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Críticas 39
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
22 de septiembre de 2006
170 de 192 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es 1974, el franquismo se encuentra en sus últimos estertores y Bud Spencer y Terence Hill ruedan en Madrid su obra maestra.

Objetivamente hablando, esta película es un maravilloso compendio de géneros comprimidos en uno solo: La comedia sobre la naturaleza humana.
La naturaleza humana es competitiva: El comienzo, con la carrera de coches, es la muestra de ello.
La naturaleza humana se distingue de la animal por la resolución inteligente de problemas: El buggy, que es de los dos por haber llegado empatados, se lo juegan de la única forma posible: Salchicha y cerveza.
La naturaleza humana improvisa: ¿Qué pasa si no se repara un daño causado? en la lógica de Bud y Terence no se contemplaba la posibilidad de que una afrenta no sea reparada, así que si no es así pues... se enfadan.
Y podría seguir analizando a la Naturaleza humana a través de esta película, pero me voy a ceñir, a continuación, a aspectos meramente cinematográficos.

La pareja protagonista se rodea de un elenco de secundarios de lujo, con Emilio Laguna, el "Matías" de Médico de Familia a la cabeza y Donald Pleasance, un actor que solo trabaja con los grandes: John Sturges, Don Siegel, Roman Polanski, Tony Richardson, John Carpenter, Elia Kazan... (aunque su papel en "Y si no,..." como asesor del jefe mafioso es el mejor de su carrera) . Es este el mejor reparto que van a encontrar en su fecunda filmografía Bud y Terence.

Hasta las situaciones de mayor tensión y desasosiego, como la escena del coro, son rodadas de tal forma que no se pierde ni un ápice de intriga ni de comicidad.

Las mejores escenas de pelea de Bud y Terence, por las que son eternamente recordados, hallan en esta joya su mayor cota de barroquismo y genialidad. Tanto la del gimnasio como la de los globos (con guiños a los Hermanos Marx) son sublimes en su puesta en escena, su ritmo endiablado y su adecuada duración.

Por tanto, este largometraje es una oda a la amistad, con abundantes descargas de violencia dentro de su lirismo y ternura. Algo de lo que sin duda tomaría buena nota Takeshi Kitano en películas como Sonatine o Hana-Bi, que no llegan a superar a esta Película con mayúsculas, aunque sí se le acercan bastante.

Imprescindible.
Pas
10 de diciembre de 2008
115 de 121 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estados Unidos, años 70. Es tiempo de crisis en el cine yanqui tal y como había sido concebido hasta entonces. Es Deliverance uno de otros tantos buenos ejemplos de que las cosas estaban cambiando.

Primero, con unos títulos de crédito formados por imágenes de todoterrenos adentrándose en paisajes escarpados y salvajes (los Apalaches) acompañados por... no, no es una voz en off. Es un diálogo en off. Es lo que se supone que están hablando los personajes que van en esos 4x4. Original manera de empezar.

La trama avanza equidistante entre varios géneros cinematográficos. Por un lado es un western de tramperos. Con un poco de imaginación, Burt Reynolds es un carismático Davy Crockett adentrándose por territorios inexplorados por el hombre blanco en compañía de otros exploradores, con la permanente amenaza invisible de los indios nativos. En este caso, son los tipos de ciudad en canoa, con el peligro de la presencia de paletos oriundos de la zona.

Por otro lado, es cine negro. Vamos, un delito grave que se va complicando y que va implicando a gente con una familia y una vida arreglada que quiere esconderlo a toda costa, lo que les acarreará cada vez más problemas. Tensión en aumento hasta desembocar en un callejón sin salida que no puede sino evocar al film noir de toda la vida.

Y, por supuesto, es cine de aventuras. Una auténtica epopeya en medio de una naturaleza salvaje de rápidos, cañones, barrancos, bosques, etc. Incluso se podría hablar de road movie, pero tal vez, intentar equiparar coches y carretera con unas canoas por el río puede resultar demasiado osado por mi parte.

Queda así un largometraje extraño, desasosegante, trepidante y con un punto de giro en el minuto 45 de película que los cánones clásicos jamás aceptarían. Estas reglas estipulan que debe ocurrir siempre en el primer cuarto del film, para no aburrir al espectador sin una chicha que ofrecerle. A Boorman se la suda y con razón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La ESCENA:

El duelo de Banjos, donde se nos anticipa esa lucha entre los paisanos y los ciudadanos (banjo contra guitarra acústica, improvisando). El actor que hace de niño que toca el banjo se me aparecerá en unas cuantas pesadillas. Qué inquietante.

