Que el adorable borracho y fornicador Hank Moody es un preconcebido y poco-moderno pastiche de lo que fueran Charles Bukowski y Jack Kerouac en el siglo pasado (sí amigos, el siglo XX, quien haya pensado en el XIX es que ya se está haciendo viejo) es obvio para cualquiera que haya leído un poquito en su vida. Siempre me sentí bien leyendo los libros de esos pobres desgraciados busca peleas del mismo modo que me sentaba bien ver la serie Californication por una sencilla razón fácil de asimilar: hay tipos a los que la vida les trata mucho peor que a mí. Así es, hasta hace poco leía a Bukowski por las noches y me acostaba felizmente, pensando en que no me iba tan mal en la vida teniendo en cuenta que podría estar en un cuchitril muerto de asco bebiendo el vino más barato del supermercado hasta ahogar mi conciencia y vomitar día tras día, hora tras hora. Visto de ese modo, mi vida es la de un feliz burgués, aunque tipos más cínicos se rían de mí por estar atado a un horario, un trabajo y unas obligaciones, al menos yo tengo mi vida, una buena vida que quiero conservar e ir mejorando.

La que empezó siendo una serie interesante y entretenida basada un escritor con talento, tanto para la expresión literaria como para los vicios, luchando entre los pecados carnales de un Hollywood repleto de tías buenas salvajes y la recuperación del amor de su mujer y la estabilidad familiar, se ha convertido en las últimas temporadas en un cocktail de drogas, sexo y falta de escrúpulos que cada personaje se engulle libremente intentando aumentar la cuenta en cada capítulo. No me malinterpretéis, me encanta que aparezcan hermosas ninfas californianas bien dotadas y nada virginales, y he de reconocer que envidio el don inconsciente de Hank de poder cautivar hermosas mujeres en cualquier momento. ¡Pero lo que ocurre últimamente no tiene el mínimo sentido!

Unir de nuevo a la familia Moody tal vez hubiera dejado a los espectadores demasiados contentos, es verdad, quizás con la continua separación del protagonista con su eterna amada Karen consigan dar un poco de intriga a lo que queda de serie. Pero esto ya empieza a convertirse en un Cómo Conocí a Vuestra Madre completamente desmadrado. Si antes cualquier espectador podía identificarse con el cabroncete de Hank, o incluso del simpático calvito-rarito Rankel, y sentir pena por él porque intentaba por todos los medios volver a reunir a su mujer e hija, ahora no hay ninguna forma de conectar con él. Quien va a sentir lástima de un borracho, drogadicto al que se le han ofrecido 10 millones de oportunidades y directamente ha hecho un canutillo y se las ha esnifado. ¡A la mierda con ese tío! Para mí la serie murió con la dignidad que le quedaba al brillante escritor, ese que ya no asoma por ningún lado, el que antes afrontaba sus responsabilidades aunque la cagase y ahora ni siquiera lo intenta.
Maldita sea, llamadme clásico, romántico, cerrado de mente o lo que os hayan enseñado en el colegio. Esta serie está hundida desde hace mucho, tal vez debió terminar antes, tal vez aún se pueda arreglar, todo dependerá de lo que nuestros queridos y desconocidos guionistas, tan sabiamente conocedores del inframundo drogadictil del Paraíso Estadounidense, decidan. Yo, por mi parte, ya lo hice.