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España España · Barcelona
Críticas de Thrall
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Críticas 15
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
5
2 de agosto de 2016
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mis gafas anti-Greengrass son muy útiles para disfrutar de la saga Bourne tras caer en manos del director de “Captain Phillips” (profundamente odiada por el que escribe). Me las pongo y ¡zas! la cámara se estabiliza y los ataques espasmódicos del bueno de Paul cesan de inmediato, pasando del “modo Greengrass” al “modo Liman” y viceversa. Es un invento cojonudo. Debería patentarlo. Lo mismo sirve para ver “The Bourne Supremacy” o para que mi suegra no vomite cuando pongo algún vídeo hecho con el móvil. Y cuando usé mis preciados anteojos supresores de epilepsia me di cuenta de que las dos sucesoras de “Bourne Identity” eran muy, pero que muy buenas, a pesar de los movimientos de cámara y los planos cortos, ya que uno piensa a priori que semejante estilo videoclipero es más bien propio de quien quiere camuflar sus carencias como realizador. Pues bien, tras activar el “modo Liman”, es decir, el modo de estabilización óptica (y ojo, siempre en el contexto de la saga Bourne), es fácil ver que no hay tales carencias y que Paul Greengrass en realidad exuda talento y seguridad a partes iguales.

Entonces, ¿cómo es posible que esta última entrega me haya decepcionado tanto? Casi disfruté más de “Legacy” a pesar de la esperpéntica y fantasiosa ocurrencia de las pastillas verdes y azules que convertían a los agentes de la CIA en una suerte de yonquis biónicos. Almenos la historia tenia más sentido y transmitía más emoción. “Jason Bourne” parece sucumbir al mismo patrón de decadencia que hizo que el Bond de la genial “Casino Royale” bajase a los infiernos del sopor y la mediocridad donde moran “Skyfall” y “Spectre”. Matt Damon parece más aburrido que nunca rodando esta película. Su careto de úlcera perenne y su porte robótico contagian al espectador, que no consigue empatizar ni un segundo con el personaje. La secuencia incial de los disturbios resulta cargante por su duración y es demasiado impostada y reiterativa. Luego vienen los archiconsabidos tejemanejes de vigilancia satelital, pinchazos telefónicos y hackeo de dispositivos, el ir y venir de ciudades, la demostración de infinitos recursos por parte del protagonista (¿para qué las peleas ilegales si está claro que no las necesita?), el director de agencia “malo” que lo quiere fiambre pasando por encima de quien sea, la adjunta “buena” y ambiciosa que le ayuda de estranjis y, cómo no, el antagonista, igual de entrenado, igual de letal, pero siempre un peldañito por debajo (suficiente para morir a manos de Jason Bourne), encarnado por un hierático Vincent Cassel que se limita a poner cara de cabreo durante todo el metraje y que vuelve a desencadenar el inevitable duelo final, esta vez con temas personales de por medio. Demasiada repetición de unos esquemas que habían realizado muy bien su función en las anteriores entregas pero que decepciona volver a encontrarlos de forma tan descarada en una película que debió haber nacido para contar la historia de nuestro antihéroe desde otro prisma bien distinto (y a poder ser menos epiléptico).

Olvidable cuarta entrega. Una oportunidad perdida de hacer algo diferente cuadrando el círculo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Thrall
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5
28 de diciembre de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por diversos motivos de índole navideña tuve que esperarme ocho largos días para dejarme caer por un cine a disfrutar de lo que iba a ser la secuela más esperada de la historia del cine. No me quedaban más uñas que morder (tras comerme las mías, manos y pies, las de los compañeros de curro y las de los vecinos) así que a riesgo de parecer un tipo pelín nervioso tuve que ir pitando al Cine Bosque (Barcelona) para evitar tener serios problemas gastrointestinales.

