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España España · Madrid
Críticas de Álvaro
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Críticas 83
Críticas ordenadas por fecha (desc.)
8
2 de mayo de 2023
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"The Offer", es todo lo que podía esperar de ella, pero con aspectos varios a mejorar, y es una pena, porque a pesar de que el conjunto funciona muy bien, y tal y como está el actual panorama de ficción en series, me atrevo a calificarla como una de las miniseries más soberbias del momento.

Y puedo entender el por qué de esas limitaciones: a fin de cuentas, la serie se centra en la perspectiva de Albert S. Ruddy y sus vivencias durante la producción de "El Padrino", de Ford Coppola, por supuesto. También se rescata el quehacer productivo de Robert Evans, que es de agradecer, porque por algún motivo que desconozco, la figura del productor siempre está menospreciada dentro del sector, y aquí, sin embargo: se molestan en darle la importancia que se merece, siendo, a mí parecer, toda una lección de producción cinematográfica, de qué es lo que hace un productor, y de por qué es tan importante, que ese productor, sea creativo y apueste y respete por la visión del director.

Así que, no es de extrañar que siendo un producto 100% de Paramount +, la serie se centre sobre todo en las vicisitudes de despachos, del complicado momento financiero que vivía la empresa productora, permitiéndose también hacer autocrítica del comportamiento de sus ejecutivos y directivos. Y aún con ello, en los 10 episodios, hay tiempo para contextualizar los antecedentes de Ruddy, así como la precaria situación de Puzo, tras el fiasco de su novela anterior a "El Padrino". También se reivindica enteramente, como no podía ser menos, la figura de Ford Coppola, como un cineasta de talento innato, y el proceso de escritura conjunta que llevó a cabo con Puzo, que es de agradecer. Y cómo no, al maestro de las sombras, Gordon Willis.
Los problemas surgen, sobre todo, porque se desvía en contadas ocasiones, para introducirnos anécdotas que muchos ya conocemos del rodaje del largometraje, otras sin embargo, vertebran buena parte de la misma, y considero que para bien: las reticencias del estudio de contar con Pacino (excelente elección la de Anthony Ippolito para encarnarlo), los problemas presupuestarios de la misma que sugerían contextualizarla en primera instancia en los 70, o las trabas por parte de la Cosa Nostra neoyorquina, encarnados primero por Frank Sinatra, seguido de Joe Colombo, así como por el propio Joe Gallo, y otras administraciones de la ciudad de Nueva York.

El elenco está en su salsa, tengo respeto a Miles Teller desde que le vi en "Whiplash", y su maduración como actor me parece que sigue una progresión ascendente, lleva con soltura el liderazgo protagónico (y se dejó la pasta en él; es uno de los productores ejecutivos), si bien es cierto que casi no tiene parecido físico con Ruddy, pero esto es al final lo de menos. Quien se lleva la palma, sin lugar a dudas, es Matthew Goode, interpretando a Evans, que pasa a ser, indudablemente, el coprotagonista de la historia; y unan clara reivindicación al directivo del estudio. Goode trabaja la voz melosa de Evans, sus ademanes, su actitud maníaco-depresiva, y su carisma y capacidad de verborrea; cuando aparece, se roba toda la atención, es, sin duda alguna, una de las mejores interpretaciones de su carrera. Ribisi, se queda el segundo en el podio, una composición complejísima del líder de la familia Colombo, con un trabajo de voz también estupendo, así como de transformación física, y corporalidad, probablemente es el mejor trabajo actoral de su carrera. Y a la par, está Burn Corman interpretando a Charles Bluhdorn: buscad imágenes, por favor, el parecido es prácticamente el mismo, Corman se metamorfosea en el empresario financiero de Paramount. Juno Temple sirve de alivio cómico y dramático, aportando también matices varios con su personaje, y una relación de compañeros de trabajo con Ruddy, que celebro que no caiga en la ya revista en este tipo de casos, demostrando que las relaciones de equidad en el plano laboral entre hombres y mujeres, ya se respetaban hace 40 y pico años. Dan Fogler hace una aproximación a Coppola totalmente verosímil, y físicamente se parecen.

