Aunque se trata de una propuesta que tiene sus defectos, porque los tiene, lo cierto es que a medida que el metraje avanza va ganando en intensidad hasta que te agarra del cuello.Tiene esa virtud extraña que tienen algunas pequeñas historias de comenzar como una comedia ligera y cambiar de género a la mitad. Al principio cuesta creérsela un poco porque la presentación de los personajes es un pelín forzada, un poco teatral,( una francesa mayor, un joven escritor: cuéntame más) pero luego la trama va ganando peso hasta llegar a la tormenta perfecta.

Toda la película converge hacia ese momento y entonces te machaca. Con independencia de las cuestiones estilísticas, hay que tener talento para hacer eso: conseguir que una historia te golpee así y te haga pensar sobre el significado del amor, y sobre el sentido de lo efímero y el valor de la lealtad. En eso consiste el triunfo de una historia: en hacernos entender lo que puede llegar a doler la vida más sencilla. Y además la música es exquisita.

Mejor que la primera y la primera ya era buena: un prodigio de luz, fotografía, música, escenario y actores, una mezcla cuasi perfecta de ligereza y dramatismo, de entretenimiento y profundidad, la prueba viviente de que cuando se quiere se puede hacer un culebrón de calidad. Maravilloso Murray Abraham como el abuelo chispeante, maravillosa la pareja de actrices italianas entrando y saliendo como Pedro por su casa del resort y maravillosa la tímida e insegura directora del hotel, maravillosa Jenniffer Coolidge como reina gay y también el chapero papafrita de Leeds. Qué grán trabajo de guión y qué lujo de banda sonora, que va alternando grandes clásicos italianos con el score de la propia serie y qué momentazos las inesperadas versiones en directo de Beatrice Granno al piano, qué exquisitez.

La serie viene a demostrar varias cosas de un modo impepinable:

- Un guión sólido y trabajado es el pilar de una serie.
- Una serie rodada con buen gusto en escenarios naturales y localizaciones in situ se come a cualquier cosa grabada en un estudio con croma.
- Una serie que no escatima el sexo ni lo esconde es una serie mejor.
- Una serie con piano bar juega en otra liga.

Le quito un punto por adoptar la costumbre que se ha ido imponiendo en la última década de tratar a los personajes masculinos con mayor condescendencia que a los femeninos. No es que aquí se note demasiado pero algo hay: los personajes masculinos son casi siempre más bobos, ridículos o ilusos que sus versiones femeninas.

En cualquier caso, un placer para los sentidos.

Confieso que ,a estas alturas, la Bette Davis de ojos fluorescentes, polisón y miriñaque, y carácter difícil e indomable, ya no me impresiona tanto como antes . Es un lujo de ver y una fuerza de la naturaleza, sí, pero también un prototipo salvaje de mujer demasiado goloso para ciertos directores de la época. Todo está un pelín pasado de rosca aunque sea perfectamente disfrutable. El tema, eso sí, es interesante: alguien que no sabe parar y se empeña en tensar la cuerda más allá de lo razonable, incluso con su amado Henry Fonda. ¿ Quién no lo ha hecho alguna vez en alguna relación?: ¿ exigir más de lo necesario sólo por el lujo de verse confirmado? De alguna manera absurda, a veces ponemos a prueba a los demás e imaginamos que, en ciertas ocasiones, el amor, para continuar, nos debe algo, requiere una cierta pleitesía. No siempre sale bien, claro, podemos dañar el orgullo ajeno definitivamente, pero supongo que en ciertas ocasiones tampoco podemos evitarlo pues el amor es también a veces caprichoso e inseguro.

Todo lo demás en la película me parece un poco accesorio: las dotes de manipuladora de la Davis, los amagos de guerra de sucesión, los duelos al sol y la fiebre amarilla. En el fondo, se trata de la historia de un error: uno muy trágico.

Rogue one fue la última película que ví en Barcelona. También fue la última película que ví acompañado de una mujer en el cine. Fue una velada estupenda, todo hay que decirlo, aunque la idea original era meternos en otra película al finalizar y hacer doble sesión.

No obstante, tras el final de la película y la aparición de los títulos de crédito, cambié de idea y me negué. Me pareció que era muy arriesgado y que ninguna opción en la cartelera del momento iba a poder compararse con la ya famosa y antológica aparición de Darth Vader. Ante mi compañera, defendí mi caso argumentando que aquel crescendo no iba a poder mantenerse y que al final, tras más de cuatros horas en la butaca, nos quedaría un regusto amargo. Ella estuvo de acuerdo, así que fuimos a dar una vuelta por el Born y luego a cenar y, gracias a ello, conservo un gran recuerdo de aquel día.

Respecto a la película, sobra decir que es lo mejor que se ha hecho de Star Wars en los últimos 40 años. Es una justa continuación del Retorno del Jedi en formato de precuela. Borras todo lo que se ha hecho desde entonces y no pasa absolutamente nada. Tiene la ligereza argumental de siempre, la narrativa frenética de siempre y la solvencia justa y necesaria de los actores que intervienen. No hace falta más para plantear una aventura clásica si los elementos están bien engarzados y en Rogue one lo están. Además nos conecta con la historia original ampliando su mitología y dotándola de un mayor sentido. Es , al mismo tiempo, un homenaje a la saga y una clase maestra de cine de aventuras. Tiene, en suma, como aquel último día que pasé en Barcelona, la densidad adecuada para seducir al espectador.

Tuviste tu oportunidad , Tom, para dejar el atletismo y fue en esta película. Tenías el sprint afinado, el pelo como la nieve, tu traje de Armani y además volabas como el viento detrás del taxista empanado. Tenías el estilo y la punta de velocidad y tal era tu técnica de carrera que tu zancada majestuosa quedará ahí en el celuloide para la historia. Era el momento justo para retirarse del medio fondo y comenzar a pensar en otra cosa, Tom. Pero no, tío, ahí sigues saltando de helicópteros y agarrándote de salientes imposibles. Han pasado 20 años y sigues corriendo como si te persiguiera el diablo. No sé qué ventolera te ha dado con las carreras, Tom, pero, mientras tu te partes los tobillos o te fracturas la pelvis, los espectadores seguimos esperando que hagas papeles como el de Vincent. Llenas toda la pantalla con tu mirada de halcón solitario y tu nihilismo de todo a cien. El mundo es una mierda y nos lo creemos gracias a tu carisma descomunal , ahora con canas. Por si fuera poco, tu derrota final es una victoria moral, la confirmación de todo tu argumentario de hitman trasnochado, porque, en efecto, Vincent, la vida es un chiste y morir o vivir en una ciudad de millones es una trivialidad. A nadie le importa. Todo es una broma cósmica. Aún así, no olvidéis comprarle flores a vuestra madre.