Soy fan de Star Wars. Mejor lo aclaro ahora. Cuando George Lucas perpetró las tres puñaladas traperas con alevosía y traición que todos conocemos, llamadas Episodios I, II y III (sí, por Dios, "La Venganza De Los Sith" también es una bazofia) me invadió la tristeza. Yo, que había construido maquetas del Halcón, de un X-Wing, que tenía muñecos, que siendo adolescente había leído los libros del Universo Expandido, que incluso leí el libro "La Guerra de las Galaxias" escrita por el mismísimo Lucas (vomitiva, pero qué más daba entonces), que jugué a todos los simuladores de combate espacial de Star Wars hasta destrozar joysticks y teclados, tuve que aceptar la aniquilación total de la saga a manos de su propio creador. Lo que Dios da, Dios lo quita y tal.

Por si no fuera poco, luego va El Hacedor (como diría C3-PO) y se saca de la chistera una reedición de la trilogía original con añadidos infográficos, a cada cual más esperpéntico. Una película de 1977 con CGIs del siglo XXI...¿pero a quién se le ocurre? A George Lucas. ¿Para qué ser fan de algo así? Lo llego a saber y monto maquetas de puentes colgantes, que total, solo los puede destrozar un terremoto o una guerra. Pues eso, en su día compré el "pack de la trilogía original", pues el reproductor de VHS estaba más muerto que el Almirante Ozzel y debía tenerlas en DVD. Cogí los discos de las versiones retocadas y los eché al cubo de la basura (a la mierda la remasterización) y me quedé con las versiones intactas. Eso es ser fan, no sólo de Star Wars, sino del cine en general.

¿Y ahora qué? El binomio palomitero J.J. Abrams - Walt Disney se hace con la gallina de los huevos de oro con la promesa de reflotar la saga, restaurar el honor mancillado de todos los fans que sufrimos los desvaríos de George Lucas y situar el listón bien alto para las secuelas venideras. Pero claro, hablamos del tipo que parió "Perdidos" y que convirtió "Star Trek" en un estresante parque de atracciones (no es que me gustase especialmente esta saga pero respetaba su estilo poco comercial y en ocasiones sesudo) sumado a los tipos que parieron a Mickey Mouse, al Pato Donald y a Pocahontas. El resultado es obvio.

Misión cumplida, J.J.: "The Force Awakens" es un entretenimiento blockbusteril anodino pero frenético, sin más. Ni despierta pasiones, ni emociona en las distintas apariciones de los viejos iconos de la saga (ya sean de carne y hueso o mecánicos) ni cuenta nada correctamente. El guión es pésimo y la concatenación de acontecimientos se basa en una casualidad tras de otra, a cada cual más sonrojante. En una película como ésta, una cosa es otorgarse licencias de todo tipo, más o menos tragables para el espectador (no ya para el fan), y otra muy distinta es hacer las cosas rematadamente mal. Le doy un cinco por las cabriolas del Halcón en su evasión de Tatoo...digo, Jakku, por las ruinas del Star Destroyer en el desierto y poco más.
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Thrall
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4
17 de noviembre de 2015
35 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué grande era Casino Royale! Esas secuencias de acción tan poco impostadas, naturales e hiperrealistas, rodadas con maestria. Cuán impecables eran los timings de cada plano. Cómo sudaba la camiseta Craig. ¡Con qué convicción se creía su personaje y en qué forma estaba el tío! Y ni un solo efecto digital visible, ni un solo croma. Casi parecía no haber dobles implicados en las secuencias más arriesgadas. ¡Qué delicia de arranque!

Y qué personajes tan arrebatadores transitaban por la trama. Qué tiparraca tan y tan sensual a la par que misteriosa, inquietante y vulnerable dibujaba con precisión milimétrica Eva Green. Qué enorme villano alejado de los chalados grandilocuentes, omnipotentes y ridículos personajillos de anteriores entregas resultaba ser Le Chiffre (grande Mikkelsen). Qué fuerza interpretativa la de Judi Dench, qué carisma, como llenaba la pantalla su rostro (lástima que apareciera también en las bazofias que protagonizó Brosnan).

Y qué Bond más vulnerable y humano. El tío recibía hostias como panes, padecía como nunca por su compañera de aventuras (recordemos la escena de la ducha), era torturado de la forma más brutal y poco sofisticada, envenenado hasta ver de cerca el rostro de la muerte, etcétera.

