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The Party

Comedia. Drama Janet (Kristin Scott Thomas) acaba de ser nombrada ministra del Gobierno, y por ello varios amigos se reúnen en una fiesta para celebrar su nombramiento. Sin embargo, lo que comienza como una celebración terminará de la manera más inesperada. (FILMAFFINITY)
Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
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5
24 de octubre de 2017
48 de 67 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mira que las comedias negras me suelen gustar, pero ésta no me ha llegado. Te ríes porque los diálogos (más bien réplicas y contraréplicas) son ingeniosos, pero después de un rato se vuelven predecibles.
No veo un buen guión, los personajes son clichés. Y sus intérpetes los hacen evolucionar hacia la sobreactuación, el histrionismo y la exageración. Sólo se salva Patricia Clarkson.

En fin, tan solo es un divertimento fugaz. Olvidable.
7
19 de febrero de 2018
26 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta modesta pieza británica es un inesperado desecho de virtudes artísticas y debería formar parte del currículo educativo en cualquier escuela de cine para guionistas avezados: una construcción formidable de personajes con elementos mínimos, unos diálogos ágiles e incisivos que dejan lacerantes heridas invisibles, la inclusión de un ominoso personaje ausente que sobrevuela como un aciago presagio todo el sobrio metraje – uno piensa en ‘Rebeca’ y no es una asociación baladí –, la proliferación de sorpresas, quiebros, revelaciones y testimonios que modifican a cada paso el flujo de la trama sin resultar caprichosos o inapropiados o falsos. Resumiendo, la piedra angular de una buena película sobre la cual se debe construir todo lo demás – es decir, el guión – es un prodigio de inteligencia, lucidez, inventiva y audacia.

Si además se cuenta con un reparto coral formado por excelentes actores de ambos lados del atlántico, el resultado final no puede ser sino estimulante – además de acremente desternillante. Porque si bien lo que se relata es una ¿o varias? tragedias, la verdad es que el espectador no deja de sonreír, burlón, ante el catálogo de despropósitos, hipocresías, mentiras, disimulos y tergiversaciones con las que los tan acelerados como infelices adultos sazonan sus cotidianas relaciones con sus parejas, amigos, confidentes y demás farisaica calaña, sin mala conciencia ni remordimiento alguno. Tanto trajín para acabar tirándose los trastos a la cabeza y desnudarse por completo sin tener que quitarse la ropa…

Es decir, en un registro más áspero, más adulto y menos angelical, estamos ante la versión británica del inesperado éxito español de Álex de la Iglesia “Perfectos desconocidos” (que a su vez es un remake de una reciente película italiana). Vamos, que parece que ha llegado el momento de reconocer – en toda Europa o quizás en todo el orbe – lo farsantes que somos en nuestras relaciones con nuestros supuestos seres más queridos y cercanos. Por ahora nos habremos de contentar con reírnos de los demás, pero podría sernos útil volver la mirada sobre nosotros mismos y reconocer la cantidad de falacias y fingimientos que acumulamos en nuestro devenir diario. Estamos ante un esperpento ‘made-in-England’ que deja poco espacio para la esperanza y se contenta con provocarnos una risilla inquieta, válvula de escape que quizás se nos debiera de atragantar para alcanzar su terapéutico objetivo.

Todos los actores están formidables y aunque sea injusto, quizás debiera de destacar la labor de Patricia Clarkson y Kristin Scott Thomas y, sobre todo, de un Bruno Ganz en estado de gracia interpretando a un ‘coach vital’ que encarna y aúna todo lo grotesco del espíritu ‘new age’ que devora y vacía los bolsillos de tantos ilusos. Te reirás mucho – pero no te hará maldita la gracia.
5
13 de enero de 2018
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
La flamante Ministra de Sanidad de Reino Unido decide reunir en su casa a sus amigos de toda la vida para celebrar tan solemne acontecimiento. Con lo que no contaba es que cada uno de los invitados tiene ganas de todo menos de fiesta.

