¿Cuántas veces la habré visto?¿30?, ¿40?...No lo sé, perdí la cuenta. Me comentaba un amigo mío (antes de yo haber podido saborear esta delicatessem), que cada vez que la veía, le gustaba más que la anterior vez. Lo tildé de loco e imprudente. Dejé de hablarle. Por mera curiosidad y al coincidir con otro amigo en casa de éste, divisé a lo lejos en la estantería, y con cierto polvo acumulado tras los años, la película original creada por un tal Quentin Tarantino, Pulp Fiction. Sin darle tiempo a evitarlo, la cogí y me la llevé. A los dos minutos de darle al play, me había enamorado, no tenía ojos para otra película, era mi película. ¿Qué más puedo decir del resto del espacio temporal del film?. Inefables diálogos, lo reconozco, me los sé de memoria, pero, díganme una cosa,¿quién no?, facilidad para cambiarte de una escena a otra totalmente distintas sin que pierdas el interés ni el hilo, efecto al alcance de muy poquitos, por no decir de nadie, excepto de la mente prodigiosa de Tarantino. En definitiva, lo único que aquí podría alargar serían mis elogios y alabanzas al director, por haber dado luz a este magnífico film, y como no quiero apesadumbrar y/o hacerme indigesto, lo dejaremos aquí. Gracias Quentin.

No estoy dispuesto a consentir este tipo de atropellos contra las personas a las que amamos Pulp Fiction. No sólo no estoy dispuesto a consentirlos, sino que los condeno, y los condeno a la pena de muerte cineástica. Y por ello, acabo de inventar un término, y una condena. PENA DE MUERTE CINEÁSTICA. Me parece absurda hasta la saciedad, no sólo no hace gracia, sino que da pena, da pena que no se condenen este tipo de actos, es intolerable. Soy tolerante, respeto al que no piensa igual que yo, lo respeto crea o no que lleva la razón. Pero esto, esto no lo respeto. Basta.