Es algo común y fácil calibrar la calidad o no de una película en base al trabajo de los actores.Que el trabajo de Meryl Streep es inmejorable, desde mi punto de vista no desmerece la labor digna y correcta del equipo de trabajo de la película encabezado por Phyllida Lloyd. La dama de hierro me ha parecido un encomiable biopic entre otras cosas porque contar sobre la política es tremendamente difícil por lo poco atractivo y la pereza que despierta por recurrente, cansino y plúmbeo en nuestra rutina visual. La película de Phyllida Lloyd trata sobre el inmovilismo mental que conlleva la ideología conservadora y sus consecuencias. La consideración de una ideología como algo ageno al devenir del tiempo y las circunstancias de una realidad que cambia de forma rauda e incuestionable no tiene otro final que la pérdida de cordura y ,por ende, el fracaso. La fijación de unas ideas y la práctica de las mismas sin oir al resto encastra y necrosa a quien las posee. La magnífica escena donde la protagonista pierde el control y verbaliza una arenga de insultos a quien se supone que es su mano derecha por el simple hecho de un error ortográfico, es toda una declaración de intenciones por parte de la directora: un alegato enmascarado acerca del conservadurismo y sus contraindicaciones. Creo sinceramente que la película trata finalmente sobre el talento como única arma posible para lograr la coherencia a pesar del paso del tiempo sobre las personas. Talento para crecer con los ojos y los oidos bien abiertos. Talento para saber que el paso del tiempo y la cordura son incompatibles en los seres humanos .Talento para vivir acorde con la vida real que fluye sin cortapisas.