La directora londinense Sally Potter filma lo más parecido a un entierro televisado de una especie de familia mal avenida. Todos los invitados a la celebración son amigos desde hace muchos años, pero todos guardan secretos que atañen al de al lado, y las finas primeras ironías iniciales acaban siendo auténticos puñales clavados por la espalda. Los anfitriones son la política Kristin Scott Thomas y su consorte marido Timothy Spall, que parece vivir en un permanente estado de shock durante la película pero no será hasta la aparición en el piso de un desbocado Cillian Murphy cuando se iniciará la batalla campal que sacará lo peor de cada uno de los personajes. Cada uno de ellos sacará sus miedos y sus egoísmos a relucir y ese lujo y clase alta que destilan se verá manchado por sus instintos primarios. Recuerda mucho a Un dios salvaje, pero Roman Polanski son palabras mayores, aquella dejaba más poso en el espectador y no era tan imprevisible como ésta, en la que se tocan varios temas como la infidelidad, la infelicidad, la maternidad y el feminismo mal entendido, pero sobre todo, esas rencillas del pasado que nunca habían salido a flote y que ahora estallan en la cara de todos y que promete no dejar títere con cabeza. Lo que pasa es que los personajes me parecen tran estridentes y sobreactuados que en vez de mantenerme en alerta y en tensión para ver cómo acaba la carnicería, acabo más bien mirando el reloj cada cinco minutos y eso en una película que dura setenta…no la deja en buen lugar. Con todo, es de obligado visionado para todas aquellas personas que quieran ver cómo es capaz de desmoronarse toda una vida en cuestión de minutos sin que puedas hacer nada para impedirlo…ni tal vez quieras hacerlo.

Sacapuntas de oro: Que esté filmada en un aparente tiempo real y que el blanco y negro agudice aún más su fino y ácido humor negro. El tocadiscos y sus punzantes melodías. El elenco de protagonistas.

Sacapuntas de madera: Que setenta minutos se te hagan eternos. Que sea una pieza teatral 100%. Que entre la pareja de mujeres haya menos chispa que en un apagón.