Y qué dialogos tan estimulantes. Qué perlas se lanzaban Bond y Vesper, cuánto humor negro de verdad y cuánto sarcasmo e ironía destilaban.

Y qué canción la de Chris Cornell, qué genial apuesta por evitar la ñoñería de siempre en la pieza musical de portada. ¡Y qué portada! Imaginativa, bidimensional, genialmente diseñada.

Pues bien, nada, absolutamente nada de lo anteriormente citado puede encontrarse en Spectre. Es un Bond de puro trámite, desganado, sin sal ni pimienta. Pretendidamente oscuro e introspectivo pero de acabados planos y difusos. La fotografia es muy mejorable, las secuencias de acción mediocres y los diálogos son, sencillamente, penosos (a la altura de The Phantom Menace).
Un Christoph Waltz bajo mínimos, una Bellucci desgraciadamente efímera, un Ralph Fiennes granítico y una Léa Seydoux sosa como un peta de orégano conforman el elenco de medianías interpretativas que pululan por el invento sin pena ni gloria, con desgana, como deseando estar en otro sitio haciendo otra cosa. Mal por Sam Mendes, bien por Martin Campbell (¿como pudo el primero dirigir una joya como American Beauty y el segundo una infame basura como The Green Lantern?).
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Thrall
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6
28 de octubre de 2015
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Voy a centrar mi crítica en el supuesto hiperrealismo con el que el aparato de marketing de esta película nos ha venido machacando desde hace meses. Nos decía la campaña publicitaria (de las más agresivas que haya visto, por cierto) que nada de lo que aparecía en "Marte" era tecnología del futuro, que todo lo que había (hábitats, vehículos, máquinas, recursos, equipo, etc) era contemporáneo y preexistente, o mejor dicho, que podía fabricarse con las tecnologías actuales. El hacer énfasis en este aspecto concreto tenía toda la intención del mundo de reforzar la idea de que íbamos a ver un cuasi-reportaje en cuanto a que iba a ser una película especialmente realista, creíble y fiel a las leyes de la física, recuperando en cierta manera el espíritu que impulsó Kubrick en el planteamiento de "2001" y que Cuarón resucitó al rodar "Gravity".

Los errores (evidentemente deliberados y en pro del taquillazo) los dejo para el spoiler pero una cosa está más que clara: sé de excursionistas experimentados que las han pasado canutas perdiéndose por el Pirineo y no me gusta nada comprobar como un tío que es abandonado nada menos que en un planeta yermo, irrespirable, bañado en radiaciones cósmicas y a millones de kilómetros de la Tierra se lo pasa bomba sobreviviendo, poniéndose música disco y solventando con extrema facilidad todos los abrumadores retos científico-técnicos a los que se enfrenta para no palmarla. No se atisba pizca de emoción, de sufrimiento, ni un ápice de locura o de desesperación. Sobrevivir en Marte jamás había sido tan divertido y casi que dan ganas de estrellarse con un cohete en Venus por aquello de subir el listón.

Esperaba una película inspiradora, que hiciera aflorar al explorador que llevamos dentro, que resucitara el interés por nuestro planeta vecino a varias generaciones e incluso, porqué no, que diera un cierto impulso a la comunidad científica, a los gobiernos con agencias espaciales y a la opinión pública global para que la conquista de Marte llegue a ser una realidad tangible en un futuro no demasiado lejano.

