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Agárrate el pañuelo, Tatiana

Comedia. Romance A medidados de los años 60, dos finlandeses que tienen problemas para comunicarse con las mujeres viajan en una furgoneta en dirección hacia el sur. En el camino encuentran a la estonia Tatiana y la rusa Klavdia, más despiertas y experimentadas. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
24 de mayo de 2008
44 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
La abundancia de tiempos muertos, así como el ritmo parsimonioso de la narración, en blanco y negro, de un tranquilo viaje improvisado, recuerdan a “Extraños en el paraíso”, de Jarmush.

El humor cáustico, negro y abstracto a un tiempo, con frecuencia a base de gags visuales, evoca en cambio la atmósfera del cine mudo.

Pero los personajes sólo pueden ser de Kaurismäki: el lacónico y corpulento costurero Valto, adicto al café, encierra en un cuarto a su madre (que fuma puros, le da cachetes y es su jefa), y a continuación se va al taller a por el coche. Con su amigo el mecánico Reino, adicto al vodka, salen a probar la reparación y a rodar carretera adelante.
Aparte de fumar —en las películas de Kaurismäki todos los personajes fuman sin cesar mientras están despiertos— beben ingentes cantidades de café y vodka, respectivamente, sin acelerarse ni emborracharse.
Por el camino recogen a Tatiana y a Claudia, estonia y rusa, que se dirigen al puerto de Helsinki, hacia Tallin, y con ellas comparten en ruta los siguientes días, practicando una comunicación mínima, por dificultades de idioma, pero sincera y real, aunque los dos finlandeses parezcan tímidos, hoscos, poco galantes.

En todos los films de Kaurismäki la música tiene importancia decisiva, más que los concisos y espaciados diálogos, pero en "Agárrate el pañuelo, Tatiana" se potencia excepcionalmente: habla por los callados personajes, ilustra su hermético estado mental.
El director, pues, se emplea a fondo en la banda sonora y, a través de temas y letras, se permite una mayor efusión lírica, casi romántica.

En los sesenta las pandillas salían en motos. Las chicas solían ir atrás y por costumbre se sujetaban el peinado con un pañuelo: de ahí la expresión del título. En tal época se ambienta la historia, e incluye el rock de aquellos años, ligero y melódico. The Regals, The Esquires, The Renegades o The Blazers son los grupos que suenan en el comediscos del coche, a 45 rpm, o en vivo en pequeños bares de carretera.
Es el estilo que marca ritmo al viaje, y refleja el impulso vagabundo de los dos peculiares rockeros. Reino viste chupa de cuero negro con el nombre JYMY pintado en la espalda, y Valto un peinado a lo Elvis.
Los sentimientos algo más íntimos son expresados por conmovedoras canciones finlandesas, acompañadas por acordeón, en un local donde los viajeros cenan. “¿Te atreves a amarme?”, dice una de las melancólicas letras.
Y cuando se trata de dar forma a los sentimientos de intensa emotividad y rango casi sublime, entran acordes de la 6ª de Tchaikovski, como si emanaran del paisaje, nubes incluídas.

Esta breve película abandona entonces su tono menor y desde la banda [sonora] alcanza en diagonal la meta poética.

Kaurismäki aclara así que la parquedad expresiva no es economía sino estrategia.
Archilupo
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21 de enero de 2008
40 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Road movie con los siempre entrañables personajes de Kaurismaki. Unos se atreven, aunque tímidamente, a intentar cumplir un sueño, o simplemente vivir; y otros siguen sobreviviendo.

Los personajes masculinos contenidos e infantiles, los femeninos más atrevidos pero también infantiles.

Un coche, música, vodka, café, cigarrillos, alguna sonrisa de las chicas, y ... rock.

Ida a no se sabe dónde y vuelta a donde siempre.
Victoria
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21 de enero de 2009
26 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Imagínate, un autobús lleno de vodka y ellos que se quieren parar a mirar unas ruinas." Es parte de una de las pocas anécdotas que cuentan los protagonistas de una historia parca en palabras en la que se dicen muchas cosas.

El propósito de los silencios, del tedio del que se quejan las chicas, de la frialdad con la que los personajes interactúan es emocionarnos de verdad cuando hay un mínimo gesto de acercamiento. Cualquier conato de comprensión, de cariño o de gratitud nos muestra la sinceridad auténtica de los sentimientos y los extrapolan hasta abarcar de manera tangible conceptos abstractos como la soledad, el amor, la frustración o la amistad. Una cerilla cuyo calor reconforta más que una chimenea con mucha leña ardiendo.

