Obra maestra del cine negro y una de las mejores películas de Fritz Lang. Obra apasionante de principio a fin, con una dirección seca y concisa, un guión extraordinario, con diálogos afilados y llenos de rabia, y unas interpretaciones magníficas, en especial del nunca suficientemente valorado Glenn Ford, que dota a su personaje de la fuerza necesaria, en esta historia de corrupción y venganza, pero también de redención.

Me resulta difícil explicar con palabras el impacto que me ha causado esta gran película. De entrada diré que la película es un homenaje cálido al cine clásico, hecho que se perciba ya en la presentación con la palabra "Cinemascope" y con la utilización en el cierre del "The End". Y también con los carteles de "Casablanca", "Forajidos", el protagonista menciona "Encadenados" y van al cine a ver "Rebelde sin causa". Y, por supuesto, es un homenaje al cine musical, en su tono melancólico recuerda a "Siempre hace buen tiempo" de Stanley Donen y Gene Kelly, y en la planificación de las escenas y el estallido de colores nos transporta a "Las señoritas de Rochefort" de Jacques Demy. Dicho esto, la película no es solo eso. Como comedia musical,que es toda la primera parte, funciona de maravilla con un brillante trabajo coreográfico y de banda sonora. El número musical introductorio es fantástico y está muy bien rodado. Toda esa primera parte, que sigue el esquema clásico de chico conoce chica, es vibrante, mágico y cálido, con dos actores en estado de gracia, Josling y Stone, que bordan sus personajes. Hay toda una reflexión sobre el mundo del jazz, que realmente nunca choca. Todo ese mundo de fantasía gira de forma natural en la segunda parte hacia el realismo. Y es aquí donde el director se supera a sí mismo. De la alegría de los sentidos pasamos al impacto emocional profundo, coronado por una secuencia final que realmente conmueve. Ahí aparece todo mezclado el pasado, el presente y hasta el futuro de los protagonistas. Es un final, alegre y triste, al tiempo. La película persigue y logra un romanticismo puro, que conmueve y afecta. Sensibilidad, romanticismo, melancolía y nostalgia, todos esos sentimientos te asaltan cuando terminas de verla.
Sigue en spoiler:

La típica película con mucha fama de los años 50, con muy buena crítica, sobre todo en Europa, pero que vista 50 años después se la ve pretenciosa, excesivamente recargada en todos los aspectos (dirección, fotografía, decorados, interpretación), y no es más que una llorona adaptación de Steinbeck, con un final que más que emocionar, chirría por sentimentaloide. Capítulo especial para un envarado James Dean, cuyo estilo de actuación, introspectivo y gesticulante al máximo, al límite de la caricatura, ha quedado anticuado, hecho visible también en sus dos otras películas, Rebelde sin causa, otra película sobrevalorada, y Gigante, sin duda alguna, la mejor de las tres.
En cambio, hay que destacar a Julie Harris y Jo Van Fleet, que hacen una composición emocionante de sus personajes.

Reconozco que, a pesar de las críticas positivas que había leído, no creía mucho en esta película. Y lo cierto es que no me ha defraudado. Me ha parecido tópica, superficial, fría, artificiosa e indigna de ese gran cineasta que es Woody Allen. Puede que estemos ante su dos o tres películas peores. El resultado de este fracaso no sé si será la edad del realizador, el haber situado la acción en España (siempre he pensado que Allen, alejado de Nueva York, está como fuera de su elemento), o los intérpretes (aunque Cruz salga mejor parada que de costumbre). El caso es que no hay ni una escena, ni un solo momento que recordar en esta cinta, y la voz de fondo resulta sumamente irritable. A veces parece un filme de postales bonitas, y esto de "se fueron de luna de miel a Sevilla" o "aquel maldito fin de semana en Oviedo" resulta casi ridículo. Y el beso de Penélope y Scarlett es de lo menos erótico que te puedes encontrar. Lo curioso son las críticas casi todas positivas que cosechó. Vamos, tu coges "Delitos y faltas", "Balas sobre Broadway" o "Manhattan" y ves ésta, y seguro que piensas que no son el mismo director. Y la pena es que así, solo tienen en común el nombre, el resto es una caricatura de ese director que hacía películas maravillosas casi todos los años.

Cafe Society, la película número 46 de Woody Allen, me ha parecido una buena película, lejos de sus grandes obras de los setenta, ochenta y noventa, pero muy por encima de todas las películas hechas por Allen desde 2007. Se habla continuamente de la decadencia de Woody Allen desde hace varios años. Creo que Woody ha perdido con los años capacidad para dibujar personajes convincentes (ahora la mayor parte de ellos son meros estereotipos) y que sus diálogos son menos profundos y brillantes (comparemos los diálogos de sus últimas películas con los de "Hannah y sus hermanas" (1986) o "Septiembre" (1987), una de las más hermosas y olvidadas películas del cineasta). No obstante en esta película Allen ha recuperado cierta energía y con ayuda de Vittorio Storaro crea unas imágenes muy bellas que se te graban en la retina inmediatamente. Tampoco ha perdido capacidad para dirigir maravillosamente a los actores, logrando actuaciones convincentes de Eisenberg, Stewart y Carell. Y ahí está su amor eterno a Nueva York, con ese magnífico plano del puente de Manhattan. Pero lo que diferencia a esta película de las anteriores es su capacidad de conmover, a través de un romanticismo nada pasado de moda y un tono melancólico que alcanza su apogeo al final con ese magnífico travelling circular alrededor del protagonista. Los sueños, sueños son, nada que ver con la vida real, pero para eso está el cine, para ayudarnos a soñar una vida mejor.