Echando un vistazo, y muy por encima, a las dos críticas profesionales incluidas en la ficha de esta... ¿cosa?..., uno se percata de por dónde van los tiros, porque es realmente muy difícil que de una misma serie se puedan dar dos opiniones tan diferentes. Y yo, que soy un poco ingenuo pero no tanto, me inclino a pensar que quien tiene razón en esta ocasión es el guiri; tal vez porque estoy más de acuerdo con él que con ella.

Sí es cierto que yo no he aullado a la pantalla: estaba demasiado sobrecogido para ello. Esta serie es el equivalente televisivo a la entrada dantesca al infierno: si esto ha pasado los filtros de producción, no hay esperanza ya para las producciones audiovisuales españolas.

Solo he visto el primer episodio (eso sí, he logrado verlo completo, hazaña de la que me sentiría orgulloso si no temiese que tal proeza me puede haber provocado un holocausto neuronal en forma de apoptosis galopante), pero ha sido superior a mis fuerzas (no estoy bromeando; de hecho, hubo momentos en que me pareció que iban a entrar en el salón de mi casa los protagonistas de la serie portando ramos de flores y muñecos del "inocente, inocente"). Una cosa es segura: "El truñencio" TIENE que mejorar en los siguientes capítulos, puesto que mantener el nivel de incompetencia absoluta del primero es humanamente imposible.

No logro comprender que a la gente que aparece en esto los llamen actores. No entiendo cómo es posible concebir personajes tan increíblemente simples. Ni situaciones tan absurdas e increíbles. No me creo que no haya en España actores mejores que el señor argentino que aquí sale. La psicóloga ¿carece de musculos faciales o es que se ha formado (como tantos otros actores españoles actuales) en alguna escuela moderna que propugna el absoluto hieratismo? Y esto último lo pregunto en serio, porque no lo entiendo.

No voy a extenderme más, porque intentando recordar escenas de esta serie me están dando escalofríos.

Me despido deseándoles a los perpetradores de "El truñencio" que les toque un boleto de Euromillones por cabeza, a ver si así dejan de hacer series.

Una vez más, las formidables críticas me han dado gato por liebre (aunque lo cierto es que, tras leer que Millás estaba relacionado con esto, debí haber optado por "...Y si no, nos enfadamos", por ejemplo, película con un nivel intelectual infinitamente mayor y en la cual, además, aparece el mejor actor del pestiño que nos ocupa como Paganini, uno de los mejores y más inolvidables papeles de malo que recuerdo). De modo que los críticos de FilmAffinity me deben otras dos o tres horas de mi vida malgastadas en este quiero y no puedo cinematográfico (si esto que he visto hoy está entre lo mejor o lo más pasable del cine español actual, por favor, que vayan poniendo el cartel de "Cerrado por defunción").

¿Cuál es el problema que le veo a "Que nadie duerma"? Primero y principal, su pretenciosidad, pedantería y vacuidad. Tiene la enjundia y profundidad de un escupitajo y, sin embargo, pretenden hacérnoslo pasar por "venero de hondas cavilaciones".

Tampoco ayuda la absoluta inverosimilitud de lo narrado.

Hablan, mucho y bien, de la gran interpretación de Alterio. Es posible que tengan razón... Pero me parece a mí que no puede estar demasiado bien encarnado un personaje al que es imposible tomarse en serio. De hecho, en ninguna de las dos únicas escenas complicadas de la película (la que se desarrolla en el bufete y la que tiene lugar durante la discusión con el padre) está realmente a la altura.

Es decir, en líneas generales es un despropósito. Si le he puesto un dos y no un uno es por Manuel de Blas (no solo por Paganini, sino también porque seguramente sea en esta película, y a sus ochenta años, la primera vez en que rueda un desnudo integral).

Reconozco que la serie es entretenida. Comparado con lo que se está rodando últimamente es casi una buena serie. Es decir, para pasar el rato está bien, pero tiene demasiadas lagunas, unos personajes muy flojos y un elenco que se queda corto a menudo y sobreactua con frecuencia.

En mi opinión, lo mejor es Ulloa, tal vez porque no sale demasiado y trata de comedirse. También me gustó Cecilia Freire, que defiende con mucha solvencia un papel muy difícil, no tanto por su originalidad, como por las exigencias de un guion que la hace pasar de la demencia a la cordura de un fotograma a otro. Lo peor, con diferencia, el dúo protagonista; es tan increíblemente malo, que uno siente alivio cuando desaparecen de la pantalla: no sé si Smit es una buena actriz; lo que sí me parece es que tres o cuatro horas de rostro inescrutable y mirada profunda y preñada de dolor y de oscuro pasado ni resultan convincentes ni demuestran grandes dotes interpretativas. En cuanto a Coronado, hace un papel muy femenino y, lo peor de todo, no lo hace bien: se supone que su personaje debería tener ascendiente sobre el interpretado por Smit y no pasa de ser su groupie.