En definitiva, que Sky-Showtime empieza fuerte con una miniserie sólida, muy bien escrita, excelentemente interpretada, con una dirección a la altura (aunque hay episodios que sean mucho mejores que otros en este apartado) y que quizás no sea del gusto de todos (no entiendo por qué la crítica especializada ha sido tan dura: la serie da lo que promete y con un grado de exigencia abrumador), supongo que no hay suficiente propaganda panfletaria en su contenido, y eso ha llevado a denostarla, como todo aquel producto que se sale de la tangente del imperio de la ideología progre actual. Que siga así la cosa (nostra), por favor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Álvaro
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6
24 de septiembre de 2022
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A los Oscars, que los den, yo a lo mío. A ver, a ver, y a ver... ¿Qué hace a un cineasta aclamado? Llevo siguiendo la estela a Na Hong-jin desde la soberbia neo-noir, "The Yellow Sea", 2010, una de las mejores películas de aquel año tan flojete de cine. Poco después, vi la anterior que dirigió, "The Chaser", 2008, otro formidable psycho-thriller policíaco, que además estaba por encima de "The Yellow Sea".
Hace unos años, cuando me enteré del estreno de su nueva película "El Extraño" (The Wailing), a pesar del interés que me causó su póster, la dejé correr. Tengo un problema grave con esto de las tendencias, me gusta descubrir cosas antes de que se vuelvan tendencia, y una vez a todo el mundo le da por la fiebre de "esa cosa"; me desintereso; qué se le va a hacer, soy un individualista de mierda al que le gusta nadar a contracorriente de las masas.

Por motivos laborales, he tenido que vérmela, aprovechando la bendita subscripción anual de el paraíso del séptimo arte (sí, Filmin). Vuelvo a la pregunta del principio, ¿qué hace a un cineasta ser aclamado? En el caso de Na Hong-jin, ¿que ganara el premio al Mejor Director en Sitges en 2010? ¿O el "Un Certain Regard" en Cannes en 2011? ¿O es su nacionalidad? El hecho de que desde antes de la fiebre de "Parásitos", toda la esfera cinematográfica internacional, por fin se haya fijado en que buena parte del cine que se produce en el dragón asiático, es mucho mejor que el que produce y genera la industria norteamericana actual (¿?).
Con cada nuevo film, Na Hong-Jin, ha aumentado el metraje de sus películas: "The Chaser" (123 min), "The Yellow Sea" (141 min) y "El Extraño" (156 min). Y honestamente, tal vez ese sea uno de los principales lastres de sus dos últimas películas; el intentar romper las reglas esenciales de la narrativa para mostrar que hay otra posibilidad de narrar que no se ajuste a la normativa norteamericana o europea, y no digo que no sea posible, el problema es que las propias historias que narra, desde su lógica interna, no demandan ese minutaje, ni mucho menos. Na Hong-Jin, es un cineasta que peca de querer exponer de más en su metraje, intentando generar una expectación y un suspense, que no obtiene, ni consigue.

Y esto está presente a lo largo y ancho de todo el metraje de "El Extraño". No me sorprende, ni extraña la tan alabada mezcolanza de géneros, porque... Joder, es que a poco que ves dos películas surcoreanas, ya te das cuenta de que ellos son así de histriónicos, de caos-calmo que es casi propio del ser asiático, con sus matices, por supuesto. Ellos, habitualmente, no entienden de transiciones, son puramente temperamentales: capaces de pasar del zen, a la cólera, o al llanto, en un abrir y cerrar de ojos. Lo cerebral es puramente europeo, y más nórdico, que mediterráneo, me atrevería a afirmar.
El guión es tremebundamente tramposo, y peca de una sobreexposición inicial que lleva a que su detonante no suceda hasta el minuto 38 de película, que si la historia lo demandase, podría entenderlo, porque hay que construir bien esas relaciones familiares, para que luego nos importe algo de lo que le pasa a este policía bonachón y comilón (interpretado extraordinariamente por Kwak Do-won), y su hija (fantástica también, Kim Hwan-hee). El problema, es que la identificación tampoco es lo suficientemente eficaz, y desde un primer momento, se hace demasiado hincapié acerca de ése extraño-japonés, que sí o sí, debe ser el malo de la película.

Y el juego no varía más allá de una población que ignora qué es lo que sucede: si es una epidemia, una maldición, si todo es culpa de ese extraño-japonés que vive apartado... El film quiere hablar de demasiadas cosas, pero no se decanta por ninguna en particular, donde el conflicto de razón y fe, habría sido realmente interesante, jugando siempre con la duda de los pobladores de la localidad, habiendo sabido sacar mejor rédito del wéstern, de la poca presencia que tiene este. La comicidad no me molesta, pero tampoco está tan brillantemente explotada como pudiera. Hay una sensación de simpleza, de engaño al final, que hace que uno se sienta entre desconcertado y estafado. Y esto, temo se deba, a que la resolución, no es lo suficientemente poderosa, ni siquiera el conflicto que se produce.