Al final todo ha quedado en un mero blockbuster, en un olvidable subproducto a la altura de "Misión a Marte", "Los Últimos Días en Marte", "Planeta Rojo" y demás morralla marciana. Nada de lo que esperaba se ha cumplido. No es una obra maestra ni mucho menos y no va a haber un antes y un después tras la última del tío Scott.
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Thrall
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3
22 de noviembre de 2014
46 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es curioso. Fui a ver esta película en sesión golfa justo el día de su estreno por puro aburrimiento, por no tener nada mejor que hacer. Y también con la intención de desconectar el cerebro de la cruda realidad que, a fin de cuentas, es la excusa que siempre utilizo para ventilarme una película de ciencia-ficción. Pensé que siendo las tantas (y siendo viernes) no habría ni cristo en la sala, que todos los adolescentes estarían de botellón, todos mis congéneres adultos en los bares y todas las venerables familias sobando a pierna suelta. Error. Me presenté al cine media hora antes y no pude escoger lo que yo llamo mi "lugar perfecto" en la sala pues ya había un ejército de excitados teenagers invadiendo el Cinesa Diagonal de Barcelona. Entre esto y que fui solo a ver la peli me sentí extremadamente viejo (rozo los 40) y objeto de miradas y expresiones como diciendo "¿Qué pinta este tío aquí si 'The Hunger Games' es PARA nosotr@s?". Tranquilos todos, mis pequeños saltamontes, que afortunadamente esta saga no es la deleznable Crepúsculo. Es una saga que respeto (o respetaba) por el simple hecho de que entretiene (o entretenía) y es de una factura técnica más que correcta (aquí no voy a usar ningún pretérito).

No voy a mencionar el grado de fidelidad con la serie literaria básicamente porque no me he leído nada de "The Hunger Games" (y Dios me libre jamás de abrir uno solo de estos libros) pero si admito que, a pesar de no haberlo hecho, me gustaron las dos primeras entregas de la saga. Se me antojaron un saludable entretenimiento visual, con un buen ritmo narrativo y una idea bien concebida que me recordaba en cierto modo a "The Running Man" de Schwarzenegger (que es mala de cojones, dicho sea de paso) con algunas pinceladas de "Starship Troopers" y "The Truman Show". De trasfondos políticos mejor no hablar porque son absolutamente de chichinabo y buscar paralelismos con alguna de las inujstas sociedades de nuestra realidad contemporánea tiene tanto mérito como soltar a los cuatro vientos que en “Star Wars” se enfrentan el bien y el mal (el mal gusto de George Lucas, pero eso es otra historia). "The Hunger Games" persigue la meta de entretener. Punto.

Dicho esto, “Sinsajo: parte I” se aparta totalemte de sus dos predecesoras, que tuvieron el mérito de atraer a un cuasi-cuarentón como yo y hacer que saliera de la sala con cierto grado de satisfacción. Si las dos entregas anteriores entretenían (lo reitero), esta tercera parte es, simple y llanamente, un enorme y suntuoso montón de…NADA. Un peñazo indigerible con un ritmo narrativo que ríase usted de las torturas en Guantánamo. Contemplar durante 123 minutos el rostro mofletudo de Jennifer Lawrence con esa perenne expresión de úlcera y sus ojillos de roedor en constante estado lacrimógeno es algo del todo insoportable. Encima la vemos vestida con un espantoso mono de operario de Fecsa, sin maquillaje y con unos pelos más propios de una prostituta albano-kosovar en horas bajas que de una heroína revolucionaria pseudo-élfica. Me da igual que DEBA salir así por exigencias del guión (o de Suzanne Collins). Uno se harta hasta decir basta de verla constantemente chupando plano y poniendo esa cara de sufrimiento y tristeza infinitos. ¿Los demás personajes? Vacuos, planos, irrisorios. Philip Seymour Hoffman, menudo epílogo le has puesto a tu vida, colega. Qué triste despedida la tuya. ¿La trama de la película? Ni idea. Yo solo veía a Jennifer Lawrence. Ahora lloro, ahora disparo flechas, ahora voy al retrete, ahora le caliento el miembro a Gale mientras pienso en cepillarme al pobre Peeta (¿o era al revés?), ahora me deprimo, ahora molesto a mi gato con la linterna mientras me deprimo otra vez….y así hasta el infinito, con la cámara siempre orbitando alrededor de su cabecita y sus abultadas facciones. Suerte que en la cuarta entrega nos esperan ingentes dosis de épica y acción que sin duda redimirán el mal hacer del director en esta primera entrega…¿verdad?
Thrall
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