Euphoria te obliga a plantearte hasta qué punto nuestra juventud es así.
Todos los personajes viven en el límite de temas como las drogas, el sexo ó la violencia. Y cuando digo drogas hablo de poner en serio riesgo la vida; cuando digo sexo hablo de porno explícito; cuando digo violencia hablo de maltrato y pistolas.

Y aquí surge una duda trascendental que yo no he conseguido resolver: ¿Hasta qué punto Sam Levinson ha pretendido denunciar todo esto? Porque a mí me queda la sensación de que la serie tiene más sabor de justificación que de denuncia.

Hablamos de chavales de 16/17 años que no tienen ninguna base sobre la que construir su vida. No tienen cimientos intelectuales que les haga hacerse alguna pregunta sobre el pasado o el futuro.

Son víctimas, (y aquí está la justificación que los exime de cualquier responsabilidad), de sus propios padres que no ejercieron su deber educativo, arruinando las vidas de sus hijos al dejar su educación en manos de un sistema que no está diseñado para educar en moral o ética, y probablemente tampoco para inculcar curiosidad intelectual. Padres que solo se esforzaron en que ellas fueran las más guapas, y ellos los mejores en algo (deportes, estética, novias). Para que veamos esto, al principio de cada capítulo, se nos muestra como fue su infancia, mostrándonos todos los errores de sus progenitores.

Por ello, los chavales muestran una falta de curiosidad por nada, realmente aterradora. Son seres vacíos. Cerebros en blanco. Son animales instintivos que lloran si duele, se entristecen si algo no les gusta, o ríen si algo es divertido, pero muestran una gran incapacidad analítica de sus propias vidas, y lo que es peor, son conscientes de ello y se niegan a hacerse preguntas ó tomar decisiones difíciles.

Su base para el encuentro con la sexualidad es el porno en internet, que ellas y ellos lo toman como una escuela a la que imitar.
El uso de las drogas está justificado ante cualquier problema que, por muy grave que sea, cualquier joven ha pasado de uno u otro modo. El más fuerte manda, lidera, y es el que tiene la razón. Ellos son agresivos, ellas sumisas.

Toda su vida se basa en la apariencia, en lo que los demás opinan de ellos. El vestuario de ellas siempre es llamativo, extravagante. El maquillaje es ridículamente fantasioso, como si todos los días fuera carnaval. El instituto no es un lugar de aprendizaje sino un expositor donde mostrarse y ofrecerse. Nadie estudia, nadie lee, nadie tiene trabajo escolar en casa. Son víctimas del materialismo puro y dura. La idea que inculca el sistema capitalista en nuestras mentes de que lo único importante es tener dinero, ir a fiestas y comprar cosas.

Los protagonistas tienen dinero suficiente para disfrutar de un fondo de armario exagerado, y nunca les falta coche, alcohol y las drogas. Y este poder lo toman como un derecho. Casi no existe planteamiento ni exigencia paterna o materna de que tienen deberes. Tan solo en alguna situación, excepcional en la serie.
No dejan de cometer locuras pero nada les pasa factura.

Y llegados a este punto llegan las preguntas porque hasta donde sé, esta serie se hizo popular sobre todo por los maquillajes de las protagonistas. Si eso es lo que más llama la atención de una serie tan debastadora, ¿no es un reflejo de la realidad?
¿Qué tanto por ciento de los jóvenes de hoy en día ven esta serie y no les parece fuera de la realidad?
¿Acaso nuestra juventud es tan vacía como lo que refleja Euphoria?

Una parte de mí quiere pensar que no, pero otra me dice que sí, que esta serie refleja una terrorífica realidad. La de nuevas generaciones de jóvenes maleducados por padres que no quisieron asumir la responsabilidad de poner esos cimientos morales, éticos e intelectuales; esperando que el sistema educativo lo hiciera todo por ellos.
Euphoria es tan buena, que a mí me ha dejado con un inquietante sentimiento de que lo visto era real.