta banda sonora -un piano minimalista que nunca ocupa el primer plano de la acción-, una fotografía correcta y un guión realmente bien adaptado hacen el resto. A destacar el descomunal talento de Damián Alcázar, que logra la proeza de hacer comprensible a su personaje sin pretender justificarlo.
Muy recomendable para gente con inquietudes cinéfilas, pero no para pasar un rato entretenido: provoca una notable incomodidad moral y conduce a reflexiones post-película poco o nada agradables.
La adaptación de la novela corre a cargo de un principiante del que Paul Haggis, por ejemplo, podría aprender varias cosas. Baiz inicia la narración con un prólogo absolutamente espeluznante que ya avisa del carácter perturbador de lo que vamos a contemplar desde el principio. Las historias enlazadas de tres personajes -una chica que ayuda a estafar a hombres ricos, un cura atormentado por su sexualidad y el trasunto ficticio de Campo Elías Delgado, aquí llamado Elíseo- están contadas con una transparencia absoluta y una decidida apuesta por evitar maniqueísmos, tan difíciles de soslayar en una historia de esta índole. Aunque presentimos desde el inicio el ominoso latido de la desgracia, no hay una progresión descendente obvia (salvo quizás, en el caso del asesino): los personajes son gente corriente que se ven abocados a ciertas acciones que podríamos considerar malvadas sino fuera porque son tan vulnerables a ellas como lo podríamos ser nosotros en determinados momentos de nuestras vidas.
Es muy de agradecer la sutileza del cauce narrativo, carente de estridencias, golpes de efecto o concesiones a la lacrimogenia. También admirable la inteligencia que reside en multitud de detalles, como las conversaciones entre Eliseo y su madre, las partidas de ajedrez, las visitas del cura a la cárcel o la soledad punteada con pegatinas de Paola.
El director acierta al dar la palabra a unos personajes marcados por el azar, la culpa y la miseria, de modo que se tiene la impresión de que los hechos fluyen naturalmente, sin forzar su sucesión, a pesar de la crudeza de lo que se está contando. Perfecta banda sonora -un piano minimalista que nunca ocupa el primer plano de la acción-, una fotografía correcta y un guión realmente bien adaptado hacen el resto. A destacar el descomunal talento de Damián Alcázar, que logra la proeza de hacer comprensible a su personaje sin pretender justificarlo.
Muy recomendable para gente con inquietudes cinéfilas, pero no para pasar un rato entretenido: provoca una notable incomodidad moral y conduce a reflexiones post-película poco o nada agradables.
4 de diciembre de 2008
4 de diciembre de 2008
36 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
1) Dos pinceladas anuncian un mundo áspero, condenado: una fila de vidrios rotos sobre una tapia y un doliente rostro femenino, visto a través de la rejilla de un confesonario. Enseguida, sangre de tragedia.
La película desarrolla tres historias, saltando de una a otra, pero no entrelazadas. Dos convergen casi al final, significativamente; las tres, sólo en los últimos instantes.
2) Eliseo, exmilitar, vive con su madre y la odia. Para ella es un soldadito fracasado, lo desprecia. Maniático, siempre tenso y envarado, en la mesa limpia los cubiertos con la servilleta, se da colonia en las manos si toca algo por la calle.
En la biblioteca lee el Jekyll-Hyde de Stevenson. Novela reveladora, dice a su joven alumna de inglés. Ella lo capta: No somos una sola persona sino varias, pero no lo aceptamos.
También Darwin: “La ley natural es que los más débiles sucumban”.
Y tatuado, un símbolo del Walhala, destino del guerrero muerto en combate.
El constante tragar sapos y guardar la compostura le va borrando la media sonrisa. Con las mujeres, todo son chascos. Se convierte en polvorín al ir acumulando frustraciones, hasta que con una chispa explota.
El cura es hombre vigoroso bajo la sotana. Los impulsos sexuales interfieren sus tareas pastorales. Le obsesiona la hermosa mujer que cuida la casa parroquial. Alguna feligresa le llena de dudas.
La atractiva Paola entra en una banda de ladrones para salir de pobre. Aprovechando su físico desvalija a incautos. A una agresión brutal responde con una implacable venganza.
3) El título no engaña: el peso argumental de lo teológico, la insinuación de una justicia satánica, es muy superior al aparente. El modo en que el cura resuelve su problema sexual le impide ayudar a Eliseo cuando éste empieza a perder los estribos.
Algo se está fraguando y el cura lo ve en sueños, pero el sexo lo nubla. La alarmada mujer realiza un peculiar exorcismo con las páginas en que Jesús ahuyenta a una legión de demonios.
