Ni emociona, ni entretetiene, ni cuenta nada. Es una sucesión de escenas más bien inconexas, tratando de yuxtaponer batallas y escenarios sin otro sentido que el meramente comercial. Y tampoco eso lo hace bien, porque aburre por su argumento errático y su poco sentido en general. Amén de sus flojas interpretaciones.
Sólo merece cierta consideración la inclusión (tímidamente valiente) de la homosexualidad o bisexualidad en su dimensión histórica. Pero hasta en esto creo que yerra: si yo fuera homosexual, más que agradecido, me sentiría ofendido por una recreación tan artificial, pusilánime y ñoña de esa orientación sexual, que revela casi tantos prejuicios como el obviarla.

Como película histórica, sin ser gran cosa, es entretenida. Tiene ingredientes para gustar: un tema interesante, buena puesta en escena, decorados espectaculares (al estilo Scott), acción dosificada, un argumento simple pero sin ser muy malo...Incluso el mensaje de tolerancia que pretende transmitir es elogiable.

Lo que la pierde son los juicios de valor sobre los hechos que se relatan, propios de una mentalidad laica contemporánea, pero puestos, de forma inverosímil, en la cabeza de un hombre nacido y criado en el s.XII. No es que el protagonista no pudiera tener una postura crítica. Pero no de esa forma, no con esos argumentos, ni expresados de ese modo. Exagerando, es como si se les hubieran colado gafas de sol o teléfonos móviles: te saca de la peli. ¿Un patinazo producto de cierta ansiedad por colar ideología, por hacer crítica antirreligiosa, o social (antiestamental en este caso)?

De no ser por eso, tal vez mereciese una nota un poco más alta; pa´ pasar el rato no está mal.

Tal vez el enorme contraste con sus dos lamentables predecesoras la haga parecer mejor de lo que es, pero lo cierto es que aquél que creyese estar asistiendo en los últimos años, con dolor, a cómo se corrompía un mito, experimentará en mi opinión un verdadero alivio con este Episodio III que, esta vez sí , recupera el ritmo y la tensión argumental de la saga de los setenta-ochenta, aunque sea sólo a ratos.
El espíritu de determinados fragmentos, sobre todo de acción, se acerca bastante al de la trilogía original, incluido cierto contrapunto humorístico que se había perdido en las anteriores; y la interpretación, muy mejorada respecto a lo visto hasta ahora, de Mcgregor y Christensen (sobre todo de éste último) consigue, por fin, recordarnos de verdad en algunos momentos al Kenobi y al Vader que conocíamos.
Su mayor defecto es que juega con un argumento predeterminado, y esto, aunque no tendría por qué restarle interés ni ser necesariamente un problema, sí da lugar en este caso a que algunas escenas parezcan resolverse de una forma un poco forzada. En otras, al contrario, y en contra de lo que yo me esperaba, no defrauda.
Conclusión: que Lucas, en las anteriores entregas, o fue secuestrado por el reverso tenebroso de la fuerza cinematográfica, o le cegaba la gana de hacer caja. Porque, como se ve ahora, de cómo hacer buenas películas no se había olvidado.