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España España · santiago de compostela
Críticas de mr albor
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
8
9 de agosto de 2022
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
2046 es la culminación de la trilogía del amor del autor hongkonés Wong Kar-Wai. Una trilogía que rezuma nostalgia y melancolía por todos sus poros, pues en ella nuestro autor vuelca todo el imaginario de su infancia en Hong Kong. Y sí, por si el lector se lo cuestiona, resulta necesario para su disfrute conocer las películas predecesoras, en especial su precuela, In The Mood for Love, posiblemente la película más aclamada de este cineasta. Tanto es así que en esta historia convergen todos los personajes del particular universo de recuerdos presentado en esta trilogía de películas (inclusive la referencia a 2046, el número de la habitación de hotel en la que tenían lugar los encuentros de la pareja de In The Mood…)

En la puesta en escena vuelve a resaltar por lo estilizado de la propuesta, que huye del naturalismo. De nuevo en esta ocasión Wai cuenta en la dirección de fotografía con la colaboración de Christopher Doyle y Pun-Leung Kwan, siendo este uno de los puntos fuertes de la cinta al lograr imágenes de tal estilo, elegancia y exquisitez que difícilmente se borrarán de las retinas del espectador. Son recurrentes en la paleta de colores el esmeralda y el rojo, junto a los virados al sol, colaborando a sumergirnos en una estética, por momentos cercana a lo onírico. En lo formal también se pueden apreciar similitudes con su precuela. Así en 2046, al igual que en aquella, la curiosa disposición de la cámara y el encuadre escondido en algunas escenas introducen al espectador, como voyeur, en la escena (a veces en un plano subjetivo que nos hace cómplices de la mirada del señor Chow); también la composición de los primeros planos de los personajes encuadrados por los objetos o el mobiliario, más comunes en su precuela, siguen haciendo acto de presencia. El esmero puesto en el aspecto de cada plano confieren un carácter teatral e incluso artificioso a la película, más pronunciado si cabe que In the Mood…

La historia se centra especialmente en las vivencias de uno de los miembros de la pareja protagonista de In the Mood for Love, el señor Chow, de nuevo interpretado por el galardonado Tony Leung, por lo que esta película podría funcionar como secuela de su predecesora si no fuera porque los sucesos narrados contradicen la cronología de los hechos de su precuela, lo que ayuda a recalcar el carácter irreal y fantasmagórico de los acontecimientos, vinculados a las memorias y sentimientos; a la nebulosa de los recuerdos y añoranzas en su esencial inexactitud. Haciendo el ejercicio de comparar ambas se manifiestan curiosos contrastes entre ambas, como si la una fuera la contraparte. Así, por poner tan solo un ejemplo, si en In The Mood for Love, se nos muestra un amor platónico que es reprimido, apenas sin contacto físico, en 2046 se nos muestra lo cotrario, encuentros sexuales constantes entre parejas sin amor; si In the Mood… Los protagonistas se muestran discretos y contenidos, en 2046 son pasionales, desmedidos, lujuriosos…

La película comienza con una historia "cyberpunk". Por un momento lo “real” y la ficción se entremezclan en un juego de ficción dentro de la ficción configurando dos ámbitos narrativos dentro de la película. En uno rememoramos junto a Chow sus vivencias, dando saltos constantes de tiempo, manifestando, antes que una representación cronológicamente exacta de hechos, el carácter subjetivo de escenas que representan las memorias de nuestro protagonista. En paralelo se nos presenta un mundo futurista de estética cyberpunk, que no es sino un relato escrito por el propio señor Chow. En él un pasajero solitario viaja en un tren; el tren hacia 2046, donde se dice que nada cambia. Es el tren de los recuerdos perdidos, en el cual se suben aquellos que desean recuperar lo que una vez tuvieron y perdieron. Así los sucesos de la anterior película cobran el carácter de recuerdos perdidos; de unas vivencias idealizadas por la memoria, de un amor del pasado que el señor Chow tratará en vano de sentir de nuevo. Se pone de manifiesto una de las temáticas recurrentes de este autor, la temporalidad de la que somos testigos impasibles y de la cual solo podemos apropiarnos mediante el recuerdo y la imaginación.

