No soy adicto, y creo que nunca lo seré, a las comedias románticas. Normalmente el primer calificativo se queda grande, pero no en esta película, donde alguna carcajada se me escapó. Al principio resulta original y fresca, pero poco a poco se va espesando para intentar quedar encuadrada en el esquema que marca Hollywood dentro de su género. Y es entonces cuando desaparece la gracia y aparece el aburrimiento.
Lane y Cusack están correctos, el resto del reparto flojea excepto la perra Maria Teresa, verdadero prodigio de la interpretación. Por lo demás, un regular a todo y el mal sabor de boca de que se podía haber conseguido algo más.

Entretenida y graciosa película del tándem Tracy-Hepburn, bajo la dirección de George Cukor, ese "director de actrices". Nunca ha sido santo de mi devoción este director, en eso estoy de acuerdo con la enciclopedia de cine de Bertrand Tavernier, pero hay que reconocer que hacía películas para pasar un buen rato.

Un guión aceptable del tándem Kanin-Gordon, pero podría haberse conseguido algo más. Grandes escenas (me quedo con el primer plano de Spencer Tracy cuando echa a llorar), pero también chistes demasiado facilones y sobreactuación actoral para intentar sacar alguna carcajada forzada. No obstante, la idea de partida es muy original y con una puesta en escena correcta (toda la película transcurre entre el juzgado y la casa del matrimonio), pero demasiado forzada y acelerada. Con buenos y graciosos diálogos, pero una trama previsible. En definitiva, una película para pasar un buen rato entre amigos, pero para poco más a mi gusto.

Llamadme retrógrado, que lo soy, pero un sexo tan explícito me parece contraproducente, y más aún cuando se hace sin finalidad y sin tapujos. Se ha pasado unos pueblos Ventura Pons, y lo que ha acabado consiguiendo en mi molesta opinión es una película porno disfrazada de dogma (pero a la vez sin dogma), de comedia sin ningún tipo de gracia y, encima, pretenciosa. Mala, muy mala.

Ni los actores están a la altura (ninguno de los dos, aunque adore a Cayetana, y tampoco ninguno de los secundarios), ni me gustan las maneras de la cámara, ni la historia ni nada de nada. Por ser mala, hasta el doblaje al español me resulta patético. Y lo peor de todo, es aburridísima. Así que, con perdón, mejor pasando a otra cosa, y que a lo mejor a lo que llaman crisis de público para el cine español deberían cambiarlo por crisis de creadores, creativos o ideas.

Bendito Torrente 3, que es malo y lo sabe. Benditos Berlanga, Erice, Fernán-Gómez...

Nos encontramos en 1952, época dorada del western, en la que autores como Anthony Mann, John Ford, Howard Hawks o John Sturges nos dan algunos de sus mejores trabajos en el medio. También actores como James Stewart, John Wayne, Kirk Douglas, Henry Fonda... Estamos en pleno auge del género del Oeste.

El Western. Género olvidado. Hay que reconocerlo, cuando algo se pone de moda todo el mundo quiere vestirse con el mismo traje, pero a algunos les queda mejor que a otros. Y ahora nos toca hablar de la obra maestra de Fred Zinnemann y del mejor trabajo del gran Gary Cooper como actor, y eso son palabras mayores. Que sí, que todos los western se parecen, pero no todos son iguales. Y aquí tenemos una prueba de ello.

La lucha del hombre contra su propia desesperación, el honor, el amor, la venganza... Todo esto y mucho más se trata aquí, y todo de forma magistral. El ritmo es el adecuado, con imágenes preciosas... El montaje, impecable. Las actuaciones, soberbias (gran Gary Cooper). La música, pocas veces igualada, camina de la mano de las escenas que nos regalan. Obligada su visión, y no solo para los amantes del western, sino para todos aquellos que disfruten de una buena película.

Tras el grandísimo éxito obtenido por la interesante "Bowling For Columbine", Michael Moore hace un análisis muy particulado sobre el desastre y las repercusiones del 11S. A pesar de ser muy entretenida (e hilarante a veces) y de ser técnicamente muy buena, no parece ir más allá y se queda en un mero panfleto propagandístico en el que todo se encamina a ridiculizar (al ya ridículo de por sí) señor Bush.
De nuevo vuelve a hacer, como en casi todos sus documentales, un análisis demasiado infantil y pormenorizado en el que, más que investigar, trata de imponer su punto de vista.