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Críticas de Luis Guillermo Cardona
Críticas 3.369
Críticas ordenadas por utilidad
4
24 de agosto de 2014
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El agregado militar de la embajada de Sylvania en París, el conde Alfred Renard, ha venido llevando una vida licenciosa involucrándose con mujeres casadas… y tras ser sorprendido en ¡un último y deshonroso hecho!, es obligado a volver a su país, donde deberá presentarse ante su majestad Louise I, quien, por estos días, viene siendo acosada por los miembros de su Consejo para que contraiga matrimonio, porque han visto con sorpresa como, cada pretendiente, ha sido despachado por ella sin esperanza alguna. Convenciendo a todo el mundo de que no es por falta de atractivos que no se ha casado, al conocer a Renard, quien espera ser condenado, la reina lo encuentra un don Juan bastante seductor (¿?)… y así tendrá comienzo la primera historia de amor entre una reina y un plebeyo, en la que la mujer manda y el marido… por haberse convertido en príncipe consorte con mil obligaciones y ningún derecho –y según lo ha jurado ante el altar- deberá ser dócil y obediente ante cualquier orden que dé la soberana.

“EL DESFILE DEL AMOR” es un semi-musical bastante ligero, con un guión que nunca levanta el suficiente vuelo y con unas actuaciones que no mueven ni una sola fibra, pero que, sin embargo, trajo suerte a muchos de los que intervienen en él: Fue el primer filme sonoro del director Ernst Lubitsch, tras haber realizado ya una decena de títulos silentes en su nueva etapa en los Estados Unidos de Norteamérica. Para el chansonnier, Maurice Chevalier, fue el filme que lo hizo famoso en el nuevo continente. Significó el debut cinematográfico de la atractiva y excelente cantante, Jeanette McDonald, quien, desde entonces se convertiría en pareja de Chevalier en tres títulos más. Representó el encuentro del guionista húngaro, Ernest Vajda, con el director alemán, colaborando con él, desde entonces, en cinco títulos de cada vez mayor relevancia… y nos dio ocasión de volver a ver el inolvidable rostro del comediante, Ben Turpin, aunque solo fuera en un solo plano que nos llenó de nostalgia al poder recordarlo en sus locas comedias dirigidas por Mack Sennett.

Pero, Lubitsch no ha estado aquí tan acertado como hubiéramos querido, pues el filme luce sin compromiso; su toque apenas se descubre en la abundancia de puertas y en algunas poses sexys de la protagonista; a los diálogos les falta sabor y picardía; no hay en el romance de la pareja contacto íntimo (para los mal pensados, léase verosímil empatía), ¡sus besos abajo del labio lucen requetemalucos! Las canciones… una sí… y otra no… una sí… y el resto no. Y creo que la mejor es, sin duda, la que cantan Lupino Lane (Jacques el fiel mayordomo) y Lillian Roth (Lulú la coqueta doncella).

No obstante, el filme obtuvo la mayor cantidad de nominaciones (seis) a los premios Oscar… aunque no se llevó ninguno. ¿Tan bajitas andaban las cosas en aquel año?
Luis Guillermo Cardona
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7
5 de diciembre de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una hermosa mañana, mientras caminaba por un parque de Medellín, me encontré con un viejo amigo que lucía el cabello desordenado, unas inmensas ojeras de un largo trasnocho, y en su rostro, con barba de dos días, un necio aire de complacencia. Mi amigo me puso una mano en el hombro y me miró fugazmente a los ojos; esbozó una sonrisa, y exclamó con jactancia: “¡Cardona, llevo bebiendo tres días seguidos!”. Advirtiendo su necia actitud, sin pensarlo siquiera y quizás con improcedencia, se me ocurrió preguntarle: “¿Te sientes orgulloso de eso o estás avergonzado?” Mi amigo se quedó estupefacto, no moduló palabra alguna, y se marchó en silencio.

Creo, ahora, que a un "Rey del Tabaco" le haría, con mayor gusto, esa misma pregunta, pues, ejerciendo una labor como esa, ¡cómo caminar por las calles y ver indiferente a decenas, cientos o quizás miles de personas que, con cigarrillos y puros, cada día van gestando un terrible proceso canceroso!... y todo porque se comieron el cuento, made in Hollywood, de “lo seductor que se luce con un cigarrillo en la boca”… ¡Qué bueno que observaran en los obituarios, la extensísima lista de gente del cine que ha fallecido víctima de enfisemas pulmonares!

Este particular sentimiento, despertó en mí una rara prevención contra este filme cuando, al leer su sinopsis, me enteré de que el protagonista estaba relacionado con las tabacaleras, y de no ser porque lo dirige un cineasta de mi más alto aprecio como lo es, Michael Curtiz, quizás no lo hubiese visto nunca. Pero, ahora siento que valió la pena e incluso me animo a recomendarlo, pues, recrea con acierto el ascenso y caída de un hombre que tan sólo buscó el éxito y el poder para cobrar venganza; y con la misma fuerza que él logra salirse con la suya, el destino lo pone en un sendero del que no consigue sustraerse hasta que el búmeran regresa y da en el blanco.

