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España España · Granada
Críticas de Carlos
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Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
8
27 de septiembre de 2021
35 de 49 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque Wes Anderson preserva la mayoría de los atributos que lo han convertido en un auteur de fama internacional, las variaciones que introduce en The French Dispatch parecen marcar un nuevo capítulo en su filmografía –los rumores sobre su próxima producción, actualmente en fase de rodaje en Chinchón (Madrid), confirman lo anterior. La estética continúa siendo inconfundible, con planos perfectamente simétricos medidos al milímetro, pero ahora el blanco y negro es predominante salvo en las contadas escenas que se desarrollan en el presente diegético. Los personajes son típicamente andersonianos: extravagantes, dadaístas, bellamente artificiales. Sin embargo, la propia estructura del filme –he aquí la innovación fundamental– motiva una narración fragmentada, en la que el inflado elenco nunca coincide en el mismo espacio-tiempo.

En efecto, el texano nos traslada en esta ocasión a la redacción del "The French Dispatch", la filial gala de un periódico con sede en Kansas. El hilo se desarrolla a la manera de un magazine, paginado y dividido en diferentes secciones explicitadas por los intertítulos. Tras un breve obituario que anuncia la muerte del jefe de redacción (Bill Murray) y el consiguiente cierre de la publicación, se inicia una suerte de guía de viajes de Ennui-sur-Blasé –el pueblo que alberga La Crónica Francesa– a cargo de Owen Wilson y su bicicleta. El propio nombre del pueblo es un chascarrillo francófono que referencia el estancamiento de una localidad que parece no haber experimentado la más mínima transformación en el último medio siglo (a excepción de la construcción de un nuevo centro comercial con párking subterráneo).

Tras este doble prefacio, adornado con la esperable paleta de colores (rosas chicle, azules esmeralda, verdes pistacho), comienza el grueso del guion, compuesto por tres artículos independientes y representado en blanco y negro para enfatizar el pretérito periodístico.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Carlos
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9
27 de septiembre de 2021
30 de 39 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vortex fue anunciada a escasos días de la inauguración del Festival. Poco se sabía de ella: una divisa ("Life is a short party that will soon be forgotten"), un protagonista (el consagrado director de giallo Dario Argento) y una imagen (un rostro cubierto, quizá asfixiado, por una sábana). Su estreno mundial —el más vespertino de todo el certamen— estaba programado para las 11h de la noche en el Teatro Debussy. Sin embargo, la alegría habitual de Bill Murray, ocupado repartiendo rosas entre el público al terminar la proyección que precedía a Vortex, retrasó su inicio hasta la madrugada. Mientras tanto, masas ingentes de fanáticos de Gaspar Noé (el cuello de la chica de delante rezaba IRREVERSIBLE en tinta negra) se amotinaban impacientes en la entrada. Pero, ¿acaso la nocturnidad y posible alevosía no hacían sino añadir expectación al último crimen del enfant terrible del cine francés actual? Cuando por fin ocupo mi asiento —solo a unos metros por encima del propio Noé, Dario y Asia Argento, Françoise Lebrun o Tilda Swinton, entre otros— comienzo a inquietarme, embriagado por el sudor, los aplausos y los gritos de emoción que presidían el auditorio. Sabía que esto era lo más cercano que estaría a un espectáculo de gladiadores en el s. XXI. ¿Quién sería el protagonista esta vez? ¿La sangre, el sexo, la adicción, el incesto?

Las luces se apagan y la pantalla se funde en negro. En la primera escena, dos ancianos entrañables se comunican de ventana a ventana para reunirse minutos más tarde y copa de vino en mano en el patio de su inmueble parisino. La vida es bella y el mundo un lugar amable y hermoso, así que me pregunto qué le esperará a nuestra pareja octogenaria. ¿Una brutal violación de 9 minutos como en Irreversible? ¿Un angustioso viaje psicotrópico como en Climax? ¿O una muerte infeliz como en Enter the Void? Pero nada de esto ocurre. Nos sorprendemos (creo hablar asimismo por el resto de la audiencia) cuando lo único que se cierne sobre los protagonistas es la vejez y sus inescapables miserias: la enfermedad, la muerte, el olvido.

A excepción de su magnífica primera escena, la pantalla de Vortex queda dividida en dos durante la totalidad del metraje. Noé, influido por los últimos días de su madre, transmite así su visión fatalista del trayecto vital: un espacio reducido y bien acotado de soledades compartidas. De esta forma dedica grosso modo una mitad a Argento y la otra a Lebrun. Sus actuaciones, que recuerdan al Harry Dean Stanton de Lucky en tanto que leyendas del cine que se interpretan a sí mismas en el epílogo de sus vidas, son apabullantes. También merece una mención el papel de hijo de Alex Lutz, próximo al camello desdichado de Enter the Void.

Aunque Gaspar Noé recurre a medios más ortodoxos que de costumbre, Vortex resulta tan demoledora y liberadora como cualquier otra de sus películas. Sus similitudes evidentes al Amour de Haneke funcionan más como homenaje que como copia. Es sincera, personal e inesperadamente bonita. Cuando abandoné la sala tras una ovación de varios minutos, recuerdo respirar el aire húmedo de la madrugada con el mar de fondo. Me sentí feliz.