Un silencio telefónico (la emulación de Nicholson en “El cartero…” impide descolgar) da paso al ‘fin del mundo’.
4) En el tormento de Eliseo lo teológico y lo psicoanalítico se funden. Su perfil está trazado con rasgos precisos y el actor lo aprovecha bordando la progresión hacia el colapso mental.
En su estrategia parca, la película aprovecha con eficacia detalles caracterizadores. Con el contrincante de ajedrez Eliseo juega muy picado, más volcado en ese pique que en prevenir la derrota. Ve que las letras de un libro se ponen a hormiguear. Ante un espejo múltiple aparece como una legión.
Hay parquedad en los diálogos, muy concisos pero repletos de información esencial, y en el estilo general, muy recio. Música, fotografía, ritmo e interpretaciones tienden a lo escueto.
Por eso choca en el conjunto la historia de Paola, secundaria salvo para reforzar el imperio del desastre.
Choca también el ralentizado final, casi coreografiando.
Tremenda y demoledora, fuera tan sólo nihilista.
La película desarrolla tres historias, saltando de una a otra, pero no entrelazadas. Dos convergen casi al final, significativamente; las tres, sólo en los últimos instantes.
2) Eliseo, exmilitar, vive con su madre y la odia. Para ella es un soldadito fracasado, lo desprecia. Maniático, siempre tenso y envarado, en la mesa limpia los cubiertos con la servilleta, se da colonia en las manos si toca algo por la calle.
En la biblioteca lee el Jekyll-Hyde de Stevenson. Novela reveladora, dice a su joven alumna de inglés. Ella lo capta: No somos una sola persona sino varias, pero no lo aceptamos.
También Darwin: “La ley natural es que los más débiles sucumban”.
Y tatuado, un símbolo del Walhala, destino del guerrero muerto en combate.
El constante tragar sapos y guardar la compostura le va borrando la media sonrisa. Con las mujeres, todo son chascos. Se convierte en polvorín al ir acumulando frustraciones, hasta que con una chispa explota.
El cura es hombre vigoroso bajo la sotana. Los impulsos sexuales interfieren sus tareas pastorales. Le obsesiona la hermosa mujer que cuida la casa parroquial. Alguna feligresa le llena de dudas.
La atractiva Paola entra en una banda de ladrones para salir de pobre. Aprovechando su físico desvalija a incautos. A una agresión brutal responde con una implacable venganza.
3) El título no engaña: el peso argumental de lo teológico, la insinuación de una justicia satánica, es muy superior al aparente. El modo en que el cura resuelve su problema sexual le impide ayudar a Eliseo cuando éste empieza a perder los estribos.
Algo se está fraguando y el cura lo ve en sueños, pero el sexo lo nubla. La alarmada mujer realiza un peculiar exorcismo con las páginas en que Jesús ahuyenta a una legión de demonios.
Un silencio telefónico (la emulación de Nicholson en “El cartero…” impide descolgar) da paso al ‘fin del mundo’.
4) En el tormento de Eliseo lo teológico y lo psicoanalítico se funden. Su perfil está trazado con rasgos precisos y el actor lo aprovecha bordando la progresión hacia el colapso mental.
En su estrategia parca, la película aprovecha con eficacia detalles caracterizadores. Con el contrincante de ajedrez Eliseo juega muy picado, más volcado en ese pique que en prevenir la derrota. Ve que las letras de un libro se ponen a hormiguear. Ante un espejo múltiple aparece como una legión.
Hay parquedad en los diálogos, muy concisos pero repletos de información esencial, y en el estilo general, muy recio. Música, fotografía, ritmo e interpretaciones tienden a lo escueto.
Por eso choca en el conjunto la historia de Paola, secundaria salvo para reforzar el imperio del desastre.
Choca también el ralentizado final, casi coreografiando.
Tremenda y demoledora, fuera tan sólo nihilista.
13 de noviembre de 2008
13 de noviembre de 2008
18 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jueves 6 de noviembre, 9:10 pm. Cinemex Tenayuca. Satanás es lujuria, ira, soberbia, envidia, traducido a venganza por el enojo presente ante el fracaso repetido, ante lo atroz en nuestro perjuicio. Tres personajes con enfado propio, manifestado y disfrazado de tolerancia y respeto para con los demás, con decisiones inalterables en la búsqueda de algo que sosiegue su inestabilidad, sin importar el precio y quien deba pagarlo ¿Dios?, ¿Los culpables?, ¿Los inocentes? ¿Quién?
