Al fin algo está cambiando en Disney desde que John Lasseter se convirtió en director creativo-ejecutivo. Ayer noche he visto "Rompe Ralph" (Wreck-It Ralph) y lo que vi era la antítesis de otro de los clásicos truños rancios que disney lleva produciendo en los últimos veinte años, sin duda asistí a lo que se asemejaba mucho más a un pixar de la más excelsa calidad. Me ha entusiasmado, la verdad, Ralph y Vanélope me han enamorado y el resto, incluyendo con especial mención a la sargento Calhoun y al bueno de Félix, están magníficos. La animación es de órdago, el colorido y diseño son el no va más, está plagada de un millón de matices y tropecientos guiños a los clásicos del videojuego, desprendiendo además una inmensa ternura a base de sana nostalgia, pero siempre tratada con inteligencia y firmándola disney, sin subrayados de ñoñería (increible). Si no la habéis visto, no os la perdáis, ya tengáis 4 ó 80 años, poneos cómodos, abrid bien los ojos y disfrutad de esta preciosa joya.

- Doctor, tengo todos mis órganos descontrolados.
- ¿Por Dios, qué me dice?
- Lo que oye. Ayer noche he visto la última de Von Trier y en el transcurso noté un revoltijo tremendo y sensaciones de movimiento interior. Diría que mi bazo está donde mi corazón y éste bajó junto al riñón derecho que a su vez intecambió posición con el pulmón izquierdo y en fin que como le dije todo está descontrolado. Incluso tengo la impresión de estar hablándole a través del prepucio que ahora siento ubicado bajo mi nuez.
- cálmese fue tan solo una película.
- Lo sé, pero eso no elimina mis sensaciones encontradas.
- A ver, voy a recetarle algo. (El médico escribe en un papel). Listo aquí tiene.
- ¿Es grave?. Sea sincero.
- En absoluto, siga mis prescripciones y pronto volverá a la normalidad. Eso sí, sea sensato e intente no volver a acercarse a una película de ese chalado con ínfulas de superioridad.
- Es que su manejo de imágenes de enorme potencia es demasiado atractivo.
- Precísamente por eso. Evítelas a toda costa, son un simple cebo para atraerle y después pisotearle.
- Está bien. Le juro que lo intentaré.
- De acuedo, ahora tómese la medicación y verá como todo vuelve a la normalidad.
- Ojalá así sea. Muchas gracias y buenos días.
- Adios adios.

Al salir de la consulta, desdoblé la nota y vi que estaba en blanco. Sentí ganas de entrar y asesinar al médico apretándole el tomador de tensión a la garganta, pero conseguí dominarme.

Fui a la farmacia de al lado de casa y entregué la receta en blanco. La farmacéutica, una tipa mayor con cara de amargada, me miró fijamente con su mirada de ardor de estómago y me soltó una bofetada en la nariz con el torso de la mano. Sentí un fuerte dolor agudo que revolvió todo mi ser y una extraña sensación interna de revolución. Al cabo de un momento, noté que mi prepucio volvía a estar donde debía y una oleada de paz invadió mi cuerpo.

- Muchísimas gracias. ¿Qué le debo?
- Déjeme ver la tarjeta sanitaria.
La saqué de la cartera y se la mostré.
- Estandar. Es un euro.
- Ahí tiene.
- Gracias.
- Gracias a Usted.

Me fui para casa. Encendí el ordenador, entré en filmaffinity y escribí lo que estoy escribiendo. Estoy curado, pero que sirva de precaución. Este tío está muy enfermo y es contagioso.

Estupenda película inglesa sobre mafia suburbial que destila a su vez una hermosa historia de redención, plagada de convincentes y realistas interpretaciones. Interesante también el dibujo social que aporta sobre las capas más desfavorecidas de la sociedad británica y por supuesto, lo más salientable, la evolución psicológica de un personaje principal encarnado por un gran Charlie Creed-Miles que, paulatinamente, se va viendo obligado a elegir el camino correcto, tras tomar verdadera conciencia de la necesidad y obligación debida a sus dos hijos, después de un largo período en chirona.

La cinta viaja siempre por derroteros de bastante sensatez argumental, apoyada como he dicho antes por sobrias actuaciones, a destacar también de manera especial a un joven áctor que hace el papel de hijo mayor, llamado Will Poulter, y con un ritmo de menos a más muy adecuado, que desemboca en un último cuarto de hora frenético también a nivel emocional.