Entre el minuto 45 hasta el 130 y pico aprox. siento interés por lo que pasa, y quiero involucrarme de verdad en la historia, me siento atrapado, ahí siento que soy partícipe (lo mejor, ese duelo/baile de exorcismos; sin duda, la mejor secuencia de la película), para nuevamente, en el último tramo, expulsarme, dejarme de lado con un TERCER PUNTO DE GIRO (inaceptable), y quedarnos con la impresión de que a Na-Hong Jin, se le ha subido a la cabeza eso de ser "un cineasta aclamado". Ni la recomiendo, ni la vilipendio: haced lo que os dé la puñetera gana, que ya sois mayorcitos.
Álvaro
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10
31 de julio de 2022
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay peliculitas. Hay películas. Hay peliculones. Y luego: hay cine. "Las zapatillas rojas" (The Red Shoes), de "Los arqueros", Michael Powell & Emeric Pressburger, es cine con MAYÚSCULAS. Sin lugar a dudas, la obra magna de una, si no, la más influyente dupla cinematográfica que ha dado el cine europeo de los años 40. Magníficamente fotografiada por el legendario Jack Cardiff, con una puesta en escena complejísima a todos los niveles, y en donde a su mitad, se nos ofrece uno de los espectáculos de ballet musical más bellamente filmados de la historia del cine: con logros técnicos de primerísimo nivel, en cuanto a transparencias, trucajes de montaje (otra asignatura de sobresaliente), visuales, que hacen que aún me reafirme más en lo que declaraba Scorsese: "Marvel y lo que entiendo por cine, no son lo mismo." Y vaya que si tiene usted razón, maestro.

Basada en personajes reales, pero con una trama ficticia que toma como punto de partida "Las zapatillas rojas" de Christian Andersen, el melodrama está servido, con una historia sobre la crudeza del mundo del espectáculo, y de cómo una joven de alta alcurnia (interpretada estupendamente por Moira Shearer, que brilla con luz propia de principio a fin), se verá macerada por la mano errática y personalidad posesiva de un genio del ballet, Boris Lermontov (otro de los grandes monstruos antagónicos del género teatral-cinematográfico, equiparable al Adisson DeWitt de George Sanders en "Eva al desnudo").

Una obra maestra (y perfecta) sobre el dilema que supone las aspiraciones artísticas en pos del amor, y viceversa. Pero en el que además se aborda de forma verosímil un montaje de ballet, desde su fase de gestación, desarrollo, hasta el día del estreno. Y hará que recordemos que: la música, es lo único importante. Una auténtica gozada y que aplaudí en la penumbra de mi hogar, recordando por qué amo el cine y por qué es tan grande. En Filmin.
Álvaro
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8
2 de julio de 2022
12 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hace cosa de unos días tuve ocasión de ver finalmente la ópera prima de mi respetado, Raúl Cerezo, y segundo largometraje de Don Fernando González, o más conocidos como: Los Ferezo. Escrita por Mr. Luis Sánchez-Polack (y anda que no se nota).

Antes de nada, porque quien avisa no es traidor: si ya es costoso a veces valorar cine patrio (Porque todos nos conocemos, y más cuando quieres intentar dedicarte a ello profesionalmente, por miedo, al qué dirán, o quién me hará la cruz...) pues imaginaros de conocidos y colegas, y de gente a la que tanto admiro y respeto: todavía más. Es un acto complejo y que entraña cierta reflexión en torno a la disyuntiva que acontece: por un lado, obviamente, quieres que les vaya bien, faltaría más, independientemente de si el resultado haya sido mejor o peor en esta primera incursión. Y por otra parte, temes que precisamente la relación prime y que termines censurándote aspectos que a juicio y consideración, deben exponerse como fallas o elementos no atinados: los denominados no aciertos, o errores, vaya.

Lo bueno, es que en este caso, la segunda disyuntiva se ve rebajada considerablemente: "La pasajera" es una arriesgada, y buena película de género, que se agradece en todo este ambiente de ya cansina corrección política, ofendiditis tendincitis, autocensura, y otro largo etcétera que mejor me callo. Da, lo que promete: un viaje cargadete (que no cargante) de guerra de sexos, una progresión adecuada, personajes memorables, así como un fino equilibrio entre terror y comedia, que favorece que el producto resulte coherente y acorde con la propuesta.
Los Ferezo atacan la puesta en escena siempre tratando a la Vane como un personaje más, que está vivo (uno de los grandes aciertos del film), al que hay que tratar como uno más en este road movie, de redescubrimiento paterno-filial. ¿Que "La Cosa" de Carpenter está presente? Sí, eso muchos ya lo sabíamos: y es más, el fantástico trabajo de maquillaje y de efectos, no tiene nada que envidiarle a la del 82, donde se me han revuelto las tripas, y lo he pasado mal con algunos de los momentos de transmutación que no voy a mencionar. Hay algo también de "La invasión de los ladrones de cuerpo" (más de la versión de Kaufman que la de Siegel). Cuanto menos aparece el látex y más emana lo digital: la cosa decrece y bastante.
La fotografía de Ignacio Aguilar se ajusta en todo momento al tono de la película, reforzando a través se sutiles detalles la impresión de encierro, de aislamiento en el interior de la vane. E incluso, permitiéndose una escena (que no desvelaré, obvio), con reminiscencias a Murnau: una gozada. La música de Alejandro Román remite a los sintetizadores del mejor terror de finales de los 70 y principios de los 80, con la cinta favorita de la Vane: una de pasodobles que nos acompañan en todo momento, remarcando el carácter berlangiano del que a veces se imbuye el metraje.

