Para mi asombro, se muestra a una niñita mona, infantil y caprichosa, que parece ir detrás de su príncipe azul como un pollo sin cabeza. Una mujer a la sombra y cobijo de su amante, cuyas ideas y principios sobre su forma de vida, el tipo de relación que quiere tener y su manera de concebir el amor, parecen ser insufladas e impuestas por su pareja, y no fruto de la reflexión o criterio propio. Una mujer que parece ir de aquí para allá sin rumbo, a merced de las decisiones de su amado. Y no entremos a valorar la cuestión de la maternidad. Desde el principio se muestra la imagen de una niña poco responsable, haciendo entrever en el espectador negligencia en la muerte de su hija, olvidando que en aquélla época ser madre a los 18 años era lo más normal y común del mundo y, no por concebir a la criatura fuera del matrimonio, se puede retratar a la muchacha como una madre negligente. Por otro lado y desgraciadamente, la mortalidad infantil era muy elevada en aquélla época, y los niños prematuros no tenían las posibilidades de salir a delante que tienen hoy. Mary Wollstonecraft Shelley fue una de las escritoras y pensadoras más destacadas de su época, defensora de unos principios y valores muy adelantados y rompedores para la sociedad burguesa del siglo XVIII. La cinta, a mi gusto, termina reflejando una niñita burguesa, infantil y caprichosa que, casi por suerte divina, escribe una obra que pasará a la historia. A parte de ser muy pobre en cuanto a los diálogos y profundidad en los personajes, haciéndome dudar en ocasiones si estaba viendo la biografía de la escritora de Frankestein o la saga Crepúsculo. Cuidado, me parece bien y necesario que se refleje la comodidad de los pensadores e intelectuales burgueses, y las contradicciones y vivencias de dos jóvenes acomodados y soñadores, pero la cinta no se puede reducir a eso: una fiesta de adolescentes. En fin, que falta profundidad y matices por todas partes. Sin embargo, recomiendo verla, ya que abre un debate interesante vista desde una visión crítica.