Satanás es la historia de personas cegadas por lo que les aqueja: deseo, venganza o locura; personajes extraídos de la realidad, oprimidas por su entorno, hartas de guardar apariencias y aguantar discursos o reglas impuestas; colmadas de “ingratitud” y unidas por una casualidad extrema, inimaginable e inesperada; Satanás hace acto de presencia y nos incita (deseo), castiga (venganza) y atemoriza (locura), de forma directa en las escenas convenientes, favoreciendo al nerviosismo en el clímax perpetrado por el personaje central, quien acapara la atención sin permitir un movimiento y dispuesto a concluir su tragedia con el espectador.
La obra de Andrés Baíz aunque basada de un hecho real, es lo suficientemente ágil para desarrollar un preámbulo de la masacre del restaurante Pozzeto, con personajes sin relación alguna, pero unidos por la coincidencia y la ira; es una obra que en el transcurrir del tiempo aumenta su tono severo y es auténticamente poderosa para transmitir diferentes estados. La fotografía esta muy cuidada muestra lo necesario sin caer en detalles, mientras que lo retratado es correcto para dar ese toque de realismo.
Otro de los elementos fuertes del filme es la interpretación de Damian Alcazar, quien encarna prodigiosamente a Eliseo, el cual se mantiene hermético y a la defensiva, para culminar con ciertos rasgos faciales que denotan locura, placer y desencanto. Alcazar se sigue moviendo a grandes niveles y al realizar este trabajo lo reafirman como un actor con talento ilimitado. Felicidades por el acento colombiano que imprime.
A mi parecer el cine colombiano importado ha exhibido películas notables o interesantes, sin embargo Satanás repunta como una de las mejores cintas de ese país en los últimos años, muy por arriba de Rosario Tijeras, película también producida por Río Negro y de la cual hacen referencia para la promoción de la presente.
Satanás ¿Qué más se puede decir?
Satanás es la historia de personas cegadas por lo que les aqueja: deseo, venganza o locura; personajes extraídos de la realidad, oprimidas por su entorno, hartas de guardar apariencias y aguantar discursos o reglas impuestas; colmadas de “ingratitud” y unidas por una casualidad extrema, inimaginable e inesperada; Satanás hace acto de presencia y nos incita (deseo), castiga (venganza) y atemoriza (locura), de forma directa en las escenas convenientes, favoreciendo al nerviosismo en el clímax perpetrado por el personaje central, quien acapara la atención sin permitir un movimiento y dispuesto a concluir su tragedia con el espectador.
La obra de Andrés Baíz aunque basada de un hecho real, es lo suficientemente ágil para desarrollar un preámbulo de la masacre del restaurante Pozzeto, con personajes sin relación alguna, pero unidos por la coincidencia y la ira; es una obra que en el transcurrir del tiempo aumenta su tono severo y es auténticamente poderosa para transmitir diferentes estados. La fotografía esta muy cuidada muestra lo necesario sin caer en detalles, mientras que lo retratado es correcto para dar ese toque de realismo.
Otro de los elementos fuertes del filme es la interpretación de Damian Alcazar, quien encarna prodigiosamente a Eliseo, el cual se mantiene hermético y a la defensiva, para culminar con ciertos rasgos faciales que denotan locura, placer y desencanto. Alcazar se sigue moviendo a grandes niveles y al realizar este trabajo lo reafirman como un actor con talento ilimitado. Felicidades por el acento colombiano que imprime.
A mi parecer el cine colombiano importado ha exhibido películas notables o interesantes, sin embargo Satanás repunta como una de las mejores cintas de ese país en los últimos años, muy por arriba de Rosario Tijeras, película también producida por Río Negro y de la cual hacen referencia para la promoción de la presente.
Satanás ¿Qué más se puede decir?
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Lo malo: A mi parecer faltó un poco desarrollar la historia de la estafadora y el cura.
