Que nadie se sorprenda si al acabar la película se le queda un sabor de boca a infantilismo o si siente un empacho de efectos especiales trepidantes que se suceden a velocidades vertiginosas, pues quizás es esa la finalidad de la película, sin pretensiones más elevadas que dar unas horas de entretenimiento.

Por otro lado, no es un largometraje apto para quienes busquen algo más que espectáculo "made in Hollywood", humor inteligente o una trama argumental sólida y bien estructurada que les sorprenda, ya que esta adaptación para todos los públicos es directa y muy visual, idónea para un público impaciente acostumbrado a que se lo den todo bien masticado.

Teniendo claro el prisma con el que hay que mirarla, podemos decir que la primera hora y media de película se hace soportable, pero luego ya se vuelve del todo previsible y pesada (por lo que recomiendo no ir con sueño a la sala), demasiado lineal, con personajes totalmente planos que incluso pueden llegar a ser tediosos y despertar antipatía en nosotros, como en el caso del secretario de defensa.

En definitiva, podrá divertirse con esta película todo espectador habituado a disfrutar de las grandes superproducciones americanas, con su militarismo autocomplaciente, orgullo nacional de su tecnología, impregnadas de velocidad en el desarrollo de la acción principal y de tratamiento clásico del punto de vista y tiempo que, lejos de experimentar con fórmulas nuevas, repite aquello que funciona y reporta beneficios.

Grandes dosis de humor, un guión a la altura de la serie y un contenido de enorme crítica social son ingredientes que no podían faltar en el salto a la gran pantalla de la obra de Matt Groening.

Fiel a su estilo, durante todo el filme podemos encontrar alusiones a los problemas ecológicos y al calentamiento global, a la ineptitud política y, cómo no, burlas hacia distintas superproducciones, tales como Titánic o Spíderman.

Sin embargo, a la película en general le falla el ritmo: se muestra un inicio trepidante, a rebosar de situaciones chistosas y luego un desarrollo más lento, con escenas que parecen haber sido puestas de relleno, que no tienen la fuerza cómica de algunos capítulos, por no hablar del final, que resulta excesivamente forzado, antinatural, convencional y predecible.

Por otro lado, el largometraje pretende reunir, en una síntesis a modo de muestra, escenas de distintos capítulos de la serie entre las que hallaremos un claro paralelismo, como por ejemplo el capítulo en que Homer consigue una langosta como mascota, la clásica escena de soltar a los perros del Señor Burns u otro en que el pueblo de Sprinfield persigue a Bart, con su padre como cómplice, por cortar la cabeza del fundador de la ciudad.

En resumen, tenemos un buen trabajo que, aunque descompensado, no deja mal sabor de boca, que entretiene y divierte; una película que mantiene la originalidad y la potencia expresiva de una de las mejores series de humor de la historia.