Es difícil expresar con palabras la absoluta y sublime genialidad del planteamiento de esta película.
Lejos de rendirse ante convencionalismos y lugares comunes, opta por transitar caminos menos trillados y se revela como un auténtico tour de force del director, aliado con Sandra Bullock, para armar una serie de personajes con los que el espectador establecerá una relación intensa de odio desmedido prácticamente desde el primer segundo de metraje.
El director opta por hacer desaparecer cualquier conexión con sentimientos humanos reales y convierte a los personajes en marionetas cuyas motivaciones se tornan un misterio apasionante y embriagador que, muy posiblemente, sentará las bases de un nuevo movimiento artístico o, por lo menos, una nueva forma de acercarse a la creación: cero empatía.

Es una lástima que Sandra Bullock no haya optado por interpretar ella misma a todos los personajes (a là Eddie Murphy), incluyendo al jugador de rugby tontorrón pero noble. Ella puede con eso y más.

En definitiva, una película IMPRESCINDIBLE para entender el movimiento dadá contemporáneo.

Bueno, a la hora de ir al cine a ver esta película no me esperaba grandes personajes llenos de matices ni tampoco un guión especialmente creíble.
No tenía las expectativas demasiado altas, la verdad, pero lo que me encontré estaba muy, muy por debajo de lo mínimamente exigible: las situaciones rozan la parodia en muchos momentos y la relación padre-hijo de los protagonistas es digna de una redacción de un niño de 6 años.
Es de esas películas que de tan malas provocan fascinación.
Por favor, no pagues por ver esta bazofia.

Me he permitido la libertad de realizar una pequeña lista de actividades alternativas al visionado de esta "película" que, sin duda, serán más divertidas que verla:
-Contar nubes.
-Estar sentado en una silla.
-Mirar al infinito.
-Echarse una siesta.
-Esperar en la cola del supermercado.