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España España · Cádiz
Críticas de Koy84
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Críticas 8
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
12 de octubre de 2009
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No he visto muchas películas que reflejen tan bien como ésta los entresijos de la alta/baja política norteamericana. La incapacidad de tomar decisiones a largo plazo, la planificación absurda de las intervenciones militares, la injerencia constante en los demás países, la consideración del planeta como un inmenso tablero de Risk. Los EE.UU. lo hicieron en Centroamérica, en Europa del Este, en la Europa postbélica, en Oriente Próximo...y lo seguirán haciendo. De lo mal que lo hicieron -y hacen- es de lo que nos habla La guerra de Charlie Wilson.

De eso, y de aquellas arenas que hoy se convirtieron en estos lodos. Porque como dice Gust -sin lugar a dudas el personaje más perdurable de la película- "ya se verá". Y bien que se está viendo.

La única pega, como siempre, es el interés en camuflar el intervencionismo americano con aquello de "los otros eran más malos y por eso lo hicimos", cosa que sería harto discutible. Es decir, se agradece el intento de revisionismo y la autocrítica, pero son de lamentar los tics patriotas y la tímida justificación del "todo vale".

He de hacer mención también al elenco protagonista, donde Philip Seymour Hoffman ha terminado definitivamente de conquistarme y Julia Roberts no ha dejado de parecerme en ningún momento Julia Roberts con peluca. Cero credibilidad y mal planteamiento por parte de los guionistas. Si esta señora es la que provoca la trama de la película, ¿qué menos que una explicación más o menos pormenorizada de por qué hace lo que hace? Tom Hanks, por su parte, correcto y poco más.

En resumen, una película con un buen trasfondo político, un personaje magistral, buenos y mordaces diálogos y cierto interés por preguntarse ¿por qué somos siempre así?

Algo que, viniendo de USA, no parece poca cosa.
Koy84
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8
19 de marzo de 2009
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Despierta cada mañana con el deseo de prosperar. Llega a la oficina y aguanta sonrisas disciplentes, soporta a tu jefe, embóbate en una burocracia absurda que te haga el más eficiente, el mejor. Sal a la calle con tu ropa cara. Tómate una cerveza en el garito de moda y alterna diálogos "enrollados" con pinceladas "interesantes". Aspiras a la "mejor", así que acércate a ella e impresiónala. Todos te están mirando. Llama a casa y habla con tus padres. Recuerda que tienen que sentirse orgulloso de ti.

Enciende tu portátil y escribe una crítica inútil luchando por un voto "útil". Si lo consigues, la tuya saldrá la primera. Serás el mejor.

¿La solución? Bailarles en la cara. No les tomes en serio.

QUE-LES-JODAN.
Koy84
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8
17 de noviembre de 2008
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace dos mil años, alguien se sirvió de una simple roca para un ambicioso proyecto. Era tanto lo que esa piedra rígida debía soportar, que el camino fue lento e impreciso. Costó lo indecible conseguir la autorización de los mandatarios, partidarios de pequeñas construcciones adosadas, no de hitos únicos que llegasen hasta el cielo. Al conseguirlo, la construcción fue aupada por los gobiernos, los arquitectos tomaron poder y los propios obreros, orgullosos de participar en la tarea, no tomaban consciencia del monstruo que ayudaban a levantar.

El plan no era perfecto. Mientras en las bases la estrechez y la miseria eran el plato de cada día, los pisos altos eran palacetes suntuosos de vistas privilegiadas, atalayas únicas que hacían que sus propietarios mirasen al cielo en vez de a lo que sucedía allá abajo.

Todo empeoró cuando éstos, con sus aúras de aristócratas elegidos, se hicieron con el control de la Comunidad de Vecinos. Las Juntas no eran precisamente amables, y quienes se atrevían a rechistar eran condenados al destierro, fulminados, según decían los otros, por una autoridad civil y competente que nunca habían visto y que debía ocupar el ático y no tomar nunca el ascensor, porque más que otro vecino era una leyenda rumoreada, un nombre mítico virando de boca en boca.

Sucedió también que algunos propietarios, cansados de hipocresía, decidieron empuñar las piquetas para arreglar las casas sin la autorización competente, haciendo ver a sus vecinos que no era importante la aprobación de los pisos altos, sino la comodidad de sus viviendas. Todos desaparecieron, aunque su palabra comenzó a crear la duda.

El epílogo de la historia es que muchos vecinos abandonaron las casas y que perduró una jet-set inmboliaria regresiva y arcaica, tan absurda que quienes se fueron del bloque los contemplan con cierta compasión, como a trasnochados ridículos.

