Tenía unos seis o siete años cuando vi esta película por primera vez. Fue en el cine de verano de mi barrio, allá por 1986 ó 1987. Y el amor a primera vista, la atracción irresistible hacia el Nostromo, su tripulación y ese octavo pasajero que tanto daría que hablar en la historia del cine, fueron tan repentinos como duraderos. Jamás olvidaré aquella noche y las sensaciones que me provocaron asomarme por primera vez al atrayente universo alien...

Poco después, emitieron la película en televisión española y le pedí a mi padre que la grabara en una cinta de vídeo beta. No sólo accedió a grabarme la película, sino que estuvo atento para quitarle todos los anuncios y, una vez grabada, se curró una carátula con recortes que aparecían en una revista de televisión de aquella época. Después de aquel día, pude ver ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO varias decenas de veces hasta que aquel viejo vídeo beta quedó obsoleto y tuvimos que cambiarlo por un VHS.

Hace unos días, mi hijo de nueve años me preguntó si podía ver esta película. Encantado de escuchar aquello, le dije que no sólo podía verla sino que la veríamos juntos en una sesión de cine familiar. Así que preparamos unas palomitas, apagamos las luces del salón y le dimos al play. Yo estaba emocionadísimo, aunque debo reconocer que, por un momento, me asaltó la duda: tal vez, al ver la película tantos años después de la última vez, hubiera envejecido mal; tal vez no era tan buena como recordaba; tal vez, aunque tan sólo hubiera una pequeña probabilidad, iba a llevarme uno de esos chascos que te llevas a veces cuando compruebas que has idealizado algo; tal vez los efectos especiales, los escenarios, los monstruitos... ya no sean tan espectaculares como yo los recordaba.

Pero no: nada de esto ocurrió. Volví a ver una película espectacular, con una narrativa perfecta y una trama inigualable. Los efectos especiales siguen resultando igual de buenos que lo fueron en su día: mucho mejores, qué duda cabe, que la mayoría de la pirotecnia generada por ordenador que ha invadido el cine actual. El monstruo sigue siendo la leche: es un xenomorfo, así que no podría ser de otro modo. Y los escenarios: el Nostromo, los ordenadores, las pantallas de fósforo verde, la luz blanca, los conductos del aire, las cápsulas de hibernación, el planeta encontrado, el nido lleno de huevos... el futuro que imáginabamos en los años setenta del Siglo XX, todo eso forma parte de una estética tan única y perfectamente recreada que se convierte, en mi opinión, en el verdadero protagonista de la película. Y ahí está la clave, en mi opinión: todo cuanto ocurre en esta historia se mueve sobre un escenario que, por sí solo, ya vale toda una saga.

El vuelo eterno del Nostromo, perdido en la inmensidad del espacio infinito, encierra en su interior la esencia valiosísima de ALIEN, EL OCTAVO PASAJERO.

Hacer una secuela digna de un clásico como THE TEXAS CHAINSAW MASSACRE (Tobe Hopper, 1974) es tan complicado que roza lo imposible. En el caso de la saga de Leatherface & the saw is family creo que todo se complica un poco más por el papel que ocupa la película original en la historia del cine: y es que a partir de 1974 el género de terror dio un salto cualitativo como pocas más veces ha vuelto a hacer hasta el momento presente...

Aún así, creo que la película de 2022 es una secuela más que digna y nada despreciable. Si bien es cierto que se aleja un poco de la historia original; que se echa en falta a la encantadora familia de la sierra, el gancho y el martillo; que falta el sol abrasador casi constante y no se intuye el olor a excrementos de vaca y no hay rastro de granjas y mataderos... aún así, podemos ver a un Leatherface que, casi durante toda la película, consigue suplir todas estas carencias casi con su sola presencia.