Vista en première en el Festival de Cannes 2021.
Carlos
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7
29 de septiembre de 2021
18 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Filme autobiográfico de la infancia de Paolo Sorrentino en un momento muy preciso de su vida —el antes y el después inmediatos a la muerte de sus padres en un accidente– y en un momento también muy preciso de la historia de Nápoles –cuando su ídolo Maradona ingresa en el equipo de fútbol. Los avatares del destino se conjugaron para que este segundo acontecimiento salvara a Sorrentino del primero. Fue, por supuesto, la mano de Dios.

Me gustan el humor ácido de su primera mitad, con la sala entera riendo a carcajada limpia; el imaginario felliniano, venerado y a menudo superado por su compatriota; el retrato esbozado de la ciudad más sucia y hermosa de Italia; las figuras grotescas, típicamente italianas, de su cine; el sincero homenaje a sus progenitores, desnudando un matrimonio como todos los demás (eso es lo que más duele); el templo que levanta el napolitano para hacernos partícipes, si acaso se puede, de aquella herida que nunca dejará de supurar. Lo que no me gusta es mucho más corto de narrar: su misoginia, fácilmente eludible pero más intensa que nunca; el exceso de metraje, con un tramo final que se tambalea tras la grandiosidad que lo precede.

En algún punto pensé en el joven Jep Gambardella, nadando bajo el sol mediterráneo poco antes de descubrir la grande bellezza. De alguna forma, creo que È stata la mano di Dio es el desarrollo de aquel personaje, una suerte de alter ego primigenio del director. ¿Es excelente? Sí, pero a Sorrentino le exijo algo más que eso.

Vista en el SSIFF 69.
Carlos
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9
27 de septiembre de 2021
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vibrante, eléctrica, avant-garde, rupturista. Todd Haynes no solo encapsula el espíritu de una de las mayores bandas de la historia, sino también el de un Nueva York en en su apogeo cultural de los 60. Los archivos dejados por Warhol o Meckas son lo suficientemente vastos para que las imágenes y su montaje funcionen como un videoclip psicodélico y fotosensible para Heroin, I'm Waiting for my Man o Sweet Jane.

Vista en el SSIFF 69, con presentación a cargo del director.
Carlos
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10
27 de septiembre de 2021
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Año 10191. La Casa Atreides, una de las más populares, ergo poderosas del universo conocido, recibe del Emperador los derechos de explotación de la “especia” –un codiciado recurso natural presente en el desértico planeta Arrakis, hasta entonces administrado por la temida Casa Harkonnen.

La novela Dune, escrita por el estadounidense Frank Herbert en 1965, está considerada uno de los hitos de la literatura fantástica y de ciencia ficción. Se trata de una obra extremadamente densa que, a pesar de sus evidentes vínculos con la realidad de nuestro mundo, está plagada de sectas pseudorreligiosas milenarias, astros orbitados por dos lunas y viajes interestelares.

No han sido pocos los intentos de llevar Dune a la gran pantalla: Alejandro Jodorowsky trabajó en los 70 más de cinco años en el proyecto para luego abandonarlo a medida que el presupuesto aumentaba; David Lynch firmó en 1984 una adaptación que es, para muchos, el nadir de su carrera filmográfica; en el año 2000, William Hurt protagonizó una miniserie de tres episodios que ha pasado, en gran parte, desapercibida… Todos los intentos habían sido infructíferos, y algunos ya hablaban de Dune como la novela imposible, una suerte de El Dorado que condujo a los más ambiciosos a su perdición, un Atlantis que marcó el fracaso de aquellos que osaban aventurarse en sus innavegables aguas. Todos los intentos habían sido infructíferos… Hasta hoy.

El quebequés Denis Villeneuve, uno de los grandes directores contemporáneos, lleva soñando con los cuerpos celestes de Dune –algunos secos como Arrakis, otros húmedos como Caladan, la mayoría inhóspitos como Tupile– desde que leyó su primer tomo con 14 años. La soledad y la pesada carga nobiliaria de Paul Atreides (“Un gran hombre no busca ser un líder, está llamado a serlo”) sirvieron de refugio identitario al joven que con apenas 18 años pasó cuatro horas en una sala vacía de Montreal donde se proyectaba Lawrence of Arabia (su otra gran inspiración).

En cierto modo, su carrera cinematográfica puede interpretarse como una ardua preparación para Dune, su magnum opus: la complexidad psicológica dostoievskiana de Jake Gyllenhaal en Enemy impregna aquí a cada uno de los personajes; las alargadas naves alienígenas de Arrival sirven de prototipo para los imponentes vehículos espaciales, ahora de ingeniería humana, que surcan este macrouniverso; la asombrosa ciencia ficción de Blade Runner 2049 (¿recordáis cuando Villeneuve se embarcó en la segunda parte de una de las películas más emblemáticas de la historia y salió no solo airoso, sino también laureado?) alcanza en Dune cotas de maestría nunca vistas…

Además, algunas de las cuestiones que aborda el Dune de Villeneuve son infinitamente más acuciantes en la actualidad que hace medio siglo. Arrakis es un planeta pobre, pero muy rico en recursos. Las referencias, tanto raciales como lingüísticas, políticas, religiosas y paisajísticas, hacen eco constante de regiones similares de La Tierra como Oriente Medio o determinados rincones de África. También Arrakis (conocida por sus habitantes como “Dune”) sufre el abuso imperialista de potencias extranjeras que se suceden las unas a las otras en los juegos de hegemonía intergalácticos. Si bien es cierto que la feroz pugna entre los Atreides y los Harkonnen resultaba aún más pertinente en tiempos de la Guerra Fría, no ocurre así con la problemática medioambiental.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Carlos
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