Léolo es, sin duda, una de las grandes creaciones cinematográficas de carácter existencialista. Miedo, amor, bondad, odio o melancolía son los ejes vertebradores de esta obra de arte: vida, en general.
Apología de la juventud, de la ternura de la infancia, en Léolo, el protagonista sueña con ser quien no es, con un amor supremo y un lugar idealizado.
Además, Leo ama la lectura y la escritura como principales fuentes de evasión y de búsqueda de placer, en una soledad que el protagonista desprecia cuando surge en compañía de los seres que conforman el relato de su vida.

Léolo es, por tanto, una obra que rinde culto al arte de vivir y de soñar.

Escribo esta crítica mientras me hallo en el meridiano, a priori, de la cuarentena a la que se está enfrentando España a causa del COVID-19. Nunca había escrito una crítica en esta página pero esta película lo ha merecido.
El porqué del título es claro: mientras que la película tiene un inicio prometedor y un componente de intriga bastante atractivo, comienza a convertirse turbiamente, hacia la media hora, en una mezcla del tópico, la previsibilidad y la actuación plana que desemboca en un cúmulo de excesos y sobreactuaciones que hacen de la película perder cualquier valor más allá de la filosofía que intenta transmitir.
Es decir, creo que el fondo es bueno pero han utilizado los peores medios posibles para transmitirlo y llegar hasta él.
Escribo esta crítica porque seguramente en un futuro me preguntaré sobre esta película y nunca está de más recordar qué pensaste cuando la viste para, de esta forma, evitar posibles tentaciones de una revisualización.

Saludos.