Y si hay algo que eleva el conjunto al film, y para que digan que los actores no cuentan: es la inconmensurable presencia de Ramiro Blas que se adueña de la película, igual que hiciera Christoph Waltz con 'Malditos Bastardos', sí; de ÉSA manera. Es el maravilloso antihéroe que compone lo que hace que nos quedemos de principio a fin en este viaje, consiguiendo elevar la propuesta por encima de la morralla de fantaterror imperante. Por supuesto, no es un personaje que gustará a todo el mundo, tiene motivos para no serlo: maleducado, malhablado, tildado de machista, caradura, y PARA COLMO, ex torero. Válgame el cielo, si eso no es tener redaños en los tiempos que corren... Que sea otro el que remate la faena. Yo me voy por si acaso me pilla el toro.
Álvaro
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8
29 de junio de 2022
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bresson sigue vivo. Y más que nunca en 'El contador de cartas' (The card counter), último film de Paul Schrader, en el que, como bien hacía Yasujiro Ozu; vuelve a intentar reproducir sobre el lienzo en blanco una obra que ya ha pintado otras veces, procurando mejorarla. En este primer visionado, me abruma el ascetismo y la austeridad en una obra tan actual, en donde uno pensaba que el digital no podía combinar las bases del cinematógrafo que Bresson esbozó en sus notas. El dominio del tempo-ritmo es de una maestría increíble, y la tensión se construye desde la emanación sonora y por medio de su enigmática e hipnótica música.

Quizás, el principal problema que se le pueda achacar, es que hay una impresión de vacío, ya no solo en la trama, sino en la densidad emocional de sus personajes. Pero quizás, en un nuevo visionado, esto no se le achaque a ello, sino a que, nuevamente, como ya hiciera en 'El reverendo' (First Reformed), está intentando llevar a cabo un ejercicio de destreza trascendental. A fin de cuentas, todos los que seguimos la estela de Schrader, tenemos habida cuenta que sus personajes, siguen la vía del sacrificio para consumar una redención, en la que el sentimiento de culpa es el motor de su protagonista. Es decir, samuráis a fin de cuentas.

Aunque el drama está presente, creo que es muy acertado de hablar de antineonoir, como ya hiciera en su momento Altman en 'El largo adiós'. Emplear los códigos del género, para subvertirlos, e incluso, negarlos, dado que tampoco se trata de un film sobre el juego, per sé. El póker en el film, es solo la herramienta vehicular para dar un orden a la vida de este William Tell (curioso el haber escogido este nombre, que coincide con el del revolucionario suizo), en un Oscar Isaac magnético y mayestático, y que confirma que es el Al Pacino de su generación, con una interpretación de irradiación y contención muy similar a la ejercida por Ryan Gosling en 'Drive'.

Vemos una madurez dramática en el personaje de Tye Sheridan y que cumple al 100% en su personaje. Tiffany Haddish se mueve estupendamente entre el alivio cómico, y la expresión romántica de deseo. Y quizás, y esto sí me parece un error, no haber sabido aprovechar mejor a un villano que prometía en la persona del gran Willem Dafoe, que aunque emerge fugazmente, como siempre, eleva el conjunto con un personaje harto de despreciable. Es otra de las grandes pegas que le pongo, y es que aquí, hubiera sido preciso darle algo más de fondo a un antagonista, que demanda una carga dramática mayor.

Por ello quizás, no estamos ante la obra cumbre de su director/guionista, hay quién opina que sí, yo discrepo, y no voy a limitarme al mero comentario de: "En 'Posibilidad de escape' (Light Sleeper), ya lo hizo y de forma perfecta." No, sino que al intentar reproducir casi, en aspectos milimétricos, la puesta en escena de Bresson, y buena parte de sus herramientas, cae en cierto poso referencial y autoreferencial, que no ayuda, aunque sepamos que no estamos viendo el mismo film, obviamente. Pero es innegable, que la sombra de 'El carterista' (Pickpocket), es alargada, y sublima este nuevo intento de perfeccionamiento de un film que halla en su mayor virtud, su principal defecto: querer ser distinto, pero siendo lo mismo. Aún con ello, el resultado es muy notable, y recomendable, si sabes a lo que vas.
Álvaro
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