Nota: 5,5 Sacapuntas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Más críticas de películas en mi blog, El Sacapuntas del Cine.
5
6 de marzo de 2018
23 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Música diegética, ¿se dice así?, variada, rica y sustanciosa, desde Coltrane hasta la Candela latina, acompaña esta pequeña obra de esencia teatral y un blanco y negro que tiene la función, la buena/mala intención, supongo yo, de desnudar el alma de sus personajes, de dejarles en el puro hueso de sus contradicciones y embustes, con la cara lavada, sin afeites, de verdad, nada guapos, a palo y tentetieso.
Lo hemos visto bastantes veces, clase media que quiere ser alta, intelectuales de primera plana, políticos, gente estupenda, la llamada intelligentsia, que frisa o supera los sesenta, que en su lejano día fueron hippies, tuvieron sus muchos ideales, sueños y esperanzas, de izquierdas, y ahora también lo dicen aunque ya no cuela, se reúnen, por un motivo cualquiera, un nombramiento ministerial o cualquier cosa parecida igual de horrenda, y ay, Dios mío, salen a borbotones, como a presión, como si hubieran estado retenidas demasiado tiempo a la fuerza, en la sombra, las cabronas, aguas fecales, todas sus espantosas penas y miserias, o tal vez su minucias más ridículas y necias, groseras y negras, como larvas hambrientas comiéndose un cuerpo muerto, pura nada purulenta.
Con la inveterada característica de que nada de lo que creen/aparentan ser, escribir, decir o pensar se corresponde ni siquiera muy lejanamente con lo que realmente son, hacen, sienten o desean. Es decir, hipocresía, máscaras, mentiras, cuentos, caraduras, impostores.
Seres patéticos que se rebozan en su propia vergüenza y pena, que, sea por el motivo que sea, esta vez se van a ver reflejados en el espejo de su derrota y falacia.
Cangrejos cocidos a fuego lento que se agarran a las paredes de su propia prisión y que en la lucha por la supervivencia, por alargar aunque solo sea un minuto más su ridícula existencia, se enfrentarán unos a otros desesperada, caótica, desquiciadamente se cantan las cuarenta y (algo) se pegan/despedazan.
Arcand en "Las invasiones bárbaras". Koch en "La cena". Branagh en "Los amigos de Peter". Kasdan en "Reencuentro". Ungría en "Hasta luego cocodrilo". Hasta la reciente de una forma muy diferente de nuestro Álex de la Iglesia, "Perfectos desconocidos", hacía/copiaba una idea similar.
Un recurso, por lo tanto, molido por el uso. Que aquí no está mal del todo. Tampoco bien, se arrastra entre la superficialidad más alborotada, cierta elegancia esquinada y varios tópicos que necesitarían ser masacrados con más gracia, pericia y mala baba todavía.
Es un ejercicio nimio, esmirriado, sarcástico en su aspecto más tímido, timorato, falto de tiempo, de aliento, de fuerza, de decisión, de arrojo y riesgo. A mitad de trayecto. Es un esbozo. Ni fu ni fa. Un ay que no veo. Un quiero (o no quiero porque no me atrevo o no sé o tampoco hay que molestar demasiado, es mejor dejar a todo el mundo igual de molesto/contento) y no puedo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Clarkson: Pepito Grillo. La que dice las verdades del barquero. La más sincera, cínica y caústica. En su día quiso, creyó, ahora ya no, o bastante menos, nada quizás sería decir mucho.
Ganz: su pareja. El coach. El gurú. El terapeuta. El cuentista. El aforista. Desde la distancia. En segundo plano. No forma parte central del grupo. Es revolcado por su mujer con frecuencia insistente. No tiene mucho peso, un pequeño bufón que alguna cosa expresa con fundamento.
Spall: el herido. El otro marido. Terminal. Eso dice. Hombre de ciencia que está dispuesto a agarrase a cualquier clavo ardiendo si así consigue creer, por un rato por lo menos, que todo solo ha sido un mal sueño. Un erudito. Un pensador. Podría ser una especie de remedo de Hitchens o Dawkins. Un ateo con rango y solera. Muy británico.
Thomas: la ministra. La recién nombrada. Prudente. Equilibrada. Es una política a la que parece que todos quieren. Sus amigos la aprecian a pesar de una profesión tan poco edificante.
Mortimer: la triplemente embarazada. Lesbiana. Simplona. Con prejuicios grotescos sobre los hombres. Que parece que se ha tragado de sopetón, sin filtro ni anestesia, toda la susodicha ideología de género. Miedosa. Sensible. Tontiloca.
Jones: su pareja. La otra lesbiana. Mayor que ella. Filósofa de estudios de género a lo que parece tratados con un evidente choteo, solo hay que ver el título de esta crítica como ejemplo, que seguro que se queda pequeño en comparación con los numerosos estudios similares que con fruición dirigida segregan cada día con pasión franciscana todas las universidades estupendas de nuestro maravilloso occidente, tan sano y de progreso lleno.
Murphy: el cocainómano. Paranoico. Agresivo. Desgraciado. Con la pistola de por medio. El banquero. El que menos pega en el ambiente del grupo de intelectuales de apariencia progre.
Se suceden, dos especial y concretamente, los golpes de gracia. El anuncio de la enfermedad de Spall. Y el descubrimiento de su adulterio.
Crece la tensión. Se corre el velo. Aumenta el cabreo.
Thomas no era tan templada, agrede al marido (¿en esta ocasión también lo catalogamos como violencia de género permitida, no hay, por ningún personaje, ni sanción, reprobación o desprecio, que da mal ejemplo a cualquier espectador sano y medio? ¿O no, o aquí nos hacemos los sordos/locos?), ni pacífica. Igual que la sanidad y todo el estado del bienestar
Spall quiere creer en lo que sea. No era tan racional y escéptico. Como todo lo demás que no se sostiene únicamente con la ciencia.
Murphy está enloquecido, es un fracasado. No era tan triunfador ni seguro, lo mismo que la sagrada economía.
Jones reconoce que se acostó con Spall en su lejano día. No era una lesbiana tan pura y perfecta como su chica se creía. No odiaba a los hombres ("no son el enemigo", dice) como debería, como la nueva religión con su fanático dogmatismo le exigiría. Tampoco parece que desee a los niños en camino. Ni en eso ha sido franca. Ni siquiera las relaciones entre solo mujeres están libres de problemas, incongruencias y tensiones. No hay tal paraíso.
Mortimer se vuelve débil, quejosa, llorosa y miedosa. Su apuesta tenía los pies de barro, su compañera no era tan sólida, sus ideas de un mundo nuevo y perfecto se agrietan al menor contratiempo.
Clarkson sigue en sus trece. Es la más coherente en su desilusión constante.
Ganz igual. Menos importa.
Y la música sigue sonando. Y llega la esperada, temida y deseada última invitada.
Sorpresa... Buen cierre. Brillante. Acertada idea. Con sentido. Pone el lazo con una broma malvada, la perfecta política ha sido engañada por la misma. Ese personaje en off es el símbolo del deseo, de la mentira, de la hipocresía, del frágil equilibrio de las vidas de todos ellos, convertidos en fantasmas que arrastran sus cadenas llenas de falsedades y tristezas. El castillo de naipes se vino abajo. Bravo.
Recoge muchas tesis de la actualidad, pero las trata con poca profundidad, con demasiado frivolidad.
4
26 de febrero de 2018
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tu amigo el intelectualoide gafapasta te dirá que es un peliculón, el critico del periodico de turno la alabará sin haberla visto y a tu abuela le parecerá atrevida y descarada y todo esto solo porque es en blanco y negro, en realidad la pelicula está grabada en color y pasada por un filtro porque el blanco y negro aqui no aporta nada. las actuaciones son buenas, pero el guion pierde fuerza y eso que no dura mucho la pelicula
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Igual es que tengo el paladar duro pero a mi ver en pantalla una pistola, unas lesbianas y unos cuernos ya no me escandaliza
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