En ese pasotismo, sin embargo, llegan testimonios como el de Fesser, y uno -aun consciente de que en la construcción siguen viviendo gentes nobles que se negaron a abandonar sus casas por nostalgia o tal vez apego- está por tomar la grúa y mandar al olvido a ese despropósito que hoy nos tapa las vistas y nos impide ver el cielo.

Genial, irónica, cercana, documentada, polémica y libre. Gracias a Fesser por uno de esos secretos que muchos no querrían jamás que se desvelaran.
Koy84
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10
11 de noviembre de 2008
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Qué hay entre la vida y la muerte? ¿Y entra la redención y la condena?

En la película que supone su consagración, González Iñárritu presenta un conflicto amistoso entre personajes enfrentados, entre enemigos íntimos al mismo lado de la barrera: el de los inefablemente condenados. Son tan altos sus muros, que ningún paraiso artificial, ningún opio religioso, puede ayudarles a saltarlo. Así que están allí, buscando el resquicio en la piedra en mitad de una soledad estigmatizada, en un bucle de idas y vueltas que los atrapa sin remedio.

Intenta escapar el presidiario con la palabra divina, pretende hacerlo la viuda con la solución vía nasal, se resigna a no hacerlo el hombre con el corazón de hojalata. Y ¿qué pueden hacer todos enclaustrados en el mismo calabozo? Compartir sus penas mientras el nudo se hace cada vez más grueso y su condena cada vez mayor.

Con la interpretación magistral de Benicio del Toro -algo que no merecería, por repetitivo, ser comentado- , la angustia de luto de una Naomi Watts soberbia y la resignación escéptica de Sean Penn, el director mexicano nos regala una obra maestra repleta de momentos inolvidables, de imágenes duras como la del padre irredento aguantando la mirada huidiza de su hijo, como la de la madre llenando cajas de cartos con restos de ilusiones o como la del eterno condenado, el no muerto que busca un sentido a la vida justo cuando ésta está a punto de terminarse.

Imágenes todas ellas que retratan a la perfección el drama duro y solitario de los desgraciados, de los que están aquí queriendo estar allá, de los que sufren en silencio en mitad de ninguna parte.
Koy84
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8
18 de septiembre de 2008
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sueño de la razón produce monstruos. El anhelo de lo imposible, melancolía. Aforismos casi irrebatibles que retratan con precisión de telegrama al peor director de la historia. Porque Ed Wood, ante todo, es un melancólico frustrado, un soñador impenitente y extraño capaz de aglutinar a su alrededor a un cúmulo de sombras que consiguen brillar juntas como aquella pandilla de la Freak de Tod Browning. Un luchador mononeuronal, una vampiresa televisiva, una star-media venida a mucho menos, un travesti potencial...cartas de una extraña baraja de la que él es el indiscutible rey. Alguien capaz de permanecer en los anales de la historia por su mediocridad merece ser recordado; entre otras cosas porque los buenos no serían tales sin los malos, ni se podría distinguir a los talentosos si no estuviesen rodeados de incapaces.

Así que con el talento difuso de Wood, con su fracaso perenne, la dinamo del cine sigue girando, por lo que no es poco lo que ha de agradecérsele. En principio haber inspirado un "biopic" con firma de admirador honesto, con aire de reverencia sincera por parte de Tim Burton. Sirviéndose una vez más de la poliédrica capacidad de Depp, el gótico director alimenta su película rodeando a la estrella de rutilantes luceros que la hacen brillar aún más. Porque el punto de ambiguedad andrógina que aporta Bill Murray -con su maravillosa capacidad de hacer un papel redondo con diez frases y tres movimientos faciales- es un ejemplo de saber elegir un reparto. Sin hablar, claro está, de la mimetización total de Martin Landau en un Lugosi crepuscular, con toda esa ambiguedad de anciano decrépito, yonki del amoníaco, viejo chocho y altanera estrella de Hollywood.

Un reparto, en resumen, con el que es imposible fallar, por más que se abuse de datos accesorios -como la afición del director a vestir ropa femenina- o se dé impresión de alargar en exceso el metraje. Detalles casi imperceptibles en una oda notable al más célebre Quijote del cine, a quien combatía a los estudios/molinos con su adarga de ganas y arrojo, a alguien que, al fin, hubo de lamentar enormemente nacer en los veinte, porque ahora, su mezcla de zombies y tetas llenaría las salas y le haría codearse con Tarantino. Que le pregunten si no al bueno de R.Rodríguez.
Koy84
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