4 de julio de 2008
4 de julio de 2008
20 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras ver "Satanás" se te queda un mal cuerpo que pa qué; quizás porque el mensaje de "cualquiera puede ser malo" o "el mal esta dentro de todos nosotros" está articulado de la mejor forma posible, demostrando que en determinadas circunstancias y situaciones el mejor ciudadano de a pié puede actuar bastante peor que Charles Manson. No hace falta ni Linda Blair dándole vueltas a la cabeza, ni Mia Farrow obesesionada con su embarazo, ni siquiera a Zelda Rubinstein gritando como una poseída mientras que siente los espíritus de las casas, porque para ver el mal, para asomarse al verdadero infierno a lo mejor solo hace falta mirarse en un espejo. He ahí la escalofriante reflexión de este sorprendente film, que consigue hacernos sentir el vértigo de contemplar el inexorable destino de su protagonista. Pero si la película logra sorprender por algo en realidad, es porque el debutante Andrés Baiz lo hace con tal naturalidad que desarma a cualquiera, sin aspavientos y con una demoledora consistencia. Basada en una novela de Mario Mendoza, que narró los dramáticos acotecimientos acaecidos en la Bogotá de los 80, en la que un pacífico vecino llegó a una cafetería y se lió a tiros con todo bicho viviente, acabando de manera radical con muchas vidas, en esta cinta de austera factura y progresión lineal vislumbramos una maestría narrativa pocas veces vista en la actual producción internacional. A modo de una empañada visión de lo que podrían ser las normas de convivencia en una sociedad, la cinta consigue sentar unas bases tan cercanas, que cuando se desata todo el infierno -nunca mejor dicho- casi podríamos decir que lo esperábamos. Es más, quizás viendo el film cuando andemos por la ciudad, cuando saludemos al vecino del tercero, o cuando el kioskero nos de el periódico del día, estemos inconscientemente viviendo la calma que precede a la tempestad, pudiendo estallar la violencia y la maldad en cuaquier momento y de la manera más brutal. Está realizada y orquestada de manera que sea tan cercana al espectador, que aterra solo de pensarlo. No cabe la menor duda de que uno de los pilares de la cinta son las brillantes interpretaciones donde destaca el mejicano Damián Alcázar, un fantástico actor que ya tiene una nutrida experiencia en producciones internacionales, y que es el intérprete perfecto para el personaje, capaz de transmitir al mismo tiempo la mayor ternura y bondad, mezclada con un brillo de perversión que puja por salir.
11 de diciembre de 2008
11 de diciembre de 2008
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un profesor de inglés. Un excombatiente de Vietnam. Un alma solitaria y atormentada. Un Dr. Jekyll… y un Mr. Hyde.
El acierto del debutante Andrés Baiz es la magnifica construcción de personajes. Siempre he dicho, y en FA en más de una ocasión, que el libro de Stevenson es tan complejo como actual. Baiz, con una economía de recursos impecable, construye un Taxi Driver con mucha calma, con una delicada puesta en escena y con una fría oscuridad.
No me convence del todo la narración a tres bandas que usa el director porque creo que a ratos no funciona. Pero sirve para crear una atmósfera fría, donde no sintamos apego, y la historia central se nos antoje distante. Y aquí tenemos el segundo gran acierto de Andrés Baiz. Porque no concibo lo que me está contando el director y como lo está contando si los personaje se mostraran más hospitalarios o si la historia me dejara algún rastro de emoción.
Impecable en la realización, impecable en los trabajos artísticos del trío protagonista, Baez se equivoca a la hora de exorcizar al Demonio. No encuentro cabida a las escenas en las que el párroco visita a la feligresa en la cárcel, y menos sentido tiene el papel que ella desempeña. Baez, con una agilidad innata (es su primer largometraje) ya nos ha dejado claro que Mr. Hyde reside en todos nosotros. Reside en una ciudad que ha retratado asfixiante y macilenta, y en unos habitantes completamente perdidos.
Buena película de un debutante donde se aprecian interesantes formas de contar las cosas. Hoy en día, eso de saber contar las cosas de forma sosegada, parca en palabras y explicativo en los silencios esta muy mal visto.
El acierto del debutante Andrés Baiz es la magnifica construcción de personajes. Siempre he dicho, y en FA en más de una ocasión, que el libro de Stevenson es tan complejo como actual. Baiz, con una economía de recursos impecable, construye un Taxi Driver con mucha calma, con una delicada puesta en escena y con una fría oscuridad.
No me convence del todo la narración a tres bandas que usa el director porque creo que a ratos no funciona. Pero sirve para crear una atmósfera fría, donde no sintamos apego, y la historia central se nos antoje distante. Y aquí tenemos el segundo gran acierto de Andrés Baiz. Porque no concibo lo que me está contando el director y como lo está contando si los personaje se mostraran más hospitalarios o si la historia me dejara algún rastro de emoción.
Impecable en la realización, impecable en los trabajos artísticos del trío protagonista, Baez se equivoca a la hora de exorcizar al Demonio. No encuentro cabida a las escenas en las que el párroco visita a la feligresa en la cárcel, y menos sentido tiene el papel que ella desempeña. Baez, con una agilidad innata (es su primer largometraje) ya nos ha dejado claro que Mr. Hyde reside en todos nosotros. Reside en una ciudad que ha retratado asfixiante y macilenta, y en unos habitantes completamente perdidos.
Buena película de un debutante donde se aprecian interesantes formas de contar las cosas. Hoy en día, eso de saber contar las cosas de forma sosegada, parca en palabras y explicativo en los silencios esta muy mal visto.
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