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La solitaria pasión de Judith Hearne

Drama. Romance Una solitaria y madura solterona intenta inocentemente aprovechar su última oportunidad para conseguir marido y, al mismo tiempo, la protección que necesita. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
3 de agosto de 2007
13 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Drama duro e intimista que critica con crudeza la hipocresía imperante en la sociedad dublinesa de los años 50, una sociedad impregnada de puritanismo, beatería y afán de apariencia en la que Judith H., personaje interpretado por la oscarizada Maggie Smith, lucha por adaptarse y sobrevivir, primero, y por recuperar su dignidad, después. Sin plantear una gran tragedia irresoluble o desgarradora, la vida de esta solterona crédula y con dificultades económicas es capaz de golpear de forma contundente e hiriente al espectador, que contempla como una pléyade de seres dañinos y falsos revolotea alrededor de una protagonista con la que, a pesar de la gran interpretación de la Smith, no llega a empatizar totalmente por su extrema (y exasperante) inocencia. A pesar de ello, la película está magníficamente construida, tiene personajes bien dibujados y logra un pulso emotivo más que efectivo.
FERNANDO BERMEJO
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12 de mayo de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena película inglesa, soberbiamente interpretada por Maggie Smith, encomiable en su papel de mujer solitaria y retraída, y Bob Hoskins, aquí muy alejado del histrionismo que a veces le caracteriza. Ambos están muy bien y dan una enorme pátina de humanidad a sus grises personajes.
Dirigida con personalidad por Jack Clayton, aquí algo alejado de los elementos cuasi irreales que caracterizan parte de su obra, se concentra en mostrar un universo áspero y duro, inclemente con los seres humanos más desfavorecidos.
El clímax de enfervecida amoralidad carnal por parte de los dos hombres protagonistas, y de la soledad descreída de la protagonista, están expuestos con sinceridad, destilando amargura y pesadez vital.
En este sentido, sí se puede decir que la visión de este buen film no aporta felicidad al espectador, no en vano sus personajes viven bajo una desesperanzadora cotidianidad. Pero en el aspecto puramente cinematográfico sí que se puede degustar tranquilamente, sobre todo por la inteligente y elegante puesta en escena de Clayton, con estupendos diálogos y unos intérpretes en estado de gracia.
Merece la pena esta cinta, aunque no sea la alegría de la huerta.
Ignacio Larrea
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23 de junio de 2014
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Brillante adaptación de una novela del gran escritor irlandés Brian Moore.
Dublín, años cincuenta; sociedad pacata, hipócrita y mediocre, de posguerra cutre; poblada por personajes menesterosos y pícaros, sin moral, la supervivencia como único horizonte, la religión como marco, omnipresente y asfixiante.
Judith es una solterona, alcohólica y solitaria. Mojigata, meapilas y boba. Crónica de la derrota y el abandono de esta pobre mujer. Huérfana criada por su tía en un ambiente culto, estirado y fuertemente religioso; una vez muerta su protectora esta frágil heroína se enfrenta a la vida penosamente, sin dinero ni futuro, pero todavía con la inocencia suficiente para hacerse ilusiones amorosas; por lo que el príncipe elegido es un patán ("vulgar como el estiércol") tierno y sin escrúpulos. Relación ridícula y dolorosa; tragicómicos rifirrafes sentimentales y mucha desolación. El esperpento y la maldad habitan en la pensión en la que malvive nuestra protagonista, casa de los horrores gobernada por una arpía espeluznante, un demonio sebáceo (uno de los personajes malvados más perfectos y jugosos que recuerdo; un santo de la depravación, la molicie, la insidia, la corrupción... y, gran logro, humano, demasiado humano, repleto de matices, humor y verdad), una maestra amargada (caricatura), una jovenzuela bruta y desinhibida (arquetipo, figura clásica; el de la criada amancebada) y algún otro figurante cargado de estupidez y maldad.
Lírica y cruda historia; ente el sarcasmo y la delicadeza; costumbrismo malencarado y feroz frente a cierta conmiseración y cariño; a pesar de los tintes expresionistas y satíricos no se cargan las tintas, se acaba imponiendo la compasión, la aceptación sabia, triste y distanciada.
Buena película, bien dirigida e interpretada (exhibición del dúo protagonista: fabulosos Maggie Smith y Bob Hoskins); elegante y educada narración; la aflicción y el desamparo sublimados por el poder del cine.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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12 de noviembre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si en Suspense (The innocents, 1961), la institutriz Miss Giddens (Deborah Kerr) se iba quedando, progresivamente, atrapada, cautiva, en la telaraña de sus propios fantasmas, los reflejos de su represión sexual y emocional, en La solitaria pasión de Judith Hearne (The lonely pasión of Judith Hearne, 1987), Judith (excepcional Maggie Smith) se enfrenta rabiosamente con ellos, e incluso logra liberarse y desprenderse de algunos, aunque el proceso suponga una doloroso trayecto, el que culmina en la definitiva decepción que arrasa con cualquier rastro de posible ilusión. Ambas películas comparten una respiración narrativa que asemeja a la de un embudo, una atmosfera que cada vez se va densificando y sofocando hasta que la intensidad, cual nudo corredizo, asfixia a personajes, e incluso el ánimo del espectador. Esa opresiva atmósfera que con tal refinado arte Jack Clayton también orquestaba en las espléndidas Siempre estoy sola (1964), A las nueve de la noche (1967) y El carnaval de las tinieblas (1983), aunque en este último caso no en el grado que le hubiera gustado, ya que la productora, la Disney, quiso que se suavizaran las aristas, lo que no obsta para considerarla una excelente obra.