Pero, claro, ante tantas adversidades es complicado que no nos hagamos una pregunta que se viene a la cabeza en varias secuencias de la peli: ¿realmente estamos viendo a Leatherface? ¿o más bien se trata de cualquier otro personaje que, por alguna extraña circunstancia, ha adquirido su apariencia? Es más, ¿podemos decir que esta película forma parte del submundo de LA MATANZA DE TEXAS? En mi opinión, estas dudas son lo que más lastra a la película: si se le hubiera puesto otro título, si en lugar de Leatherface ponemos a otro personaje igual de brutal y sediento de sangre, si no se hubiera pretendido hacer una secuela de un clásico a la altura de muy pocos sino tan sólo una nueva película... entonces, tal vez, todos la habríamos visto (y disfrutado) con otros ojos. Y es que esta secuela podría ser perfectamente cualquier otra película y nadie encontraría similitudes (salvo las más evidentes: máscara y sierra) con el universo de LA MATANZA DE TEXAS. Pero claro, parecía que lo fácil era hacer lo que se hizo. Y así fue.

A pesar de todo, la película tiene suficientes cosas buenas como para ser respetada: el metraje es totalmente adecuado a lo que nos quiere enseñar; nos cuenta su propia historia; las muertes son espectaculares en un porcentaje alto; y hay sangre y vísceras suficientes para entretener a cualquier amante del slasher. Visualmente es atractiva. Y Leatherface, aunque no sea del todo él, no defrauda.

Sintetizando: varias películas dentro de la saga de THE TEXAS CHAINSAW MASSACRE son peores que esta secuela de 2022. Si eres aficionado al subgénero, esta película te va a gustar y puede que no la veas sólo un vez; sin más trascendencia, que no es poco.

PISCINA INFINITA es una buena película que nos cuenta una historia tan extraña como cercana. Hay reflexiones importantes en su trama: ¿qué es el ser humano? ¿de qué depende nuestra identidad? ¿hasta qué punto somos libres? ¿cómo influyen el contexto y las estructuras sociales en nuestro comportamiento y en nuestra forma de pensar? También pone ante nuestros ojos cierta imagen del turismo que, llevada al extremo de lo surrealista, puede incomodar o despertar más de una conciencia...

Creo que no es posible verla y disfrutarla plenamente sin cuestionarse a uno mismo: en parte, eso es lo que hace a la película tan cercana, atrayente y reflexiva. Si bien no hay desarrollos profundos de ningún planteamiento concreto, sí deja muchas cuestiones en el aire que, en algunos casos, pueden despertar en nosotros al filósofo de barra de bar que todos llevamos dentro.

En algunos tramos se vuelve algo repetitiva en las formas y en el contenido, pero creo que ambos factores son imprescindibles para completar de modo global tanto la historia que se nos cuenta como el modo de contarla; es decir, la película tiene que llegar a aburrir un poquito para terminar de ser contada.

La esperaba con muchas ganas y no me defraudó en absoluto. Mi mujer, en cambio, se quedó durmiendo y ya no quiso seguir viéndola cuando traté de despertarla...

A veces tiene uno cierta suerte cuando se pone a rebuscar películas sin mucho criterio ni sentido, sólo con la intención de encontrar algo interesante para pasar el rato viendo cine. En mi caso, así fue como descubrí esta película que me mantuvo maravillado durante algunos días... Hacía tiempo que no encontraba algo tan intenso, fuerte, original y cargado de un simbolismo tan misterioso como hipnótico...

Hacía mucho tiempo que no encontraba una película que me sorprendiera tan gratamente como lo ha hecho este curioso film. Por pura casualidad, buscando qué podía encontrar en televisión una de esas noches en las que cuesta conciliar el sueño, veo una breve secuencia que me cautiva de inmediato: una habitación sucia y desordenada, un hombre borracho y enloquecido, un cuerpo femenino ensangrentado y desnudo. Aquello fue suficiente para despertar mi curiosidad cinéfila de manera irrefrenable...

Los personajes son decadentes, degenerados, alcohólicos, miserables, enfermos... Y el protagonista es todas esas cosas llevadas a su máxima expresión. Los escenarios son maravillosamente sórdidos y decrépitos: en ocasiones, hasta puedes oler la pestilencia nauseabunda que inunda el espacio por el que se mueven los asquerosos cuerpos de los vivos y de los muertos. La adicción al alcohol, en grado superlativo, es una constante a lo largo de las casi dos horas que dura esta obra maestra. Un retrato desnudo de los aspectos más absurdos, torpes y desagradables del alma humana.

Una película para ver a solas, sin nadie a tu lado que pueda interrumpir con sus comentarios el extraño trance que provoca asomarse al oscuro abismo que todos llevamos dentro.