En definitiva, 2046 nos sumerge en una atmósfera poética marca de este cineasta hongkonés. Estamos ante el cierre con broche de oro de esta magistral trilogía; si bien su principal “hándicap” es su falta de autonomía con respecto a sus predecesoras, las cuales funcionan como historias independientes. 2046 es una síntesis del estilo de este autor que debe recibirse como una experiencia estética y emocional. Esta obra brilla con luz propia por el cuidado y la dedicación que se reflejan en un trabajo tan artísticamente equilibrado, por su genial uso de la fotografía y por el manejo de recursos cinematográficos en cada plano, por la profundidad de sus temas, por la complejidad de sus personajes y por las buenas interpretaciones. La edición y el montaje son también arriesgados, el autor opta por una narrativa fragmentaria y no lineal que otorga al conjunto la apariencia de un "puzzle" en el cual solo es posible comprender el todo cuando ya están dispuestas todas sus partes. Por mi parte, y ya para concluir, considero que la así llamada Trilogía del amor de Wong Kar-Wai es un medio ideal para introducirse a la filmografía de este aclamado autor y dejarse encandilar, como en mí caso, por su fascinante y evocador universo. 2046 en particular funciona como síntesis de las obsesiones del autor: la soledad, la imposibilidad del amor, el peso del pasado sobre nuestro presente, la memoria, la añoranza y los recuerdos etc.
mr albor
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7
26 de marzo de 2024
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película "Animal Kingdom", dirigida por Thomas Cailley, presenta los típicos elementos de una historia de "coming of age". La trama sigue a un adolescente que lucha por encontrar su lugar en el mundo, atravesando cambios y conflictos que lo conducirán de la infancia hasta la madurez.

La narración tiene lugar en un mundo en el que algunos seres humanos están sufriendo mutaciones que los convierten en una especie de híbridos entre humanos y animales de diversas especies. Estas mutaciones son las que llevan al confinamiento, en apariencia sanitario, pero que encubre una realidad opresiva y discriminatoria para estos híbridos de la madre del protagonista de esta historia, Emile.

Emile, que se muda con su padre a una zona cercana al centro de confinamiento donde su madre, afectada por estas mutaciones, ha sido ingresada tras el acontecimiento de un incidente. En un primer punto de giro, la madre de Emile se escapará junto a algunos de los otros híbridos durante su traslado, convirtiéndose su búsqueda en la motivación principal del padre de Emile. Nuestro protagonista, quien en un principio repudia a su madre, sufrirá en carne propia sus mismas mutaciones, lo que iniciará un desarrollo de personaje desde la negación al renacimiento. En su proceso de transformación, Emile conocerá la amistad en Fix, uno de los híbridos fugados del incidente, junto al cual aprenderá a aceptar su nueva condición y se prestarán mutuo apoyo, vivirá su primer romance, y reconectará con su padre.

El universo de la historia trata de forma realista la premisa fantástica que maneja. Los híbridos se ven progresivamente alienados de manera casi absoluta de la sociedad y la civilización. El trato recibido por los híbridos, catalogados como "asquerosos", puede recordarnos al padecido a lo largo de la historia por otros colectivos, trayendo reminiscencias de procesos masivos de exclusión y reclusión descritos por autores como Michel Foucault. Por lo que la hibridación hará que se vean socavados los cimientos de la realidad del protagonista, pudiendo verse, no solo excluido, sino incluso violentamente amenazado.

La narración conduce a Emile por una serie de conflictos tanto externos como internos que culminarán en su renacer y en el reconocimiento de una nueva identidad. En el caso particular del adolescente protagonista, las mutaciones representan una clara metáfora que ilustra los cambios: desde los más o menos notables y repentinos, por los que todo adolescente debe pasar, hasta otros cambios más "anómalos". En este sentido, la historia, como toda propuesta de fantástico que se precie, se nos abre en un crisol de interpretaciones, estando lo "queer" presente en todo momento.

