Es complicado encontrar películas como 'Gran Torino' en la actualidad. De una manera eficaz, Clint Eastwood vuelve a la pantalla para dar vida a Walt Kowalsky, un anciano amargado veterano de la Guerra de Corea que, tras la muerte de su mujer, no es capaz de soportar la realidad de temas como la juventud o la inmigración.

Sobra más de la mitad de la película. Un argumento absurdo, pobre y extremadamente aburrido que intenta sorprender al espectador con el lujo árabe más estrafalario desde los Emiratos.

'In Time' plantea un tema interesante: el tiempo ha pasado a ser la moneda de cambio de una sociedad que entendemos futurista en la que la marcada división de clases sociales hace que las injusticias sean evidentes. Por una parte, la gran mayoría de la población vive día a día, contando rara vez con más de 24 horas disponibles al despertarse por la mañana, convirtiéndose su existencia en un martirio con el que tendrán que lidiar de tal modo que consigan tiempo para el día siguiente. Por otro lado, en el sector más elitista de la sociedad, se encuentra un grupo de personas que dominan el mundo sin preocupación alguna por que su tiempo llegue a cero.

El problema se pone de manifiesto cuando la avaricia, la codicia, las ansias de poder (o de tiempo, en este caso sinónimo) y el afán de supervivencia se juntan dando lugar a un choque frontal entre los polos opuestos de la sociedad. Los "guardianes del tiempo", encargados del control de la circulación del tiempo por el mundo, tratarán de frenar el destino dela pareja protagonista, interpretada por un aceptable Justin Timberlake y una sorprendente Amanda Seyfried, que se quita el disfraz de niña buena para entrar en la piel de una chica rebelde.

El largometraje resulta entretenido y nada aburrido, con algunas escenas de tensión y suspense que mantienen la vista pegada a la pantalla. Sin embargo, el argumento podría haber sido mejor aprovechado y desarrollado de una manera más original.

Se trata, a fin de cuentas, de una crítica contra el sistema capitalista en el que los bancos someten a la población a un férreo control, dominando sus vidas por completo y sin ningún atisbo de humildad o empatía.

El pasado 8 de abril se estrenaba la película 'Sin Límites' del director Neil Burger y con Bradley Cooper, Abbie Cornish y Robert de Niro al frente del reparto.

El largometraje comienza con una de las escenas finales para dar paso a una narración continuada de la vida de Eddie Morra tras probar una droga que amplía la funcionalidad del cerebro hasta un 100%, haciendo posible el aprendizaje instantáneo y la obtención de todo tipo de detalles e informaciones ocultas. Presentándose en una línea de película poco habitual, la película llega a marear por los exagerados efectos de cámara y la blanquecina luz que alumbra constantemente la pantalla.

Dejando atrás estos defectos, la trama se plantea notablemente, dejando al que la ve con ganas de tomar una de esas pastillas. Sin embargo, un argumento de esta índole podría haber sido enfocado de distinta manera, pues llega un momento en el que uno se pregunta qué ocurre entre escena y escena.

En definitiva, una película cuya buena campaña de marketing ha conseguido grandes cifras en taquilla pero que no se corresponden con su calidad.