Ponerme de pie y comenzar a pasear por mi salón fue la única forma en la que conseguí no dormirme mientras veía esta introspección fílmica.
Entiendo que haya gente con una sensibilidad especial que se emocione viendo dramas de este tipo, de la misma forma que entiendo que existan personas a las que se les inflame el alma observando cómo florece una margarita.
Estoy tentado de hacerte spoiler y contarte el final; créeme me lo agradecerias, pero da igual que te lo cuente, el resultado va a ser el mismo.

Una película es clásica si su contenido sigue vigente aunque pasen los años. Y eso ocurre con Z. Viéndola hoy en marzo de 2020 y cambiando los escenarios de La Grecia de finales de los 60, por la Venezuela actual, tiene completa actualidad. Lo único que diferencia las dos sociedades es que en aquella Grecia había comida, medicina, sanidad...y en la Venezuela tiránica y Bolivariana, la gente se muere de hambre y de falta de medicamentos.

Pero lo importante es la capacidad que tiene el ser humano para oprimir a sus congéneres en aras de unos ideales, ya sean católicos o socialistas, que ambos son excusas para imponer la injusticia.

Y sobre todo la ceguera de no ver como se aproxima esa debacle anti democrática si los tiranos que vienen a estropear tu sociedad están próximos a tus creencias