Como se puede observar, el esquema es familiar, y no se podría decir que la originalidad sea el principal aliciente de esta historia, que nos podrá recordar a otras tramas ya realizadas con buena fortuna anteriormente (pienso en Ginger Snaps, pero seguramente el lector podrá pensar en otros casos), en este caso contando además con el peso central de la relación paterno filial, soportada loablemente por parte del elenco. Por otro lado, Emile recorre muchos de los típicos estadios del viaje del héroe, haciendo su aparición la figura del mentor y, en este caso, amigo. Además, tenemos el aderezo del interés romántico, que sin alcanzar mayor trascendencia, tampoco se hace molesto. Por lo que, a pesar de ser una iteración más del típico drama "coming of age" con tintes de fantástico en un escenario naturalista (lo que nos trae a la memoria la reciente y también notable Thelma), se destaca por los méritos de su realización, factura técnica, actuación (destacando la de los dos intérpretes masculinos) y, sobre todo, por los excelentes efectos especiales prácticos, que merecen mención aparte.

Si algo hace sobresalir esta propuesta es, en mi opinión, el catálogo de efectos prácticos de los que hace gala; tanto el maquillaje como los animatrónicos son fascinantes y tienen una integración sensacional dentro del universo de la película, que como ya señalé, tiene lugar en un escenario que no dista de nuestra propia realidad. En conclusión, una pequeña sorpresa audiovisual que cumplirá las expectativas tanto de los incondicionales del fantástico como de los que disfruten de un típico pero bien ejecutado drama "coming of age".
mr albor
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4
8 de agosto de 2022
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con motivo del estreno (y el grán éxito) de The Black Phone, del cineasta Scott Derrickson, el cual cuenta ya en su haber con otros grandes éxitos comerciales como Sinister, he decidido dar una segunda oportunidad a uno de sus éxitos más tempranos: El exorcismo de Emily Rose. Película que, tras su visionado siendo yo todavía adolescente, terminé por condenarla al olvido de todas las películas sobre posesiones y temática sobrenatural genéricas estrenadas en la primera década de siglo. Veamos si mi primera impresión juvenil fue apresurada y por el contrario estamos, no ante una más, sino ante un hito del cine de género, como algunas voces han querido reivindicar.

En los primeros años de los 2000 cine de terror sobrenatural y, especialmente, las películas de exorcismos estaban de moda. En esa época, con el estreno del (poco acertado) corte del director del clásico de Willliam Friedkin, El Exorcista (1975) (clásico que todavía en los 2000 conservaba su aura de experiencia aterradora, algo explotado, recuerdo, por los pases publicitarios que la proclamaban como la película más terrorífica de todos los tiempos). Naturalmente a rebufo de este reestreno el cine de exorcismos se puso a la orden del día, para regocijo, imagino, de los sectores religiosos más recalcitrantes. Muchos críticos desde entonces han afirmado que el interés por el cine de terror proviene del anhelo de lo transcendental en una época de creciente cuestionamiento de la religiosidad tradicional en occidente. Y precisamente en la vertiente religiosa de este fenómeno cinematográfico se puede alinear mejor la obra de Derrickson, jugando en su promoción con la baza del “hecho real” o “los hechos que inspiraron a El Exorcista”. La historia, un híbrido de género judicial aderezado con producción de terror hollywoodiense, sigue a la abogada Erin Bruner en su defensa de un párroco católico acusado de homicidio negligente al tratar de aplicar un exorcismo a la joven Emily Rose, el cual terminó por costarle la vida a la joven universitaria. Lo que comienza como una oportunidad para lograr hacerse socia de su bufete, acaba por involucrar personalmente a la ambiciosa abogada, interpretada por Laura Linney, pasando rápidamente del agnosticismo a encontrarse en medio de una lucha contra fuerzas demoníacas. Entre escena y escena se intercalan "flashbacks" que nos muestran la posesión y exorcismo de la joven Emily. Como se podrá intuir, la trama judicial presenta el trillado debate entre espiritualidad y racionalidad científica o, llegado a determinado punto, ciencia y pseudociencia. La historia, que más que hacer partícipe al público de un dilema y dejar suficiente margen de ambigüedad para que cada cual saque sus conclusiones, nos presenta una narración convencional en la que el espectador tiene acceso privilegiado a los hechos discutidos en el juicio, sin dejar un margen, insisto, al propio juicio del espectador, o levantar atisbo de duda sobre la posibilidad de sugestión o paranoia de los involucrados. Lo que podría haber sido el Rashomon de las películas de exorcismos es en realidad un ensamblado de trama judicial (lo más interesante de la película) con una trama explícitamente sobrenatural de terror convencional que arruina todo cuestionamiento crítico que baría podido elevar esta película sobre la sobresaturada oferta de películas de exorcismos. Optando por decantarse en todo momento por una versión nada escéptica de los acontecimientos y dejando poco margen a la interpretación del público, el resultado es un relato totalmente entregado a lo sobrenatural y lo esotérico, con un tufillo a religiosidad rancia que si me dicen que viene auspiciada por alguna secta puritana no sería sorpresa alguna. Esta película parece competir en el terreno de productos religiosos que juegan con la baza del miedo a lo sobrenatural y la superstición para manipular los sentimientos religiosos.

