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España España · Torredonjimeno
Críticas de gomezhueso
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
3
22 de octubre de 2017
15 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cámara no sabe dónde colocarse para filmar las escenas. La cámara objetiva se convierte en subjetiva sin motivo alguno, cansa y marea al espectador. La trama, muy manida. Lo mejor: los paisajes y las interpretaciones.
gomezhueso
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8
10 de abril de 2013
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
No ha habido caso igual: una película que trascendió lo puramente cinematográfico, convirtiéndose en un azaroso culebrón con repercusiones sociales, políticas y económicas, que salpicó al mundo durante los tres primeros años de la década de los sesenta. La historia es compleja, plagada de sucesos rocambolescos, tragedias incluso (el director de producción murió de infarto durante el rodaje), dimisiones, expulsiones, actos de sabotaje, huelgas, avatares de todo tipo, imposible de resumir aquí. Baste recordar que todo comenzó con la pretensión de la Fox de conseguir un gran éxito comercial que sacara a la compañía de una prolongada crisis. Se acababan de estrenar dos películas “de romanos” con descomunal éxito: “Ben-Hur” y “Espartaco”. La Fox se fijó en la “Cleopatra” de 1934 y se propuso hacer un remake que la curara de sus penurias. A partir de entonces se inició un rosario de turbulencias: el presupuesto de 2 millones se convirtió en 44; Elizabeth Taylor enfermó gravemente, obligando a interrumpir el rodaje en varias ocasiones; los escenarios iniciales, construidos en Inglaterra, tuvieron que trasladarse a los estudios Cinecittá de Roma, después de haberse filmado algunas escenas; el reparto original fue totalmente modificado; los gastos se dispararon, el rodaje se volvió caótico, incontrolado, la compañía estuvo al borde de la ruina total; antes de final, se despidió al productor y alma del proyecto, el gran Walter Wanger. Todo ello aderezado, además, con el sonado romance Taylor-Burton, quienes acabaron separándose de sus respectivas parejas y casándose. Cuando, tras casi tres años, Joseph L. Mankiewicz tuvo lista su obra, en dos películas de tres horas cada una, llegó el sustituto de Wanger, Darryl F. Zanuck, se negó a que surgieran dos filmes y ordenó un nuevo montaje que cortaba en más de dos horas el original, naturalmente con la oposición de Mankiewicz, estrenándose una copia de algo más de tres horas. Posteriormente se ha logrado ampliar el metraje a 243 minutos para su edición en DVD. Ahora se afanan por rescatar esas dos horas perdidas, ya que el soporte audiovisual moderno sí permite otros formatos más largos y flexibles. Pero tal vez sea tarde y parte del material puede haberse perdido.
Mankiewicz trabajó duramente en la considerada “la película más cara de la Historia”, escribiendo la casi totalidad del guión, aparte de dirigir, y al final sufrió la terrible decepción de tener que contemplar una obra mutilada. Perdió parte de su salud y, hasta su muerte, manifestó la aversión que le producía el resultado final. Con todo, fue un grandioso éxito y aunque al principio no logró recuperar los 44 millones, a los pocos años sí lo consiguió.
¿Qué es “Cleopatra” tras todo aquel maremágnum? Pues, naturalmente, un gran película, en donde brillan excepcionales interpretaciones (sobre todo la de Rex Harrison, que compone un Julio César inolvidable), diálogos magistrales, intimistas e inteligentes, una sutil y aguda crítica del poder político (generador de miserias para los desfavorecidos), escenas espectaculares, una música inspiradísima de Alex North, los retratos profundos y carismáticos de tres personajes históricos que se dejan llevar por sus pasiones, un trabajo magistral de Mankiewicz, que nos lega momentos sublimes, como el desfile de la llegada de Cleopatra a Roma o el travelling final. Es, al mismo tiempo, una crónica histórica y una historia de amor a tres bandas.
¿Qué imposibilita que sea una obra maestra? Pues, en mi opinión, la salvaje mutilación y manipulación a la que fue sometida (que ha impedido que conozcamos la película tal y como Mankiewicz la creó), la visión maniqueísta, convencional e idealizadora que da del mundo antiguo y algunos errores históricos, no graves.
No obstante, pese a todo, “Cleopatra” es una fascinante obra, genialmente dirigida, con elegantes planos, magníficas secuencias, grandiosas escenas coloristas de exteriores e interesantes diálogos. Confiemos que algún día se restaure en su totalidad y podamos, al fin, disfrutar la película tal y como fue concebida.
gomezhueso
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8
25 de junio de 2013
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente retrato de un paranoico, “Él” es uno de los mejores films de Luis Buñuel y obra cumbre, junto a “Los Olvidados” y “Nazarín”, de su etapa mexicana. Sorprende que, pese a que han pasado ya sesenta años de su estreno, se mantenga de rabiosa actualidad, tanto por su contenido (muy relacionado con la violencia de género), como por su puesta en escena. Se combinan el riguroso estudio de una mente enfermiza con un esperpéntico humor y una feroz crítica a la hipocresía de la moralidad burguesa y al papel represor de la iglesia.
