He experimentado sensaciones opuestas con esta película. Al salir de la proyeción quería matar al director por ofrecerme un film con un desarrollo del argumento totalmente opuesto a aquello que yo me esperaba antes de pagar mi entrada. Caí en la trampa de lo facil, creer que un genio como Lars Von Trier simplificaría un proyecto como Melancolía al más puro estilo de cine apocalíptico al que nos tienen tan acostumbrados últimamente, teniendo como receta infalible la tensión y la angustia enfocada al terrible final.

Todo lo contrario, Melancolía se convierte en algo bello que retrata fielmente la profundidad del ser humano, una metáfora en la que nos regalan imágenes de cosas tan intangibles como el dolor, la tristeza, en definitiva, la melancolía.

Magnífica articulación del decaimiento y la sensación de vacío noblemente retratado por las dos hermanas. Se contraponen en ellas fortaleza y abandono, razón y locura, manteniendo siempre entre las mismas una unión vital, de ayuda y consuelo. Sublime giro que experimentan los dos personajes femeninos del film.

De una manera u otra, la melancolía, esa tristeza que se presenta sin avisar nos afecta a todos y nos hundimos en ella, nos succiona como aquel planeta Tierra siendo absorbido por el gran planeta de la melancolía, años atrás oculto por nuestro imprescindible Sol, que da sentido a nuestra vida y guía nuestros actos, pero que majestuosamente aparecerá tras él y se topará sin avisar con nosotros.

Y es esa melancolía la que podemos confrontarla de dos maneras, saber que se acerca, sumirnos en ella, dejarnos bañar por su luz fantasmal, esperarla y aceptarla, o podemos sentir miedo, dejar florecer nuestro lado más irracional y caer en la desesperación. Justine y Claire, Claire y Justine...

Solamente una persona que haya vivido algo así, puede llegar a mostrar con tanta belleza el terror más oscuro de la caja de sentimientos que guardamos en nuestro interior...

Grande Lars, muy grande...