Café de Flore

Si te gustó C.R.A.Z.Y. probablemente te guste también Café de Flore. Para mi gusto quizás le sobren como 20 minutos en la segunda mitad pero en general mantiene la tensión. La música también es uno de los protagonistas como sucedía en C.R.A.Z.Y.

Nueva cita con el cine francés desde "La delicadeza" y como es habitual en V.O. Mi compañera me espera con un sonrisilla pues he sido algo inpuntual y entramos un poco a la carrera.

Existen las almas gemelas? Existen las vidas anteriores?....Es esta una película que busca un público especialmente sensible? Es "sensible" la palabra?

Podria seguir haciéndo preguntas y ninguna sería respondida porque Cafe de Flore no pretende dar estas respuestas. Es un cuento sobre posibilidades, sobre cosas en las que es difícil creer pero sobre todo sobre ese vínculo que establecemos las personas y que dura para siempre (es lo único que dura para siempre).

Quizá hacia la mitad del metraje te pierdes un poco intentando adaptarte al ritmo de la explicación porque la película es muy visual y no puedes perder detalle sin embargo no es imposible porque los actores se encargan de echarte un cable gracias a sus actuaciones.

Un regalazo me pareció también el personaje de Rose (Evelyn Brochu) consciente del dolor de Carole (Hélène Florent) y ese último abrazo a tres cuerpos.

Intimista, sin pretensiones salvo la de emocionarte.

Dos historias, con el suficiente tiempo entre ellas para que las almas aterricen y se acomoden. La una tiene lugar en París, la otra en Montreal. Las dos hablan de posesión amorosa y extrema, y a ambas las une una sintonía musical, la que da título a la película.
La presentación de los personajes y el avance de las tramas consiguen que mantengamos la atención y nos interesemos en el momento, que parece no se demorará mucho, en el que chocarán ambos guiones, condenados a converger. Y es ahí donde yo he visto flojear a Jean-Marc Vallée, en la excusa que une las diferentes vidas. El director y escritor introduce un desenlace que escapa de sus manos, que le obliga a someternos a forzados actos de fe y empuja a la película a un vórtice de confusionismo; seguramente con la buena intención de explicarnos un enrevesado triunfo del amor.
Recurrir a lo paranormal o a la gatera de la espiritualidad, máxime cuando no se cree en ello, es un recurso que puede malograr un elaborado trabajo a menos que el realizador canadiense, por encargo, se estuviera dirigiendo a religiones o creencias muy específicas.

Dos historias paralelas en líneas temporales distintas vinculadas por unos lazos que se van descubriendo poco a poco y sobre cuya capacidad de sorpresa descansa gran parte de la credibilidad de esta “Café de Flore”. Sinceramente, creo que las dos historias son demasiado distintas como para poder mezclarse con más éxito que el agua y el aceite y, a decir verdad, ninguna despierta mi interés. Una se pasa de dramática y la otra de superficial y las revelaciones con las que su director y guionista Jean-Marc Vallée trata de integrarlas resultan demasiado elaboradas y artificiosas.

En sus mejores momentos, alguno de esos giros funciona e impregna la película del aura onírica con la que sus creadores, probablemente, siempre quisieron ambientar “Café de Flore”... pero son momentos aislados. Lo normal es percibir las realidades como dos películas distintas sin más puntos de conexión que los que nos espeta la película, generalmente con un escueto «porque sí». Deja entrever que es el fruto de una idea a la que alguien lleva mucho tiempo dando vueltas y a la que ha terminado por perder la perspectiva y pensar que es perfecta cuando en realidad sus sentidos le engañan. Y es que la factura no es mala y el conjunto deja entrever interesantes premisas y conceptos atractivos, pero no le hubiese venido mal someterla a una revisión de pares, de otros compañeros, de algún editor, para pulirla, matizarla e integrar mejor sus componentes.

Veo "Café de Flore", la película canadiense cuyo comienzo (una voz en off introduce la acción y a los personajes, mientras uno de los protagonistas pasa -en el aeropuerto- por medio de un grupo de chicos y chicas con síndrome de Down a los que va dejando, simbólicamente, atrás) me acerca sonriente a la trama. Así veo cómo la música ensambla perfectamente las dos historias opuestas, cómo la iluminación, el sonido, la fotografía, la ambientación, el vestuario y el maquillaje contribuyen a que resulten estupendas las actuaciones de los protagonistas (maravillosa Vanessa Paradis en ese papel de madre que lucha por la integración de su hijo y tiernos los dos niños con síntrome de Down) y a que funcione el recurso del "vínculo especial" entre las dos familias, a pesar de que me cuesta creer la idea de la reencarnación en ese destino trágico y final. Estupenda la denuncia social y emotivo el recurso "¿café, mamá?" del film, que aquí pongo: http://www.youtube.com/watch?v=kwnFsm27ByU