La película nos narra el proceso paranoico-destructivo de Don Francisco Galván, un “perfecto caballero cristiano”, como lo define el cura, con la idea obsesiva de posesión, que aplica no sólo a sus fincas, sino también a su esposa. La película es tan completa y compleja que la utilizan, como material pedagógico, psicólogos y psiquiatras. Además de mostrar perfectamente las etapas evolutivas de la esquizofrenia (tensión, insomnio, desconcentración, sentimiento de ser perseguido, cambios bruscos de personalidad, alucinaciones, violencia, etc.), presenta también un rosario de comportamientos fetichistas y anormales: misoginia, voyerismo, fobias, megalomanía, malos tratos, uxoricidio potencial, podofilia, etc.
Pero “Él”, aparte de un perfecto retrato de una locura, es también el testimonio denunciante de las injusticias y vejaciones que ha tenido que sufrir la mujer dentro de una sociedad machista en connivencia con la iglesia e, incluso, con la familia.
Los protagonistas (Arturo de Córdova y Delia Garcés) están soberbios. La puesta en escena es perfecta, con un inicio sin palabras, espectacular, y con un final impredecible.
En resumen, uno de los mejores títulos de Buñuel, con escenas memorables que han servido luego de inspiración a clásicos como “Vértigo” o “¿Qué fue de Baby Jane?”. De obligada visión.
gomezhueso
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8
10 de abril de 2013
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trama comienza con el científico americano Hamilton, Jorge para los amigos, paseando en solitario por la playa de Peñíscola. En la escena final contempla una vista aérea del pueblo y asiste al despegue de su “último cohete”, en palabras propias, con las que concluye Calabuch (1956), de Luis García Berlanga. Entre esos dos momentos, Jorge experimenta con asombro un modo nuevo de encarar la vida, con sencillez, hermandad y generosidad. Es la lección que va a recibir de una pequeña e idílica comunidad mediterránea, en donde llega huyendo y aturdido por su papel de sabio atómico. Ya en el helicóptero, cuando lo encuentran, toma la decisión de dejar definitivamente sus investigaciones nucleares, una vez que ha comprobado que sirven para propósitos belicistas.
Calabuch es una fábula con la que Berlanga sienta las bases de lo que sería su cine posterior: sátira del militarismo, ridiculización de los poderes políticos y religiosos, protagonismo colectivo, visión crítica de los privilegiados sociales, denuncia de la hipocresía y doble moralidad, siempre con humor negro y esperpéntico…; todo plasmado sutil y amablemente, ya que la férrea censura del régimen no permitía más. La realidad que presenta el utópico enclave marinero no es, por supuesto, representativa de la vida de un pueblo de aquella dura época de posguerra, pero sí sus personajes son arquetipos fácilmente identificables (alcalde, guardia civil, sacerdote, maestra…). Berlanga los dotas de cualidades bondadosas que se imponen al oficio más o menos represor de cada uno. Calabuch no representa, pues, la realidad, sino la utopía, pero es fácilmente creíble y asumible debido a los ricos mensajes subliminales y al impresionante documento costumbrista gráfico que expone: el modo de vida de un pueblo mísero, cuyo único recurso es la pesca y el contrabando, las penurias económicas de sus habitantes, la pobreza del ambiente, la necesidad de la solidaridad para vivir, la importancia de las fiestas (boda, corrida, feria, cine), único modo de celebrar la alegría colectiva, la rudimentaria tecnología… Recorremos en blanco y negro las calles de un pueblo del siglo pasado cuya transformación ha sido tal que hoy es casi irreconocible: la costa no está despoblada, sino saturada de hoteles y urbanizaciones; el castillo, restaurado y ocupado por los turistas; las plazas, llenas de terrazas y restaurantes; las calles, pobladas de tiendas de souvenirs. La película es un valioso testimonio gráfico de cómo la especulación urbanística costera ha ahogado a pequeños enclaves históricos como Peñíscola.
Estamos ante una comedia costumbrista amable, excelentemente realizada y con un guión preciso e ingenioso, inspirado en el Neorrealismo italiano (fue una coproducción con aquel país). Los actores están soberbios: Edmund Gwenn, el protagonista, realiza uno de sus mejores papeles de su larga carrera. Precisamente fue el último, pues murió poco tiempo después. Hay dos grandes italianos: Franco Fabrizi y Valentina Cortese, ambos de lo mejor de aquella cinematografía; y un elenco de actores españoles inolvidables: Juan Calvo, José Luis Ozores, Pepe Isbert, Manuel Alexander, etc. La película fue premiada en el Festival de Venecia y constituyó el reconocimiento internacional definitivo a Luis García Berlanga.
Pero, además, Calabuch es: una cárcel sin llave, en donde se entra y se sale al antojo, un niño que orina sobre los cañones de guerra, un sabio que va a la escuela y comprueba como un paleto de pueblo resuelve un problema con los dedos antes de que él lo haga con ecuaciones, un cura tramposo, un torero de sentimiento paterno filial con el toro, una corrida en la que todos participan menos el torero, un caótico ejército romano como tropa de la Guardia Civil, unos vecinos encarados con sus palos frente a la armada norteamericana, un contrabandista que ama a la hija de un guardia civil, un farero haciendo cálculos siderales, un científico nuclear que inventa un cohete de feria y… ¡mucho más!
La enseñanza vital de Calabuch nunca pasa de moda: exaltación de la sencillez, de lo puro y natural, decidida apuesta por un mundo en paz, desmitificación de los poderes, adaptándolos al servicio de la comunidad, apuesta por la ayuda y la comprensión, son valores que necesitamos hoy más que nunca en este mundo artificioso y egoísta. Un clásico de nuestro cine y una obra maestra de Berlanga.
gomezhueso
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