PD: Deliverance, en inglés, es liberación, no defensa. Tampoco deliberación.
Pas
5 de marzo de 2009
117 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las cuentas con el pretérito fascista, tardaron en ser saldadas en el cine italiano, al igual que a Alemania le ocurrió con el pasado nazi. “Una Jornada Particular” es una película radical, nada condescendiente con la ceguera del pueblo italiano que apoyaba en masa a su Duce.

Los hechos suceden a lo largo de un día, el 6 de Mayo de 1938, en el que Hiler visitó Roma y fue recibido con todos los honores por los ciudadanos romanos y el ejército. Sin embargo, lo que sucede en las calles no se ve, nos lo cuenta una radio que pone la portera del bloque de edificios donde viven los personajes interpretados por Mastroianni y Loren.

El bloque se vacía al acudir todos en masa con sus mejores galas al desfile. Antonietta se queda sola para ejercer como ama de casa aunque su deseo era acudir a la parada. El azar determinará que se encuentre con la otra persona que se ha quedado en el edificio, además de la portera. Es Gabriele, un locutor de radio al que desde el principio se nos muestra que no le hace ni puñetera gracia tal parafernalia en las calles de la capital.

Charlan y toman café. Poco a poco van conociendo las mutuas frustraciones y sinsabores que les produce el sentirse ignorados. El tono de la fotografía es mustio y contribuye a ese pesimismo. El drama es contenido en la realización y la complicidad entre ambos permite momentos de plena identificación de un espectador que comprueba como la inmensa mayoría del pueblo apoyaba al fascismo y se enorgullece de ello. Este es el gran escándalo que causó el largometraje, ya que expone la ausencia de resistencia al mismo y la soberana estupidez de unos italianos que soñaban con fastos imperiales.

“Una jornada particular” es original y sencilla. Con momentos para la sonrisa amarga y para la desolación tranquila. Si fuese italiano, sentiría vergüenza de mi nacionalidad y su pasado. Vergüenza que también siente Scola y le lanza a la cara a sus compatriotas en este film.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La ESCENA:

Sophia Loren, el mito erótico por excelencia del cine italiano, aparece al comienzo recogiendo su casa y despertando a su numerosa prole. Está en bata, con zapatillas y desarreglada. Es el retrato de la típica mamma italiana que da muchos hijos a su marido y cuyas inquietudes jamás serán tenidas en cuenta. Ese primer contraste entre lo que representa Loren como paradigma de belleza italiana y su condición en la película de ama de casa de las de toda la vida, ya nos indica que "Una jornada particular" es atípica.
Cuando poco después se nos revela que el rol de Mastroianni, arquetipo de galán masculino italiano, es el de un homosexual en absoluto viril, ya todos los esquemas se ponen patas arriba. Sin estridencias y con naturalidad, Scola rompe con lo establecido.
Pas
17 de octubre de 2008
70 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ironías de la vida
La desgracia de morir solo, que no se den cuenta de que ya no estás hasta que han pasado unos días y tu cadáver se pudre y emana el nauseabundo olor sintomático de que la vida hace tiempo que perdió la guerra. Así, como un perro, murió Benny Hill. Afligido por la muerte de su madre, la única mujer que lo quiso en toda su vida, el cómico inglés se encerró mucho más en sí mismo en sus últimos años y su misantropía se incrementaba en la misma medida en que el resto del mundo tampoco se acordaba ya de él.

La cruel paradoja de los que se ganan la vida haciendo un poco más felices a los demás con unas sonrisas y en su propia vida no son capaces siquiera de sonreír. El payaso bohemio y abandonado al que nadie toma en serio porque es imposible separar a la persona del personaje.

En su show se transformaba. Lo daba todo por la risa del público. Lo conseguía interpretando a personajes mujeriegos y picarones, ejerciendo una crítica implacable al sistema sanitario y administrativo inglés y representando delirantes recreaciones históricas, especialmente de capa y espada.

Recursos técnicos como la aceleración del sonido y la imagen los usaba como nadie. La música también estaba cuidadosamente seleccionada para regocijo de mandíbulas batientes. Y triunfó ¿triunfó para qué? en el final del camino probablemente lamentaría que, en el fondo, nadie fuese capaz de siquiera intentar contagiarle un poco de optimismo a él, que tantos buenos momentos nos había dado con su trabajo.

