Me parecía muy seductor el argumento de la película: una pareja se reencuentra después de cinco años para resolver los papeles de su divorcio y acaba acusándose mutuamente del fracaso de su relación.
Sin embargo, no entendía (y sigo sin entenderlo) qué aportaba a la trama la crisis económica española o el hecho de que su hijo hubiera muerto por un retraso en la atención hospitalaria. Parece un tanto oportunista.
Dos protagonistas y un par de escenarios deprimentes pero muy adecuados para la exposición de las razones por las cuales cada uno de ellos piensa que el otro tuvo la culpa.
Un hecho terriblemente dramático (la muerte del niño) y dos maneras opuestas de enfrentarlo: la huida hacia una nueva vida frente a la ruína personal por un sufrimiento insoportable.
Pero los diálogos suenan a tópico (con algún que otro error en las construcciones gramaticales, por qué no decirlo) y los actores hacen lo que pueden por lograr un climax dramático que no se alcanza en ningún momento. Debo comentar, por ejemplo y a modo de ilustración, que la disquisición sobre los langostinos para la cena de nochevieja me sonó ridícula.
Isabel Coixet me parece una directora sincera y legal poseedora, hasta el momento, de títulos muy meritorios y comprometidos. Pero si nos abstraemos del pasado y nos centramos en esta nueva obra, he de decir que bajo mi punto de vista el resultado carece de la intensidad emocional que se pretende y no engancha en ningún momento, llegando a parecer bastante impostados tanto el argumento como el trabajo de los actores.
En todo caso, Isabel: gracias por contar lo que quieres como te da la gana.