Film muy irregular. El primer acto tiene gancho y está realizado con mano firme. Se nos presenta a una gama prometedora de personajes en un espacio muy interesante, y uno se emociona ante lo que vendrá.

Con el comienzo del segundo acto llegan los problemas: el ritmo se vuelve demasiado apabullante, el gore satura en exceso, el guión pierde su rumbo y los personajes comienzan a tomar decisiones cuestionables. La tensión se pierde, pese a la incesante acción trepidante. Se nos ofrece un giro de guión que, lejos de ser interesante, desperdicia todo lo establecido hasta el momento a fin de impactar gratuitamente al espectador. Y la conclusión, por tanto, es un despropósito generado por el cúmulo de las malas decisiones tomadas a lo largo del desarrollo, que convergen en un final muy decepcionante y seco.

Pero, más allá de la progresiva decadencia del guión, lo que verdaderamente acaba de enterrar la película es la falsa idea de que la exhibición del gore explícito suma puntos a tu película. El gore impacta como valor excepcional y poco común, es un recurso del que no se debe abusar para asegurarse de que cumpla con su propósito en el momento apropiado. Aquí ayuda en un principio a definir la magnitud de la amenaza a la que se enfrentan los protagonistas. Pero pronto se convierte en un golpe de efecto perezoso que agota tras los primeros 40 minutos. Una vez más, nos recuerda que a veces menos es más, y que el abuso de un elemento "adulto" puede generar el efecto contrario, tornando infantil lo que pretendía ser oscuro y para un público maduro.

Me cuesta encontrar palabras para expresar mi decepción ante esta película. Vaya por delante que los trailers ya no auguraban nada positivo, pero, viniendo nuevamente de Park Hoon-jung, cabía por lo menos esperar una secuela que respetase la esencia de su predecesora. Y no ha sido así, en absoluto.

Debo decir que si para algo sirve esta continuación es para ayudarnos a apreciar todavía más el enorme trabajo que realizó la actriz Kim Da-mi en The Subversion. Ahí teníamos a una protagonista capaz de adaptarse con solvencia a los múltiples cambios de registro marcados por el guión y a las circunstancias que vivía su personaje. En su lugar, aquí nos encontramos a una actriz protagonista plana e impasible, escrita además como una mala copia de Eleven de Stranger Things.

The Witch: The Subversion destacó por su originalidad a la hora de mezclar muchos ingredientes diversos, dando como resultado una cinta completa e impredecible. Había terror, drama, comedia, acción y ciencia ficción a partes iguales, pero todo guardaba un equilibrio. Aquí solo vemos una película genérica de superhéroes, sumado a una preocupante falta de ritmo, a unos pésimos efectos digitales y a un exceso de personajes innecesarios interpretados con sequedad (se le dió prioridad a la belleza sobre el talento).

En definitiva, lejos queda el 2018, cuando Kim Da-mi y Choi Woo-shik cargaban sobre sus hombros una gran película de acción que evidenciaba el talento de ambos (y su enorme química, por cierto). Los que busquen aquí algo parecido, por favor, huyan.

Un par de detalles en zona spoiler:

El cine nipón demuestra estar en plena forma en los últimos años, con títulos como It's a Summer Film! (2020), The Wandering Moon (2022) o la que nos ocupa, la última producción en imagen real del versátil animador Hideaki Anno, quien firma su quinto proyecto alejado de la animación. Tras ver su Shin Kamen Rider, solo puedo decir que espero que este señor dedique más tiempo a trabajar con cámaras, porque lo vale.

Lo primero que debo decir es que esta película supone mi introducción al peculiar universo de este personaje creado por Shotaro Ishinomori, por lo que mi criterio no se ve influido por fuentes ajenas al propio resultado que presenta Hideaki. Y hay que aplaudirle al cineasta que haya sido capaz de sintetizar tantos personajes, conceptos y frikadas en un guión sólido y coherente que no resulta complicado de seguir ni tampoco se alarga innecesariamente.

Otro aspecto positivo es su tratamiento visual. Tras su trabajo en la película Love and Pop (1998), Hideaki Anno vuelve a hacer gala de su virtuosismo tras la cámara, utilizando planos y encuadres aberrantes, así como movimientos de cámara salvajes y atrevidos. Todo este dinamismo consigue que la película luzca como un anime llevado a la imagen real, pues su narrativa se acerca más a la del anime que a la de un live-action convencional, lo cual ayuda a definir su propia identidad. Tampoco se quedan atrás sus resultones efectos especiales, por momentos bastante dignos y llamativos para el estándar nipón. Y qué decir de la fotografía, con esa vibrante utilización de la paleta de colores.

En el apartado actoral, por desgracia, solo puedo destacar a Minami Hamabe, cuya elegancia, porte y magnetismo brillan aquí, en contraposición con el protagonista Sôsuke Ikematsu, bastante soso y olvidable en su papel. Con todo, siempre es un placer ver como secundario de lujo al realizador Shinya Tsukamoto.

El acabado visual y el vestuario de la gala de personajes que desfilan por la película pueden recordar en gran medida a un episodio bien producido de los Power Rangers. No obstante, también traen reminiscencias ocasionales a obras futuristas de culto como Akira o Blade Runner, lo cual es siempre de agradecer.

Esta es una de esas películas a las que uno ya se adentra sabiendo de memoria todo lo que se va a encontrar, disposición que sin embargo no impide que la película encuentre su lugar, conectando con el espectador y consiguiendo hacer ver como novedosas las fórmulas de toda la vida. Y es que hay ciertas historias que no necesitan innovar, porque son imperecederas y universales, todos las necesitamos y agradecemos de vez en cuando. Y es ahí donde reside la gran baza de este largometraje, en su sencillez, autenticidad y falta de pretensiones. La historia se siente genuina y personal (no por nada las dos directoras, al igual que las dos protagonistas, son hermanas gemelas), tiene corazón y, mantiene el interés, pese a un final un poco tramposo.

En gran medida presenta ciertas reminiscencias con la cinta china Soulmate (2016), del director Derek Tsang, película de la que se ha realizado un remake surcoreano este año. En dicho largometraje, se contaba la prueba de fuego que sufre la amistad entre dos amigas de la infancia ante la llegada de un chico a sus vidas. Pero, mientras aquella película perdía el rumbo buscando la sorpresa y el giro de guion, aquí Wanweaw Hongvivatana y Weawwan Hongvivatana se centran en los pequeños instantes, la intimidad entre las dos hermanas, la timidez y los momentos incómodos propios del primer amor y, en definitiva, todos aquellos detalles que cada vez son menos frecuentes en el cine contemporáneo.

Las jóvenes Thitiya Jirapornsilp se complementan con suma armonía, aportando la una espontaneidad y autoconfianza, y la otra inseguridad y ternura. Tan bien están en sus respectivos roles que, si bien en el arranque resultan indistinguibles entre sí para el espectador, a medida que avanzan los minutos ambas se tornan perfectamente identificables, incluso cuando ambas intentan pasarse por la otra.

En definitiva, vería con gusto cinco películas más como esta.