La novela que se adapta, publicada en 1955, escrita por el excelente novelista Brian Moore (que escribió el guión de Cortina rasgada, 1966, de Alfred Hitchcock), fue un proyecto de John Huston, que quiso haber realizado con Katharine Hepburn. Después, Irvin Kershner, que adaptó otra novela de Moore, The luck of Ginger Coffey (1964), también quiso llevarla a la pantalla, con Deborah Kerr. Al fin, Handmade, la productora de George Harrison y Dennis O’Brien, eligió a Clayton como director, dado los precedentes de sus afinados retratos de personajes femeninos, con sus conflictos entre mente y cuerpo, de Suspense y Siempre estoy sola (en la que su protagonista, una extraordinaria Anne Bancroft, tiene una relación conflictiva con el sexo que parece contrarrestar con una pródiga maternidad). En La solitaria pasión de Judith Hearne, Judith es una mujer irlandesa que ya ha superado la cincuentena, y que, tras vivir hasta hace tres años con su tía, no ha logrado estabilizar su vida, malviviendo, cual figura errabunda, sin hogar, en pensiones, y ganando dinero con algunas clases de piano. Judith está marcada, condicionada, por la infausta influencia de la represora religión católica y, en concreto, de su tía D'Arcy (Wendy Hiller). La secuencia inicial lo condensa magníficamente: Judith, niña, no puede contener un hipo en plena misa, lo que suscita su incontenible risa, y la de dos amigas, pero también la fiera reacción de su tía que aprieta fieramente su mano, convirtiendo el rostro de la niña en una sonrisa amarga de dolor: elipsis al tiempo actual, con un plano del rostro de Judith, como si hubieran pasado muchos años, pero poco hubiera cambiado; la vida le sigue apretando la mano. Pero aún parece que viviera en una dimensión no terrena, con sus idealizaciones, en particular las románticas (un encadenado, de su rostro rodeado de blanco, sobre un plano general de la cámara descendiendo del cielo azul a las calles se dilata significativamente: Judith, en cierta medida, aún vive en las nubes).

En el primer tramo parecen remarcarse ciertos aspectos grotescos, en la descripción de las relaciones en la pensión a la que se ha trasladado Judith, que se van tiñendo de sordidez, sobre todo por la mezquindad de la casera, Mrs Rice (Marie Kean) y su hijo Bernard (Ian McNeice), hasta una secuencia crucial con la que el drama empieza a adquirir una dimensión más turbia y sombría, dejando asomar un lirismo quedamente desgarrador (como la emoción que intentara forcejear con la costra que la tiene cautiva). La citada secuencia es un montaje alterno, que tiene lugar tras la primera cita de Judith con James (Bob Hoskins), un hombre que viene de otro mundo, que es como decir que logró salir del agujero y ha vivido (ya que ha residido treinta años en un espacio que parece de fantasía, el de las películas, Nueva York). Cita que ha estado compuesta de asistencia al cine (en la entrada se pueden ver carteles de La rosa negra, 1950, de Henry Hathaway, y una película cargada de resonancias sexuales, Sansón y Dalila, 1949, de Cecil B DeMIlle) y cena, y el despertar de las ilusiones de Judith, que cree haber encontrado al príncipe que la rescate de una vida aplazada, en suspenso, y quien la he hecho sentir resucitar su cuerpo ( como refleja su forma de estirarse en la cama, jubilosa, en postura sensual).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
cinedesolaris
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26 de julio de 2015
0 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lástima de unos fromidables actores como Magie Smith y Bob Hoskins, que a pesar de premios se les nota que sacan a flote el "show" sin excesivo entusiasmo. Un argumento que pretende ser intimista y retrato de unos personajes desamparados se convierte en un relato manido, previsible y sin garra dramática, cosa que detectan los actores. Un guion falto de ritmo y estructura dramática que se deja llevar como las aguas del río Liffey que discurren por Dublin, sin saber que él fue el despertar de Finegan. Un Jack Clayton que incomprensiblemente perdió el pulso narrativo despues de unos fulgurantes principios.. que dieron lugar a esa obra maestra que es la recreación del relato genial de H. James: "The Innocents". con la aportacion de Truman Capote.
En toda la narración se deja oler el aroma de "Separate Tables", incluso en la efigie de una genial Wendy Hiller; pero el autor de Judith Earne no es Rattigan, e incluso la comparación con las interpretaciones geniales de Kerr, Niven, W. Hiller, B. Lancaster, R. Hayworth, Gladis Cooper....hace un flaco favor a este film del que uno se pregunta ¿por qué lo aceptó Clayton?
rocamadur01
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