Holy Motors

Este caprichoso filme francófono desadormece los deseos más viscerales de la audiencia. Se puede apreciar la exigente fotografía escoltada por impolutas actuaciones y refinadas alegorías a una integridad humana categórica.

Leos Carax, en ésta ocasión, nos brinda una de sus mejores direcciones donde ha sabido ensalzar los detalles dignos de esta cinta gala sin menospreciar al exigente público que sabrá apreciar las puntualizaciones de una cinta transgresora en su género.

Esta es sin duda una obra que formula los manifiestos de de un siglo lleno de acaecimientos que conducen a un porvenir extravagante.

En abreviado cómputo, esta peli no hay dios que se la trague.

Rara vez estoy conforme con el palmarés de Sitges. Por primer año, creo, estoy más que de acuerdo en que la mejor película, y sobre todo, la mejor dirección recaigan sobre una obra de magnitudes increiblemente descomunales en la que nada parece cuadrar pero todo, absolutamente todo, encaja. El director de Mala sangre y Pola X abandona su refugio creativo y nos ofrece una sucesión de momentos en los que el espectador cambia de ánimo bajo la baruta del gran titiritero que es. Las (no) vidas varias de un mismo ser, las limusinas asesinas, la vejez y la juventud, lo feo y lo hermoso impregnan esas dos horas que constituyen una lección de cómo hacer un cine personal, diferente, nuevo y salvaje. Y a pesar de esa tendencia conseguidísima a lo espantoso, la metafotogenia de personajes como el de Mendes, pura anécdota, traspasan la pantalla con una belleza entre lo conceptual y lo carnoso digno al menos, de los 5 premios recibidos.
Bravo nuevamente por el cine francés. Por su arriesgada manera de contravenir normas dejándolas por inservibles y de hacernos gozar, sufrir, temer y añorar sin apenas cambiar el chip de un planteamiento sólido y feroz.
Lo mejor: Una dirección que categorizarán de pretenciosa y no es más que la pura expresión de la genialidad de un mito.
Lo peor: A ver si ahora, con ese palmarés casi acaparado se estrena como es debido.
Por cierto: ¿Mejor interpretación masculina a D'Onofrio?... Para mí es lo peor de Chained, lo único mejorable junto a esos seis minutos cobardes tras semejante ejercicio de valentía. Nada, será cosa de ese consustancial y natural inconformismo mío que viendo las labores de mi amado Alex de Insensibles, las de Steve Oram que ve cómo su compañera arrebata premios siendo él lo mejor de su cinta, o las de Caleb Landry Jones en la ópera prima del hijo de Cronenberg, me hacía convencerme de que era imposible que su torpe interpretación, su dicción chirriante y su padrinismo evidente le hicieran alzarse con el premio. Aún así, Chained, para mi gusto, de lo mejor de este año, ya les dije.

Como decía Matías Prats: "¡¿Pero esto qué es?!" Pues es una payasada, una tomadura de pelo, una cagada que se mandó el tal Carax, un tío que no lo conocerán ni en su barrio, y que hace que Ed Wood parezca un genio. Mala, malísima cosa estúpida y absurda, hecha para que los intelectualoides babeen y se masturben excitadísimos manchando de semen las butacas del cine. Y el tal Carax descojonándose en su casa viendo como aumenta su cuenta corriente a base de este chiste que se sacó del culo. No sé qué coño pintan en esta bazofia Eva Mendes y mi adorada Kylie, no sé si les habrán pagado o lo hicieron por amor a la mierda, por ser modernillas, o porque a ciertas edades ya cuesta más salir en los medios. Quien haya disfrutado con este subproducto es un capullo que se quiere hacer el listo para creerse superior a los demás. Pero la auténtica gente inteligente es la que ve la porquería como lo que es, la que sabe reconocer la mediocridad, porque ideas surrealistas tiene cualquiera, hasta el más tonto, y eso no lo convierte a uno en un virtuoso. Pues eso, que quité esta cosa cuando llevaba una hora de sufrimiento y me puse a ver algo de auténtica calidad: Padre de familia.

“¿Alguien me puede explicar que significa todo esto?”, decía un chico a sus amigos al salir del pase de Holy Motors en Sitges. Grave error. No creo que esta sea la pregunta a hacerse al ver la última obra de Leos Carax. De hecho, creo que es una peli que hay que ver sin hacerse ninguna pregunta. Tienes que subirte a la limusina en la que viaja el protagonista y dejarte llevar. No hay que pensar en nada que no esté en la pantalla. Hay que ceder ante sus hipnóticas imágenes y disfrutar del viaje por las extrañas calles de París. Lo sé, es un ejercicio complicado, pero si lo conseguís, pasaréis dos horas geniales en una sala de cine. Y si vuestra mente llega sana al final del film, viviréis una última escena realmente memorable.

Lo mejor: el capítulo de Kylie Minogue.
Lo peor: hay algunos episodios un poco más flojos que el resto.