¿Os acordáis de aquellos pestiños que nos tragábamos estóicamente en los 70 y los 80, sin rechistar, no fuese a ser que los culturetas que teníamos alrrededor nos dijeran que no estábamos a la altura de la verdadera transcendencia de la cinta?. Películas de gente que, subiéndose al carro de los directores de culto (los de verdad), se marcaban unos bodrios que hacían temblar al mundo. Pues eso. Aquí estamos muchos años después, con el mismo rollo, pero elevado a la n. Lo que pasa, Lars von Trier, es que esto ya no se lo traga nadie, que por muy bien que esté Charlotte Gainsbourg, la película es una castaña. Bueno, ni eso, que las castañas están muy ricas. Es, simplemente, el ejercicio de un niño mimado, que se cree que tiene derecho a todo y que no demuestra ni el más mínimo respeto por todos aquellos que se van a dejar una pasta en ir al cine para que él cobre los derechos de autor.
Hace poco vi, en un programa de cine, una encuesta en la que se pedía que dijeras cuál era, para ti, la mejor y la peor película que habías visto. Yo siempre he tenido muy claro cuál es mi película favorita, pero la peor, la verdad, nunca me lo había planteado, y estuve dudando un tiempo. Afortunadamente, a los pocos días, vi este Anticristo, y Lars von Trier vino a resolver todas mis dudas. Sin miedo a equivocarme, afirmo que, a día de hoy, esta es la peor película que he visto en toda mi vida.

Puede parecer el típico documental de animales de la 2 pero, sin quitarles el mérito a éstos, aqui tenemos algo mucho mejor. Es un delicioso y sorprendente cuento sobre la vida de estos animalitos, desde que nacen hasta que se hacen adultos, mostrando todas las peripecias por las que pasan cuidando a sus crías, jugando, creciendo, vigilando (maravilloso ver como salen de las madrigueras poniéndose sobre las patas traseras y cotilleando todo lo que hay a su alrrededor), etc. Se nos muestra a unos bichitos que, ya de por sí, son encantadores y muy divertidos y que, en este documental, están retratados con mucho humor y cariño. De verdad, muy recomendable.

Aunque pasen los años sobre ella, aunque la veamos mil veces, aunque ya casi nos la sepamos de memoria nunca dejará de conmovernos su historia de amor ni de exaltarnos su canto a la libertad. Cada vez que oímos El tiempo pasará, se nos pone la piel de gallina; cada vez que oímos la Marsellesa, se nos saltan las lágrimas. Y qué decir de Bogart, con su americana blanca, de Claude Rains con su gorra de policía, caída hacia un lado y de Ingrid Bergman diciéndole a Sam que toque su canción otra vez. En fin, que si nos parece la película más maravillosa de la historia del cine, si cada vez que la vemos nos gusta más, si nunca nos aburre, si siempre encontramos algo nuevo con lo qué maravillarnos, entonces , ¿porqué vamos a dejar de verla, una y otra vez?. Cada vez que estemos mal, cada vez que estemos bien, cuando estemos solos, cuando estemos con alguien especial, siempre, ahora. Ya.

Película de traficantes y polis. Los polis, véase Nicolas Cage, a ratos son buenos y a ratos son malos. Lo que no me ha quedado muy claro es que fuera muy corrupto, a no ser que fuera por todo lo que se metía para el cuerpo, especialmente por la nariz. Tampoco me ha quedado claro si se metía tanto por vicio o por lo que le dolía la espalda al hombre. Pero, aunque no se puede comparar a Cage con el Keitel, me quedo con ésta antes que con la de Ferrara