Ante lo visto resulta sorprendente que EEdER se haya ganado tanto favor a lo largo de los años. Los momentos de terror, como las escenas de exorcismo, palidecen ante la inevitable comparación con el clásico del 75, comparación además forzada por la propia estrategia de venta del filme, lo cual acaba jugando en su contra, pues no destacan en absoluto en su (efectista pero no efectiva) realización, teniendo en cuenta, por añadidura, su falta de originalidad. En definitiva, estamos ante una oportunidad desaprovechada de hacer brillar una buena trama judicial capaz de plantear un debate sobre algo con calado real en la sociedad de la época debido al fenómeno creciente de los exorcismos (llegando los casos de muerte durante exorcismos aun a la actualidad).
No quiero acabar sin mencionar otra película similar, que quizás pasó injustamente desapercibida y que, en mi opinión, logra con mucho más atino ofrecer un punto de vista crítico sobre la explotación del miedo y la superstición religiosas por parte de ciertos sectores, aunque, como en el caso de El Exorcismo de Emily Rose, acabe echando por tierra todo atisbo de escepticismo al recurrir al terror efectista en su tramo final. Hablo de la película El Último Exorcismo, película que combina el "found footage" con el cine de exorcismos. Cinta relevante por dos factores: primero por llegar en 2010, cinco años después de EEdER y, por lo tanto, como indica el propio título, en la decaída de la popularidad del fenómeno del cine de exorcismos y, por otro lado, por formar parte del auge en popularidad del subgénero de metraje encontrado, a tres años del estreno del super éxito Paranormal Activity.
mr albor
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8
30 de enero de 2024
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al servicio secreto de su majestad es única dentro de la saga del agente secreto más célebre de la cultura pop. ¿Pero a que se debe esta exclusividad?

Para empezar, por su actor. Esta es la única entrega en la que participó el actor George Lazenby, para sustituir a Sean Connerey en su icónica encarnación del espía británico. Lazenby encarna a un Bond físico, que no dudará en recurrir a sus puños, dando como resultado momentos con una más que decente dosis de violencia, pero sin dejar de lado la faceta más dandi del personaje, que hace gala de sus modales, su estilo y su refinamiento. Es, además, un Bond que tiene su propia agenda, y que no duda en desafiar a sus superiores.

Otro elemento que hace que esta película brille con luz propia y que no se volvería a traer, que yo recuerde, hasta las encarnaciones más modernas del personaje, es el romance. Estamos ante un James Bond enamorado, con lo cual la película nos ofrece la faceta más brutal y más tierna de 007 —sin que ello sea impedimento para el lado más mujeriego y seductor del personaje emerja en la forma de algún affaire, delatando su tapadera y condición de agente secreto en un giro clave para la película—. Sin perder su humor y estilo campy, esta película reduce la tasa habitual de misoginia a la que nos tiene acostumbrados la franquicia, dejando más agencia al protagonista femenino de la cinta, que llega a enfrentarse por si misma a los secuaces del carismático villano, interpretado con gran acierto por el recurrente Telly Savalas.

