Ni más ni menos. Garci nos enseña la gente del Madrid de 1950, con su ingenio, su provincianismo, sus dichas y desdichas. Y a mi me pareció una estupenda película, tanto que pese a su largo metraje y a no haber argumento, en ningún momento me aburrí. A ello contribuyen, claro está, los grandísimos actores (olé por ese Alfredo Landa: ruuum, ruuuuum) y la habitual habilidad de Garci, que me parece uno de los más grandes directores españoles que estaría más reconocido si no le hubiese caído mal a la falsa e hipócrita progresía que nos dicta a los borreguitos lo que tenemos que ver, leer, escuchar,... Que no se canse nunca Garci y que siga así. Un dato de su capacidad para penetrar en el alma del espectador: si yo nací en 1974, ¿cómo es que al ver esta película salí del cine sintiendo nostalgia?

Así es, desde mi infancia; la vi por primera vez con 9 años y desde entonces tengo esta película por un objeto de culto. Luego la he visto enésimas veces y jamás me canso. Me arrebata su aura mágica, su fotografía, sus inspiradas actuaciones, su soberbio guión, su acertada banda sonora echando mano de los clásicos... A lo largo de su minutaje eres capaz de experimentar sensación de esperanza, júbilo, melancolía, decadencia, etc. Que se desengañen quienes quieran verla esperando un desarrollo convencional (entiéndase un llegamos, nos conocemos, hacemos algo grande y nos hartamos de perdices), porque el destino de cada personaje es realmente impredecible, lo que a mi modo de ver le aporta grandeza a esta gran película. Que nadie se la pierda.

La he visto varias veces y no me canso. Sinceramente, mis conocimientos de cine no alcanzan para ver si el doblaje es bueno o no; lo cierto es que desconocía que esta película está doblada, ¡no me he dado cuenta! Pero ¿qué queréis que os diga? estamos ante una película con un guión soberbio; una banda sonora antológica; unas interpretaciones sublimes, destacando por supuesto la de Fernán Gómez (para la historia del cine español la escena de la bronca en el casino); localizaciones y decorados insuperables; agradabilísima fotografía; en fin... Para disfrutar.

Pues lo que digo en el título le pasa a la serie. La primera temporada, sobre todo en sus primeros episodios, es altamente prometedora, pero poco a poco el papel empieza a amarillear... y la segunda temporada deriva en folletín. Vale, que tantas horas de convivencia en tensión a la fuerza dan para que se disparen todo tipo de sentimientos, pero no sé yo si para tanto. Y la tercera es cuando se te pone cara de decir ¿pero de verdad? Técnicamente la serie es apreciable: buena fotografía, excelentes actuaciones, fantástico uso del flash back,... Pero las continuas situaciones inverosímiles hacen que la trama derive en momentos en que no sabes si reírte o apagar el televisor. Vale que es cine, pero es que ¿quién puede creerse que unos Robin Hood 3.0 sean capaces de poner en jaque una y otra vez a una policía, a un Estado mejor, que se muestra corrupto, estresado, chapucero y sobre todo inútil e impotente ante la pericia militar y tecnológica de unos atracadores? En fin, al menos tiene aspectos positivos –que ya he mencionado– y, sobre todo, entretiene, por eso le doy un 6.

¡Mira que es difícil adaptar una obra literaria al cine!, y sin embargo Annaud lo bordó. Es de esas películas que jamás se cansa uno de ver. Fabulosas interpretaciones, la ambientación es inmejorable (vaya caretos se ven), la trama está perfectamente construida y el director maneja los tiempos a la perfección. Muy pronto la voy a ver de nuevo.
Por cierto, aunque huelga explicar esto dado que todo el mundo parece haber leído el libro -es de esos libros que leen los que nunca leen libros-, un apunte curioso: el sentido del título no es precisamente el que parece que le dan los guionistas de la película a tenor de la frase final que recita la voz en off del Adso anciano. Lean la obra, o revísenla, y verán que el asunto es más enjundioso.