... es la del vaso de agua. No sé por qué, pero al verla hoy creo que la recordaba más larga, más sombría y más tétrica. Pero os podeis imaginar que con esos cinco o seis añitos, yo me quedaba rembobada con aquello de que no hubiera suelo, con esa especie de cirios, que no sabías cuál podía caer al saltar encima. Quizá no tenga nada de particular esta escena, pero si la encadenamos con esas otras de Indiana Jones (cuando en La última cruzada, Indiana debe superar las pruebas para conseguir el Santo Grial), La historia interminable (cuando Atreyu tiene que pasar por delante de las esfinges), y otras muchas, la fascinación que sentía por ellas creo que han hecho que ahora tenga un espíritu más aventurero. Quién volviera a esos años!