Historias para no dormir: El asfalto (TV)

De alguna forma, El Asfalto de Chicho Ibáñez Serrador, estrenado en 1966 es una rara avis, al igual que su maravillosa Historias de la frivolidad: conjugando el talento de su padre Narciso Ibáñez Menta y los dibujos de Antonio Mingote, dio a luz una pesadilla kafkiana que ahora rehace Paula Ortiz.

Baldo y Rut son una pareja joven que espera su primer hijo. Baldo trabaja como repartidor y cuando va a entregar unas pizzas, su bicicleta se queda pegaba al asfalto. Será el inicio de una pesadilla que presagia un terrible final.

Manuel Jabois y Rodrigo Cortés enfocan la historia cambiando el enemigo de fondo: si en la versión de Chicho era la burocracia y una humanidad enloquecida, en esta ocasión es la insolidaridad, los mass media y – eso sigue igual – la humanidad enloquecida. Pero hay algo que falla, que falla mucho, y es que esto podría ocurrirle a cualquiera de nosotros y por eso en la versión de 1966 le ocurre a un hombre anónimo y sin nombre. Aquí se ha optado por presentarnos a los que van a sufrir, y eso es un error porque uno puede empatizar con los personajes o pasar de ellos si no tienen interés.

El elemento kafkiano de la versión original aquí se transforma en una bufonada, algo ya apuntado por la música de Víctor Reyes, con gente que va de un lado a otro y que intentan radiografiar la sociedad: los policías locales obsesionados con las gotas de ojos, la niña otaku que busca sentido al absurdo, el cliente insatisfecho, la periodista sin escrúpulos… Todo esto podría formar parte de El Gran Carnaval de Billy Wilder pero tanto la directora como los guionistas, pierden el foco de la historia: llenan la pantalla con muchísima gente, la acción de atropella y con eso, los protagonistas se diluyen; como ejemplo de esto la secuencia de los policías locales hablando de un colirio, totalmente innecesaria.

La dirección de Paula Ortiz es buena, teniendo en cuenta el espacio tan limitado en el que se mueve, pero todo el movimiento surreal termina por desesperar debido a que los acontecimientos se atropellan unos a otros.

A nivel interpretativo, siempre he considerado que Dani Rovira puede ser un buen cómico pero NO es actor, en El Asfalto se le nota esforzado pero no resulta creíble; Inma Cuesta es lo contrario, todo naturalidad, y es gracias a ella que el cierre resulte tan emotivo.

Uno tiene la sensación de que guionistas, directora, actores y actrices se han equivocado y quisieron readaptar esa maravilla de La Cabina de Antonio Mercero, cuyo mensaje es “realmente” el de este nuevo El Asfalto.

https://www.terrorweekend.com/2021/10/historias-para-no-dormir-el-asfalto-review.html

Puede que ese año no diga nada de primeras, pero lo remarco por ser cuando se estrenó "La cabina".
Para los que no lo conozcan ya están tardando pero les explico. Es un mediometraje superior en todo a este capítulo, el cual toma el espíritu de la obra setentera.

Rovira me cae bien, me hace gracia pero no es actor. Entiendo que es una cara popular como pueden ser la de Buenafuente o Berto, pero ni sirven ni servirán para actuar. Aquí el amigo Rovira sigue con sus muecas y en muchos momentos parece recitar algún fragmento de sus famosos monólogos.

El cameo de Ballesta es una mezcla entre algo forzado y la vergüenza ajena personificada.

Lo único positivo, y de ahí los 3 puntos es:
-Está rodada de forma competente, aunque en ocasiones resulta forzada.
-Es corta y pasa rápido.
-Inma Cuesta pone el talento interpretativo que le falta a Dani Rovira.

Igualmente, busca para ver "La cabina" donde con muchos menos medios crearon una atmósfera más asfixiante y una brutal actuación de José Luis López Vázquez.

Como suele suceder con este tipo de series, con episodios o partes totalmente conclusivas y con diferentes autores, Historias para no dormir (2021) no es una excepción. Los 4 episodios son muy distintos y de distinto interés.
El asfalto, de Paula Ortiz, en mi opinión no tiene nada destacable y se hace bastante pesado a pesar de su corta duración, y aunque la idea no está mal, no consigue enganchar

La premisa de la historia es a la vez simple, absurda y engañosamente atractiva. Me recuerda a otras series antiguas como “En los límites de la realidad” o “Cuentos asombrosos”, donde el terror más extraño (y que nunca te llegan a explicar) invade la aburrida vida de un tipo corriente.
Destaca el papel inesperado de Dani Rovira, que al principio hace algún amago de sus genial humor andaluz, pero que rápidamente cambia de registro para pasarse al puro drama, cosa poco habitual en él.
Parece todo una simple excusa para hablar de esta estúpida y egoísta sociedad en la que vivimos, en plan “Black mirror”. Desgraciadamente, el surrealismo y el tono de humor negro que sobrecarga el episodio, hace que, para mi gusto, pierda muchos puntos.
En general, me ha parecido mediocre.

Pues se acabó lo que se daba, cuarto y último episodio de la reformulación de las clásicas "Historias para no dormir" de Chicho. Y el listón en esta última vuelta le ha tocado a Paula Ortiz, que para ser honestos lo ha llevado con bastante dignidad, confirmando de paso la remontada gracias a una segunda mitad de temporada bastante superior a la primera.
"El asfalto", la más alegórica de las entregas, y esa en la que la mordacidad de Rodrigo Cortés vuelve a poner su afilada pluma al servicio del guion, se orquesta como una especie de nuevo asalto, una década después, a la estupenda "La chispa de la vida" (2011) de Álex de la Iglesia.
Un atinadísimo Dani Rovira comanda "El asfalto" delante de la cámara, una triste a la par que divertida, y muy sufrida, sátira sobre, entre otras cosas, nuestro miserable devenir en esta sociedad tan apegada al yo, a lo efímero, a la inmediatez, o a lo establecido como cánon. Todo ello además en el episodio más corto de la temporada; y es que, a buen entendedor, pocas palabras bastan.
En definitiva, buen punto final.