Otro objetivo que persigue el habitual distanciamiento y minimalismo de Kaurismaki, elevados al cubo en "Agárrate el pañuelo, Tatiana", es el humor de algunas reacciones (Uno encierra a su madre en un cuarto porque no compró café y se va de casa) o el que se extrae de las escasas conversaciones de no más de tres o cuatro frases. Humor muy particular que no tendría sentido en un largometraje con abundantes estímulos.

Sencilla pincelada de menos de una hora de duración que incluye todos los males cotidianos del ser humano corriente. No hace falta decir nada más. Tal vez sí. El director emplea el blanco y negro. Los planos son en su mayoría generales y lejanos. El vodka se bebe directamente de la botella. El viaje nunca se termina. La música siempre será tu compañera.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pas
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8 de septiembre de 2013
9 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
La gran aventura que aseguran que es vivir en plena sociedad a veces no supone mucho más que compartir con alguien los silencios mientras apuramos el cigarro o la copa.

Esperamos a que sea el momento, a que llegue el instante preciso para actuar. ¡Ya lo creo que hay que actuar! Esperemos a que llegue el momento pero, mientras, reunámonos para esperarlo juntos. ¿Se retrasará? ¿No habrá pasado ya?

Y, como la vida a veces consiste en hacer tiempo, siempre queda el movimiento.

¿A dónde van los personajes de Kaurismäki? A ningún sitio y a cualquiera.

El momento llegará, tiene que llegar; y lo aprovecharemos juntos. En memoria de los momentos que ya pasaron y se difuminaron, imperceptibles, entre el humo de tantos cigarros.

Gracias.
Nuño
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2 de febrero de 2012
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La quintaesencia de lo freak cutre alcanza su cúspide con este par de finlandeses que una no sabe si son plenamente felices en su simplicidad, o si son dos frustrados infelices resignados a su pequeñez. Vaya par de galanes, dos premios gordos de la lotería como quien dice; no es que tengan una cola de admiradoras en su puerta. Valto es un rockero retirado que trabaja cosiendo a máquina para el negocio de su agriada madre y es un bebedor compulsivo de café. Reino es otro rockero retirado que arregla coches y es un bebedor compulsivo de vodka. Son amigos por alguna especie de misteriosa fuerza de inercia, o tal vez por la afinidad de sus caracteres. Sólo abren el pico para fumar, beber sus potingues y hablar lo estrictamente necesario. Deben de tener por máxima que lo que puedas decir con dos palabras, no lo digas con tres. Aunque he de apuntar que es la película en la que más he oído la voz de Matti Pellonpää; increíble verlo charlar en un par de escenas como una persona corriente y reírse, algo a lo que Aki no nos tiene acostumbrados.
Ese punto cómico de los dos tímidos al borde del autismo y las rarezas que despliegan como estandarte en su mundillo destartalado es la perpetua marca de la casa de Kaurismäki y lo que nos sigue atrayendo a los espectadores habituales del finlandés. Hay mucho humor negro en los estrafalarios caras de palo que desfilan con su aura de displicencia o de impasibilidad.
Parapetados en su micromundo del rock, el café y el vodka, ni las mujeres son un reclamo lo bastante llamativo para suscitar demasiado su interés. Ni aún cuando les vienen en bandeja, como Tatjana y Klavdia, a las que acogen como pasajeras en su abúlico viaje automovilístico al sur. Como los recalcitrantes maniáticos que son, no les hacen apenas caso, sobre todo Valto, que no ve más allá de sus interminables tazas de café. Reino demuestra ser más receptivo al fijarse gradualmente en Tatjana, una estonia treintañera que aparenta más edad de la que tiene y que es aficionada a sacar fotos. La extraña pareja descubre una atracción mutua en sus silencios; se sienten a gusto así, sin decirse nada, solamente con miradas y parcos gestos de cariño. Su callada relación tiene un aire suavemente conmovedor, los dos marginados que se aceptan sin preguntas ni reclamaciones. Klavdia, natural de Kazajistán, no tiene tanta suerte; se aburre como una ostra y Valto pasa olímpicamente de ella.
Los cuatro se dirigen a Tallinn en una excursión que es de todo menos dicharachera y adrenalítica, y el complemento sentimental y efusivo lo ponen las canciones de fondo, el rock'n'roll, los tangos y el pop melódico con frecuencia interpretados en vivo por cantantes anónimos en baretos de segunda.
Vivoleyendo
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