A grandes rasgos, la película “Caníbal” de Manuel Martín Cuenca trata sobre un hombre solitario que se dedica a asesinar mujeres anónimas para alimentarse de ellas, pero que sufrirá un “conflicto moral” al enamorarse de una de sus posibles víctimas. A priori, esta historia parece interesante, y aún más al visionar el tráiler que únicamente tiene la poca música de la película (más adelante ahondare en esto) y nada de diálogo. Pero se vende demasiado como una historia de amor, algo que no llego a comprender del todo.
La realidad al ver la obra es distinta. La verdad, decepciona en cierto sentido porque tiene un arranque muy bueno y esperanzador de que no será simplemente una película española más, pero el desarrollo poco a poco va decayendo, desinflando la tensión y volviéndose monótono, otra película lenta.
En primer lugar el personaje es excesivamente distante al espectador, en ningún momento se siente compasión o identificación con él. Hay demasiados elementos que están en el aire y de los que en ocasiones se pretende insinuar algo. No se sabe prácticamente nada sobre el pasado del protagonista, quizás se puede deducir problemas afectivos y amorosos anteriores, pero nada contundente. Bien es cierto que cuando en un guión se entienden demasiadas cosas la película es mala porque trata al espectador como tonto, este caso ha pecado de lo contrario. No se crea excesiva incertidumbre y no hay identificación porque no tenemos datos que nos permitan abrir un abanico de posibilidades y un porqué que nos deje enganchados a la pantalla.
En segundo lugar, la forma audiovisual de contar la historia no es correcta del todo. Empezando por el punto fuerte, las imágenes, la fotografía y el sonido son sencillamente espectaculares y muy agradables de ver y oír. El problema está en se confía demasiado en solo estos dos factores. El montaje debería ser algo más rítmico y dinámico, en ocasiones hay planos que están alargados de más, y la escasa complejidad de la trama no permite recrearse tanto porque al final la historia no avanza. A la película le sobran minutos.
Otro elemento a tener en cuanta, o mejor dicho a no tener, es el tema de la música. Se echa en falta una buena banda sonora que vaya más allá del excelente sonido de directo, campanas o procesiones, cosa que no digo que esté mal, sólo insuficiente.
Pero no todo es malo. El director ha sabido tratar con delicadeza los crímenes para no caer en lo morboso y ha sabido conducir el tema sexual de forma correcta. Precisamente el buen uso de ambas cuestiones no caracteriza al cine español en general, así que es de agradecer eso y la buena actuación de Antonio de la Torre, que se desenvuelve de forma magistral dentro de su papel y realmente resultan creíbles las acciones que desempeña. Derrocha una naturalidad y una firmeza que alimentan la credibilidad de la película.
Que la historia se entienda, el montaje y la música son factores que hubieran convertido a la película en algo más “comercial” por decirlo de alguna manera. Está bien que sea poética e intelectual, pero eso hace que no llegue al público general y haya pasado sin pena ni gloria por las salas de cine. En España hay demasiado tinte de Cine de Autor que parece que se preocupa sólo de gustar al propio creador, a la crítica y a las altas esferas del mundo del cine. ¿Y los demás qué?