Después de dos obras del 86 y el 88 sobre el tema firmadas por Tavernier y Eastwood, la del Sr. Spike Lee sobraba.

Si empezamos con el guión, está lleno de convencionalismos. No hay una trama sólida y da la impresión que el director se ha dedicado a hacer un pastiche para agradar al público dejando de lado profundizar si es que lo pretendía en este mundo.

¿El problema racista plasmado en la novia francesa de uno de los músicos?
¿Las adicciones plasmadas en la ludopatía del personaje que encarna el propio director?
¿La explotación encarnada por dos empresarios de opereta?

El guíón forzado en exceso para crear las tensiones dramáticas.

La música e interpretaciones son prescindibles después de oír las de las dos películas que nombro al principio, y el final aún lo es más.

La historia del cine no se hubiera resentido lo más mínimo sin la aportación del Sr. Lee en este caso