Es entonces, cuando se reconoce que la vida fue buena con nosotros; que tuvimos oportunidad de elegir lo correcto y lo satisfactorio; y que se nos mostró un camino más digno y más humano. Pero, cuando nos puede el orgullo y el deseo de desquite, las desgracias se abren paso y el dolor penetra en nuestras entrañas... y no hay otro responsable diferente a uno mismo, porque lo viste, pero no entendiste; pudiste, pero no lo hiciste; se te dio, pero no lo tomaste.

Escrito por, Ranald MacDougall, quien adaptó la novela de Foster Fitzsimmons, el filme de, Michael Curtiz, aunque no puede ubicarse en la lista de sus más loables realizaciones, es positivo porque es coherente con las leyes existenciales, y porque deja muy bien trazado un sendero que, en casos como éste, ha de lucir siempre teñido de un oscuro gris.

Eficiente presencia de, Lauren Bacall, Patricia Neal, y un correctísimo Gary Cooper, dándose el gusto (y el disgusto) de vivir en doble partida, su intenso romance con su bella compañera en, “The Fountainhead”.

Título para Latinoamérica: SEMILLAS DE VENGANZA
Luis Guillermo Cardona
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8
10 de septiembre de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué pensarán los alumnos de ti, profesor, cuando te hayas ido?, ¿Te recordarán como alguien que transformó positivamente sus vidas?, ¿Tendrán tu imagen guardada entre sus más gratos recuerdos?, ¿Habrá algún muchacho que piense que tú fuiste el mejor maestro que tuvo en su vida?...

Creo que Pat Conroy -“Patroy” para su convencional rectora y “Conrack” para sus rezagados alumnos- será de aquellos, siempre escasos profesores, que conseguirá obtener respuestas positivas a aquellas preguntas, pues no sólo enseñó como se debe enseñar (impartiendo conocimientos útiles para la vida, dictando clases activas y experimentales, e interesándose por sus alumnos como personas) sino que fue capaz de irse contra las normas cuando sintió que, éstas, fomentaban el oscurantismo, el maltrato y la segregación.

En un mundo de profesores-sujetos (doblegados, incapaces de trascender sus funciones y faltos de creatividad), un profesor como “Conrack” es un glorioso oasis y es la esperanza de libertad y confraternidad con la que soñamos muchos seres humanos. En la isla Yamacroah de Carolina del sur – tierra con rezagos feudales y esclavistas- el dejó su huella en 1969, tiempo en el que los EEUU desbordaban su arrogancia contra el valiente pueblo vietnamita. Para aquellos chicos afrodescendientes, su presencia trajo autovaloración, aprendizaje cierto y reconocimiento de su enorme valía como seres con futuro.

Martin Ritt, un director consecuente y uno de los que más luchó contra la discriminación racial a lo largo de su filmografía, logra una cálida, objetiva, valiente (y por supuesto libre) adaptación del libro “The water is wide” que, el mismo Pat Conroy publicara en 1972, y del cual la cadena Hallmark hizo ya una nueva versión en el año 2006, conservando el título de la obra. Con Jon Voight en el rol del inconforme maestro, la historia de Ritt gana espontaneidad, un cierto margen de afortunada improvisación y los hechos se desenvuelven con fuerte espíritu y con el más sincero reconocimiento de aquellos torbellinos de afecto que a la primera oportunidad se convertirán en manantiales.

Hay una frase de la señora Scott, que da cuenta de las tan comunes personas que, no puede ser más que por turbias razones, por las que llegan a la rectoría de algunos colegios: ”Trate a los niños con severidad y dureza, píselos con fuerza cuando se pasen de la raya, póngales el pie encima y no lo quite”. Por fortuna, el profesor es un hombre lúcido, y en su momento, habrá de responderle como es debido. Y hasta la comadrona sabrá decirle a él las palabras sabias que fortalecen su esencia: “Trátelos bien y los chicos le corresponderán”.

En medio de un ambiente discriminatorio y cargado de subestimación, el profesor “Conrack” demostrará que poniéndose en los zapatos de los alumnos (¡o quitándoselos junto a ellos!), y tratándolos no como hasta ahora son sino como se espera que sean, cualquier niño o niña conseguirá extraer la ternura y los potenciales que solo aguardan por alguien que tenga la llave precisa.
Luis Guillermo Cardona
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10
18 de julio de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
El abismo luce bastante cerca para Mavis Gary, una escritora que ha convertido al personaje central de la serie de historias que publica con éxito -dirigida a los adultos jóvenes-, en un alter ego de su propia existencia diaria, en la cual han comenzado a faltar cosas esenciales como el afecto, la autoestima y la seguridad emocional. Entonces, Mavis decide abandonar a su pareja, y en compañía de su peluda mascota, abandona Minneapolis y se marcha a Mercury, Minnesota, donde cree poder encontrar gratos recuerdos de su adolescencia perdida.

