He de reconocer que pocas películas me han calado tan hondo como ésta. No dejo de disfrutarla en cada nuevo visionado como si fuera la primera vez.
Desde ese simpático e inteligente prólogo que magistralmente describe un importante rasgo de la personalidad del personaje encarnado por Shirley MacLaine, el film nos narra un emocionante viaje por las vidas de los miembros de una familia corriente con sus alegrías y tristezas, esperanzas y decepciones, con la inestimable ayuda de una maravilloso guión y unas interpretaciones antológicas.
MacLaine, Winger y Nicholson encarnan con maestria a unos inolvidables personajes, ricos en matices, moviéndose como peces el agua entre la comedia y el drama.
No debemos olvidar el fantástico score de Michael Gore, compositor brillante aunque no excesivamente prolífico, que se convierte en elemento clave para el disfrute de la cinta.
Obra maestra absolutamente redonda y perfectamente lograda. Ya no se hacen películas así.

Siempre he admirado a Sidney Lumet, valiente como pocos a la hora de poner el dedo en la llaga en asuntos importantes para la sociedad. Denuncias todas válidas desarrolladas de manera excepcional.
Con este film intenta dar una visión mordaz de esa maldita manía que tienen los medios de comunicación de crear infames estrellas denunciando de paso el, en ocasiones nocivo, poder de la televisión -algo que desarrolló con maestría al año siguiente con "Network"-.
Lo que en principio era un simple atraco a manos de unos profanos en la materia se enreda hasta convertirse en un acontecimiento social. Toda esta transformación de la trama es narrada por Lumet con un inusual brío y un acentuado sentido del ritmo. Mezclando el thriller con unos sutiles elementos cómicos crea una de las obras cumbres de la época, un auténtico clásico.
Pacino despliega su innata fuerza y obsequia al espectador con una interpretación antológica, en la que cimenta todo ese aura legendaria que ya nunca le abandonaría.
Impagable el llorado John Cazale como torpe delicuente y sobrio como siempre ese clásico actor de carácter llamado Charles Durning.
Estamos ante un film que no necesita más que una simple localización para desarrollarse con maestría - algo que Lumet ya experimentó con "Doce hombres sin piedad" - aprovechándose de un guión sólido de Frank Pierson.
Un clásico incontestable.

La, en un principio, arriesgada elección de Tom Cruise para un papel de esta enjundia resultó una agradable sorpresa absolutamente decisiva para aplaudir un film grandioso.
Oliver Stone complementaba "Platoon" con esta visión de la guerra desde su propio país, no solo relatando con acierto la crueldad de la guerra sino la dura reinserción en la sociedad norteamericana de unos chavales que ingenuamente pensaron que hacían lo correcto.
Cruise está soberbio. Sabe imprimirle al personaje toda la fuerza y la desesperación que necesita, dándole a su carrera un necesario y positivo giro de 180 grados. En plena efervescencia de su popularidad como sex symbol, sacrifico su aspecto en pos de una interpretación que le pudo reportar el oscar de no ser porque también estaba en la terna un tal Daniel Day Lewis...
Película de largo metraje pero que mantiene la intensidad en todo momento, beneficiándose de una gloriosa banda sonora de John Williams que se convierte en una de las mejores y más intimistas del autor.
Un film irrepetible, una experiencia recomendable.

Ante todo, he de reconocer que soy seguidor de la brillante serie de televisión -tan maltratada en nuestro país, como el 90 % de la producción foránea- y temía que este film adulterara su espíritu. Al haber disfrutado la serie completa, ante todo se agradece que no sea una adaptación a la pantalla grande sino una continuación por todo lo alto en formato cinematográfico.
Tras un breve -y evidentemente, insuficiente- resumen de las peripecias de nuestras cuatro protagonistas el film arranca con brío, siendo conscientes de la complicidad renovada con el espectador.
El film nunca decae, teniendo momentos verdaderamente brillantes de alta comedia -sí, alta comedia- en una época en la que gente como los Wayans, Farrelly o Sandler han desvirtuado el género.
Evidentemente la función mejora con la presencia de un carismático Chris Noth, auténtico actor robaplanos profundamente desaprovechado en la pantalla grande.
Sarah Jessica Parker es -como era de esperar- la reina de la función, pero reconociendo igualmente la valía de sus tres acompañantes, cuyo carisma convierte a los secundarios -sus parejas- en meros comparsas.
A pesar de meter con calzador el agradable personaje encarnado por Jennifer Hudson, el fim cumple tanto con los que no han visto la serie como con los que desde hace años adoramos a los personajes.
Un agradable paseo por una parte importante de la mitología popular de la última década, en dos horas y media que pasan sin el menor atisbo de hastío.