Todo lo anterior unido a sus numerosas y emocionantes escenas de acción y trepidantes persecuciones en esquí aprovechando espléndidamente las locaciones sobre la cordillera alpina, hacen de esta una de las entregas de nuestro agente británico más popular que mejor ha resistido el paso del tiempo. Tanto es así que ha sido reivindicada por cineastas de la reputación de Christopher Nolan (el escenario nevado evocará sin lugar a dudas ciertas imágenes de lo que, bien visto, es otro acercamiento al cine de espionaje como es Inception), alcanzando cierto estatus de culto en tiempos recientes. Por lo que, en mi opinión, estamos ante un sólido entretenimiento que acercará a la franquicia a aquellos que, sin ser grandes entusiastas, busquen un solvente entretenimiento, sirviendo de vía de entrada en el universo del inmortal espía con licencia para matar. Quizás los más fieles fanáticos de la franquicia se verán un tanto decepcionados por la baja representación de algunos personajes y elementos típicos de la saga de Bond, tales como los icónicos "gadgets" proporcionados por el célebre Q, que apenas realiza una pequeña aparición cerca del desenlace de la historia. Sea como sea, más de uno disfrutará de una historia original dentro de su contexto y más próxima a la sensibilidad del espectador actual, presentando ideas que tendrán mayor desarrollo en las incursiones más recientes de la saga.
mr albor
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9
16 de septiembre de 2022
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estamos ante un drama rural, contado crudamente, sin concesiones. Una visión descarnada sobre la España de la Transición, que muestra las consecuencias del aislamiento, la crueldad y la ignorancia, y el atraso del mundo rural tardofranquista; algo que se pone de manifiesto en el trato que dan los humanos a los animales, como (tanto peor) en el daño que se infligen los propios seres humanos. Nadie se salva de la mirada cáustica de nuestro cineasta: ni los campesinos representados por el alimañero y la relación casi incestuosa con su madre, ni la élite gobernante, encarnada en la figura del gobernador, quien, a pesar de vivir entre algodones en la ciudad, vuelve esporádicamente al campo donde se había criado y compartido crianza con Ángel (el alimañero), aprovechando el levantamiento de la veda para la caza, acompañado cómicamente por todo un séquito, dilapidando así recursos públicos; los guardias civiles que le sirven de escolta harían mejor labor persiguiendo al prófugo, que tendrá relevancia en la trama, que perdiendo el tiempo en los caprichos del gobernador.

No solo está presente la representación de las clases populares rurales, sino también hacen su acto de presencia personajes del mundo urbano; el ya mencionado delincuente y su enamorada, la adolescente Milagros, que decide escapar del reformatorio de monjas en el que está interna auxiliada por nuestro protagonista, Ángel, el sencillo alimañero. Se nos muestra el reformatorio regido por mano de hierro por las monjas, lo cual puede interpretarse a su vez como una crítica de la connivencia de Iglesia y estado durante el período de dictadura militar. Represión que, lejos de tener un efecto redentor en las jóvenes internas, semeja, por el contrario, empeorar el embrutecimiento de las muchachas; metáfora perfecta del resultado de cuarenta años de dictadura militar y opresión religiosa en la sociedad española.

En definitiva, estamos ante una producción que por accidente se acabó erigiendo como emblema contracultural de la Transición, contrastando la oscuridad de la cinta con la ideología del “relato oficial”, interesado en ocultar las sombras de ese episodio de nuestra historia y presentarlo a la ciudadanía como “ejemplar”, espléndido, luminoso y optimista; un optimismo que es confrontado por el retrato crudo y descarnado de una sociedad en la que aún persistían sin exorcizar los fantasmas de la dictadura: la ignorancia, la brutalidad, la crueldad y el atraso social y económico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
mr albor
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