Apuesta segura para amantes de este tipo de historias, que deja el listón a gran altura de cara a posteriores intentos y termina por provocar sensación de gran consistencia y muy buen cine.

Desbarre canadiense, sorprendentemente simpático, en formato de comedia de horror, que suma todos los tópicos conocidos, pero adaptándolos con personalidad propia y reconvirtiéndolos en un refrescante bálsamo muy cercano a una imprevista genialidad.

Producto plagado de límites sorteados de manera admirable, en buena parte debido al pleno conocimiento previo de los mismos, que provoca una hoja de ruta, llámese guión, con minuciosa elaboración, dentro de su estrafalario y aparente disfraz deshilachado.

Una hora y media de diversión, no demasiado enferma y con la suficiente candidez como para que hachas, sierras y empalamientos varios, chorreen litros de una sangre mucho más dulce y tierna de lo esperado.

Esta mañana me he despertado muy temprano y no he podido volver a conciliar el sueño. Sobre las 7.30, ya totalmente despejado, se me ha ocurrido que era el momento perfecto para enfrentarme a la famosa película de Terrence Malick que ha suscitado toneladas de tinta y críticas completamente opuestas y para la que aguardaba que llegase su momento ideal. Parto de la base de que sabía más o menos lo que iba a encontrarme, es decir, no iba a ciegas, como ocurrió a muchos cuando fue su estreno y aunque acepto que en la mayoría de las ocasiones pueda ser mejor no saber nada del argumento antes de visualizar algo, no siempre es así y aquí tenemos un claro ejemplo.

Presioné el play en el mando, me acomodé en la oscuridad y hasta dos horas y cuarto más tarde no volví a la realidad. ¿Resultado? Pues me resulta difícil expresarlo. Pienso que se trata de cine de otra dimensión, entiendo y me encanta la crítica de Pablo Kurt, sobre todo cuando habla de un extraordinario poema sinfónico y hace hincapié en recalcar su lejanía de un mundo imperado por el cine comercial. Pensémoslo bien, si damos un vuelco hacia el terreno de la literatura, la novela no deja de ser una rama más de otro árbol que cuenta con otros muchos brazos, tan buenos, dignos o importantes y lo mismo ocurre con la música. Lo singular de todo es que no conozco un lugar público en estas otras disciplinas, en el que uno acceda a degustar una audición o un recital literario que no esté marcado desde un principio, o más bien, nadie accede a ellos sin una idea clara de lo que va a escuchar. En el cine sí. Mucha gente va a ver la última de Brad Pitt sin preocuparse de lo que trate la peli e incluso alguno compra la entrada a ciegas, para añadirle la salsa de la incertidumbre al plato que va a degustar. Y por ello esta vez ha habido demasiadas quejas, no porque Brad Pitt haga una mala interpretación (cuestión casi imposible) ni porque Sean Penn se haya quejado de apenas aparecer en el metraje tras habérsele grabado muchos más minutos (no es su problema si finalmente Malick decide eliminarle secuencias, sus razones tendrá y él ha cobrado igualmente por su trabajo) sino porque no estaban preparados para aceptar una obra de estas características, de hecho, ¿cuando se nos prepara para ello, en una sociedad que lo único que fomenta es el consumo de lo fácil y lo rápido por encima de todo, sin concedernos ni un mínimo lapsus para meditar sobre nada?. No, pocos estaban listos para procesar este fabuloso aluvión de metafísica en imágenes cargadas de perfección y conseguir mantener el hilo de procesamiento sin ceder a la comodidad del desencanto.

Sin embargo, no por ello se convierte el tocho de Malick en una joya excelsa, inmune a la deficiencia o al error. De hecho, la antítesis de su virtud como singular y extraño poema voluptuoso que no juega con las mismas reglas que el resto de participantes, es precisamente su desmesura, su alargado solo de grandilocuencia y ese siempre venenoso olor a misticismo que suele rodear profundismos de esta especie. Ahí se encuentra su talón de Aquiles, su más aciago defecto, una extremadamente alargada agonía explicada bajo los mismos lumínicos prismas celestiales recurrentes, que finalmente me dejan ubicado en una grisácea nebulosa de decepción. He aceptado gustoso el reto, hasta lo he disfrutado en muchos momentos y sin embargo, no estoy todavía muy seguro de que, aun solo por su hermosura, haya merecido la pena.