Nadie daba los cachetes como él, ni ponía esas caras de perplejidad, ni pellizcaba con esa clase los traseros de enfermeras y secretarias ligeras de ropa. Aquí yace el cómico más triste de toda Inglaterra. Recemos por él.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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La ESCENA:

En una de espadachines, Benny ha de entregar una carta al rey, que está a tropocientos kilómetros. En su camino, se cruza con varios enemigos que intentan interceptarlo. Para librarse de uno de ellos, arma su brazo derecho y empieza a girarlo sobre su hombro en actitud desafiante. La imagen se acelera y el enemigo permanece espectante. Se para la aceleración de la imagen a la vez que Benny le suelta un certero puñetazo con el otro brazo que permanecía hasta entonces relajado. K.O.
Pas
26 de diciembre de 2007
63 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terence Hill estaba semirretirado del cine, viviendo en un rancho, intentando olvidar la trágica muerte de su hijo. Bud había realizado unas cuantas películas en solitario y acudía a numerosos programas de la televisión italiana, e incluso lo pudimos disfrutar en la versión española del "Qué Apostamos". A ambos les quedaba cerrar su brillantísima etapa juntos y por eso cuando Terence llamó a Bud para rodar una película a sus órdenes y volver a sus orígenes del oeste, Bud no lo dudó ni un segundo.

Surge así "Botte di Natale" como su testamento final y como un modo de hacer caja aprovechando el tirón de las navidades, fecha de su estreno y, no se equivocaba Terence, de posteriores emisiones televisivas navideñas que también les permitiesen ir ganando dinerillo en el futuro. Este es el motivo por el que la infancia aparece tanto en la película y el por qué de su orientación claramente infantil en el desarrollo de la misma.

Los dos se merecían una última película que les reportase beneficios. Se lo merecían después de haber creado un tipo de comedia europea, internacional y exportable a cualquier país, como lo demuestra el éxito de su filmografía en países tan diferentes como USA, Alemania, España y, por supuesto, Italia. Es aquí donde destacan como un faro en la comedia europea en los 70 y 80, puesto que las películas de Pajares y Esteso, por ejemplo, sólo las entendería el público español. Su humor, a pesar de nacer en Italia, era universal.

Este es uno de los momentos más flojos de su filmografía a priori. Aunque Terence se conservaba en perfecta forma y todavía podía resultar creíble como galán, Bud estaba demasiado talludito. Pero este hándicap es superado con maestría e ingenio, ya que dada la imposibilidad de montar a caballo, el vehículo de Bud pasa a ser una cómoda carreta. Y Terence resultaba una incógnita como realizador inédito, pero lo llevó con solvencia y demostró todo lo aprendido al haber trabajado con maestros como Visconti, Corbucci o Barboni. Abundan los planos detalle, planos "de autor" de botas caminando, grúas perfectamente integradas en la narración, fotografía impecable... todo para darle un acabado en absoluto televisivo y sí muy cinematográfico, muy western.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La trama, repleta de guiños a obras maestras del género y del maestro Leone: la carreta repleta de malhechores con los que cobrar la recompensa ("La muerte tenía un precio"), el salvar al ahorcado con un disparo ("El Bueno, el Feo y el Malo")... con la intención de rendir un homenaje a un maestro del género en su última película.

Cuando parece que se va a convertir en almíbar al irse cayéndoseles las pistolas a los secuaces del malo en el duelo final por un estúpido espíritu navideño, resulta ser un mero recurso para acabar, como no podía ser de otra manera, con la última pelea a golpe de puño hacia abajo, patadas voladoras, agarrar los puños de contrarios, ejercicios de esquivar y golpear... las lágrimas son inevitables en ese combate final juntos, por mucho niño que haya de por medio.

Un tiempo que se acaba, unos personajes cuya época ha terminado y se resisten a aceptarlo: El paradigma del western, que al fin y al cabo fue el género que los unió en "Le llamaban Trinidad", se muestra ahora con toda la dignidad y grandeza posibles. Aunque todo haya pasado, permanecen y en el futuro se les reivindicará con mayor seriedad y rigor que un servidor, situándolos en el lugar que merecen dentro de la Historia de la Comedia y del Cine en general.

Inolvidables.
Pas
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