Película que abarca el amor de una forma que raramente podemos ver últimamente, desde una perspectiva más centrada en las texturas, los silencios, las miradas, las sonrisas y, en conclusión, en el amor puro, sin necesidad de artificios lacrimosos y un final "hollywoodiense".
Embriagadoramente real y evocadora de sensaciones, no requiere de aparatosos e ingeniosos diálogos; la belleza de este filme reside en una combinación perfecta entre fotografía, música y reparto (abrumadoramente sugerente en su interpretación).

Hacía tiempo que no veía nada de tal calidad. He salido de la sala del cine maravillada, normalmente me arrepiento de haber gastado mi dinero en las basuras comerciales que podemos ver últimamente. Esta vez no ha sido ése el caso, y voy a enumerar por qué.
Para empezar es una idea sumamente buena, es innumerable el sin fín de opciones que el mundo de los sueños permite realizar, todo vale, nada es demasiado complicado ni descabellado, y por eso mismo a mi parecer Nolan ha creado una red de ideas increíble, ha sabido plasmar la incoherencia de lo que vemos en nuestro estado de sueño, pero sin salirse de la realidad. Por eso creo que no hubiera sido lo mismo si no estuviera todo tan sumamente calculado. Para todos es obvio que los sueños nunca tienen coherencia, todo cambia continuamente, hay saltos en el tiempo de los que nisiquiera te das cuenta, los escenarios también cambian sin ningun sentido... Ése no era el objetivo de la película, ni el de Nolan, porque pretende hacernos ver hasta dónde es capaz de llegar nuestra capacidad cerebral y nuestro subsconciente, no aquel subsconciente de lo maravilloso y de lo imaginario, sino el de los sentimientos que tenemos dentro sin siquiera darnos cuenta, y la idea de romper las barreras entre los sueños y poder compartirlas de modo que ese espacio onírico fuera una realidad alternativa. Y por eso me gustaría pedir a las personas que se alarman con la idea de que estos sueños estaban bañados por reglas, que lean el título de esta crítica; ellos "creaban" el sueño de modo que les fuera posible adentrarse en los recónditos lugares de la mente del sujeto a su antojo.
La imagen de la película, de sobresaliente, no tan impresionante para los ojos humanos que ya hemos visto de todo lo posible en el cine, pero el filme incluía ciertas imágenes que escapan a nuestro poder de imaginación incluso en sueños. En cuanto a las escenas de acción, no hay nada que destacar que no se haya visto ya. Las actuaciones sobre todo de DiCaprio, Marion Cotillard y Joshep Gordon-Levitt muy pero que muy aceptables. Me queda sólo nombrar la música, la que Hans Zimmer consigue enlazar a la perfección con la imagen de la pantalla, creando la sensación idónea. En pocas palabras, maravillosa, y totalmente recomendada para aquellos que sean capaces de prestar atención dos cortas horas y media sentados en una butaca.

Poesía convertida en imágenes, y como poesía que es, inevitablemente no es del agrado de todo el mundo. Estoy convencida de que más de uno hemos reprimido las ganas de soltar una bofetada a todo aquel que gritaba comentarios en medio de la sala tales como "Nos han timado". No, no lo han hecho, simplemente nos han brindado la oportunidad de ver una película absolutamente personal, una de las pocas que te hace plantearte lo insignificantes que pueden llegar a ser nuestras desgracias en la magnificencia del universo, un universo en el que Terrence Malick te sumerge durante 15 minutos de una manera jamás vista en el cine; avasalladora sucesión de imágenes del cosmos desde sus principios más primitivos, algo que sólo puedo definir como bello.
He podido observar la belleza y la tragedia de la vida desde dos perspectivas, sin falta alguna de extensos diálogos, ya que el verdadero logro de esta película es su capacidad para transmitir toda clase de sentimientos enrevesados a través de algo tan simple o básico como la vida de una familia de los años 50, donde se hace un retrato, cuanto menos, fiel, de una infancia que todos asociaremos con algo puro y despreocupado, y que termina por desembocar en la conciencia de un niño en la que se encierran cuestiones sobre el sentido de la existencia, de la fe y de los principios del ser humano.
Desde el principio de "El árbol de la vida" lo más adecuado sería no aspirar a entenderla en su totalidad, simplemente a sumergirte en ella y ver lo que puede profundizar en cada uno sin necesidad de buscarle sentido a cada imagen que vemos.
En resumen, sólo Terrence Malick podría enlazar un ritmo pausado, imágenes cargadas de emotividad pero en principio "prescindibles" y la ausencia de diálogos , dando como resultado una película que me atrevería a considerar como una cuestión filosófica que nos hará pensar a todos.