“Es extraño, como los instintos iniciales parecen acertados. Cometes errores en el camino, pero el universo se ocupa de que acabes con las personas a las que estás destinada”. Esto siente Mavis cuando se encuentra con su antiguo novio Buddy Slade, ahora casado y con un bebé recién nacido. Pero Mavis se olvida que aquella regla a veces funciona a la inversa, y lo que se espera de nosotros es que cerremos círculos, que pasemos la página y que veamos lo pasado como aquella escuela en la que aprendimos a leer, pero a la que ya no podemos regresar jamás en los mismos términos.

Un magnífico retrato de mujer carcomida en su fuero interior, pero dispuesta a mantenerse viva a como dé lugar, es lo que ha logrado Jason Reitman (“Juno”) tomando como partida otro desabrochado, pero efectivo guión de Diablo Cody (Brook Busey-Hunt), la ex-stripteasera convertida ahora en aguda escritora, que viene atrayendo –por merecimiento propio- el interés de los productores de cine y televisión.

Su lenguaje, a algunos podrá parecerles obsceno, pero Cody habla de lo que ha vivido y dice las cosas como se acostumbra en particulares medios… y yo creo que hasta se han depurado para no herir susceptibilidades o atizar la censura. Pero resulta imposible negar la efectiva capacidad que tienen ella y el director, para poner en escena a seres humanos fuertes y reales, capaces de emocionarnos y de sorprendernos con esa psicología debidamente depurada, y con esa sinceridad que se desborda hasta conseguir que, un primer rechazo, se convierta luego en un profundo sentimiento de comprensión y tolerancia.

La interpretación de Charlize Theron es magnífica. Obsérvese con detenimiento la escena del bar donde se presenta la esposa de Buddy con su banda de música, y podrá sentirse la profunda fuerza emocional que proyecta Charlize en cada uno de sus gestos. Y hay sobriedad, fluidez e introyección plena, en cada momento de su actuación. Podemos decirlo ya: estamos ante una de las mejores actrices del siglo XXI.

Y es cierto, “a veces para poderte curar, otros tienen que salir heridos”.

Título para Latinoamérica: “ADULTOS JÓVENES”
Luis Guillermo Cardona
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4
25 de marzo de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Toda industria tiene un objetivo bien claro entre ceja y ceja, y en el bolsillo de sus propietarios. Ese objetivo se llama Dinero. Esos cuentos de mejorar la calidad de vida de la gente, servir con transparencia o vender al menor costo, se dan uno entre mil y muy de vez en cuando, sólo para corroborar que en toda regla hay excepciones. Porque, quien rinde culto al dinero carece de escrúpulos, la integridad la lleva en la corbata y la visión competitiva la mantiene aguzada para ver antes que nadie donde puede haber billetes. Es una enfermedad crónica… y tiene mucho que ver con graves problemas de autoestima y escasa moralidad.

Hollywood es también una industria y funciona como cualquier compañía cinematográfica del mundo. La gente propone cosas, pero se hace única y exclusivamente lo que determinan los productores. Entre estos, la mayoría piensa que se trata de buscar fórmulas sensacionalistas para atraer al público (acción, fantasías, efectos especiales…); hay quienes piensan que la originalidad es la que vende y que se debe filmar historias que a nadie jamás se le hayan ocurrido; otros creen que se trata de complacer los instintos primarios de la gente y darle morbo, venganzas y terror; algunos pocos sienten que su objetivo es hacer arte para enaltecer la belleza y/o despertar conciencias y tienen fe en que el público responderá a sus esfuerzos… y entre otros, también hay productores-vampiros, que trabajan con una sóla idea: buscar lo bueno y éxitoso que hacen los demás y nosotros lo copiaremos de la manera más fiel posible.

Entonces, se hace seguimiento de lo que llena las taquillas en otros países, se compran los derechos del guión, y teniendo ya de espejo la película original, basta contratar a un buen elenco de actores que retome los personajes y a un director de oficio que sepa imitar la puesta en escena. Y pan comido. La gente ve poco cine de otras partes y si es del caso, se hace como con la original “Luz de Gas” (Inglaterra, 1939), que cuando se decidió rodarla en Hollywood, en 1943, la MGM compró los negativos de la original y procedió a incinerarlos sin ningún escrúpulo. Por fortuna, alguna copia sobrevivió y es posible que todavía aquel filme pueda verse.

“ARGEL” es más de lo mismo. El productor Walter Wanger, vio un buen filón en la brillante película de Julien Duvivier “Pépé le Moko” (Francia, 1937), y de inmediato consiguió ponerla en manos del director John Cromwell a quien encargó rodarla cuadro por cuadro, en el blanco y negro más parecido posible, y con actores que imitaran los mejores gestos de los originales. Para que Cromwell no quedara como un vulgar plagiador, se le permitió añadir la consabida publicidad al tabaco y variar un ápice el final, nada afortunado. Ah! Y se contrató al escritor James M. Cain para que la traducción de los diálogos conservara su buen gusto.

Como resultado, “ARGEL” no añade nada al cine y sólo vale para quienes no tienen idea de que existe esa joya titulada “Pépé le Moko”.
Luis Guillermo Cardona
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