En cuanto al argumento es un cajón de sastre del morbo que, en ese aspecto, resulta excesivo. Es por eso que cuando comienza a resolverse el misterio, tal resolución resulta bastante anticlimática, porque se aparta bastante de sus antecedentes.

Mención aparte el aporte que hace la serie al lavado de cerebro feminista: hay que felicitar a productores, guionista, director y demás por haber cumplido satisfactoriamente el cupo de adoctrinamiento imprescindible para ser emitido en Netflix (o en cualquier otra plataforma o cadena de televisión).

Por otra parte, la serie me ha suscitado unas cuantas reflexiones y dudas, algunas de las cuales expongo en la sección de destripes...

¿Por qué esta cosa está entre lo peor que he visto en mi vida?

Por su guion: es un "whodunit" muy simple y muy facilón en el que basta aplicar la eliminación más elemental entre los personajes para saber quién es el asesino a partir del tercer capítulo, sin necesidad de ser Sherlock Hoimes; de hecho, sin necesidad siquiera de haber leído a Conan Doyle.

Por la denigrante aplicación, en todos los aspectos de esta "obra", de la famosa ideología de género según la cual los "delitos" son menos delitos cuando los cometen seres de luz y no deben ser ni punibles ni mal vistos.

Por la música: ni me acuerdo de ella; lo cual significa que es lo mejor de la serie porque, al menos, no molesta.

Por las "interpretaciones"... ¡Qué horror! El único que parece estar vivo es Grao (estar vivo, en este caso, no significa ni por asomo resultar coherente o creíble), aparte de otro actor al que no conocía, que hace de padre de la chica y que provoca hilaridad cada vez que sale en pantalla, especialmente cuando le mendiga droga a un pimpín macarrilla al que se le suponen dieciséis o diecisiete años...

El resto de las que seguiremos "llamando" interpretaciones no se entienden; en mi portal hay buzones dotados con más expresividad que estos actores. Mención especial para la señorita Olivia sin Popeye que hace de protagonista, cuyo único mérito a la vista para que le hayan dado tal papel es portar un apellido extranjero, cosa de mucha estima, al parecer, entre papanatas (sospecho, aunque prefiero permanecer sin saberlo, que procederá también de una de esas dos autonorruinas que presumen de históricas y apenas llegan a histéricas, lo cual parece ser la virtud humana suprema entre majaderos propios y ajenos).

Por la inverosimilitud de lo narrado: gente que se desnuca por una simple caída en la calle; profesores de informática que usan el ordenador de su casa para cometer delitos pero no saben aplicar el antivirus; petardas intelectualoides que envían a su mejor amiga identidades de malvados pero lo hacen en clave para que dicha amiga pueda demostrar una supuesta inteligencia de la que carece durante todo el resto de la serie; un asesino que se pone en evidencia de la manera más estúpida posible; un teniente de la Guardia Civil que se entera menos de lo que investiga que su hija no muy lista que le dedica al asunto el poco tiempo que le resta después de hacer el canelo todo el día en compañía de unos personajes tan absurdos como imposibles, entre los cuales destacan el típico "aliade" con aspecto de espantapájaros, dos chonis de escaparate y el macarrilla que en sus ratos libres funge de genio de la informática. Sin olvidar a los adultos más sumamente imbéciles y pueriles de la historia del audiovisual español y tal vez universal.

Por unos fallos de guion tan increíbles que a la fuerza tienen que ser sabotajes, teniendo en cuenta que los guionistas son SEIS... Tal vez no les pagaron lo prometido.

Por la escena ridícula del barriobajero que ni a media bofetada llega; por las escenas de sexo; por las de dolor insuperable, que dan mucha risa; por la escena carreteril final...

Por todo ello, y mucho más, es por lo que esta cosa me parece de lo peor que he visto en mi vida.

Ante todo, debo reconocer que, a pesar de sus relativamente bastantes tachas, esta serie me ha gustado. El argumento, un poquillo tramposo, como suele ser habitual en estos guiones "fronterizos", me entretuvo mucho, lo cual es muy de agradecer en esta época de series de las que sales huyendo a la mitad del primer capítulo. El final, donde muchas buenas producciones suelen hacer agua, me pareció congruente y resultón y muy bien resuelto. El ritmo, un tanto lento al principio, adquiere bastante pronto el tempo idóneo. Los personajes, cosa insólita hoy por hoy, son creíbles incluso cuando actúan de forma en principio ilógica. Hay alguna inexactitud, tal vez incluso deliberada, que acaba uno perdonando porque a fin de cuentas adereza el juego de equívocos en que consiste buena parte del guion.

Ahora bien, todo esto me importa poco. Si me ha dado por escribir esta crítica es para romper una lanza en favor del niño protagonista; ni Peter Capaldi, ni Raine ni leches: el que lo borda, el que te desespera y descoloca, el que resulta a fin de cuentas imprescindible es el puñetero niño.