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Críticas de Diego Vitacca
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Críticas 19
Críticas ordenadas por utilidad
7
21 de marzo de 2021
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Serie policial que se plantea como uno desea lo haga un trabajo del género. Un crimen por resolver, y una investigación que se abre como un abanico gradual hacia todos los vínculos de la víctima, los que muchas veces habrá que explorar no sin obstáculos. Hay un primer capítulo muy preciso, muy justo en su extensión y contenido, muy adecuado en la forma en que va tejiendo los hilos, y en consecuencia muy prometedor. Sin embargo, con el desarrollo de la historia iremos sintiendo que esa narración comienza a extenderse más de la cuenta, con algunos hechos, lugares y personas que nos van desviando del foco del delito que hay que atender.

Tratando de comprender a los autores, quizás se intentó mostrarnos cómo estas redes de abuso tienen vinculados a jovencitos de apariencia cándida, hombres jóvenes ya más cercanos a estereotipos de quien anda en malos pasos, un mundo adulto que desde diversas posiciones va lidiando y tratando de combatirlas, casi siempre en desventaja, hasta llegar a tiernos abuelos que como miembros de la alta sociedad son tan respetados como insospechados. Fuera de esto, algunas bifurcaciones narrativas asomarán excesivas hasta que la serie vaya promediando, cuando resueltos algunos elementos que resultarán secundarios se volverá a focalizar en el nudo y el guión se ajustará a lo que requiere el relato. Lo sabremos porque nuestra tensión reaparecerá, renovándose además nuestro interés.

En todo este desarrollo veremos a una fuerza policial algo oscilante, a jefes que como suele mostrarse erran más de lo que aciertan, en medio de un proceso de investigación que siempre parece ir un paso atrás, incluso al momento de sacar sus conclusiones.

No es el primer trabajo visual en que la explotación sexual adolescente es tema en directores o incluso escritores de los países de la Europa Nórdica, en este caso Islandia. Así, uno tendería a pensar que o bien los hechos ocurren con la agresividad que aquí son relatados o en su defecto preocupan a directores de cine y televisión y por lo tanto a la sociedad.

Por último, mencionar los personajes que nos causarán más impacto. Logi intentará resolver los misterios de manera paralela a la policía y se convertirá en eje de la trama, astuto y maduro que sin embargo cometerá algunos errores poco creíbles para el personaje que se ha construido. Hanna, parte de ese mundo adolescente abusado, va creciendo en solidez no obstante su limitada capacidad de expresión oral, reemplazada sí por otras formas de comunicación hacia nosotros y el mundo en el que fluctúa. Benedikt, el abogado, también acabará por transmitirnos lo que desea el director. Junto a todos ellos, algunos personajes que no terminan de moldearse, con cabos sueltos, auxiliares de la historia pero sin terminar de representar roles claramente definidos.

En definitiva, valdrá la pena la serie, que se podría haber resuelto en menos capítulos. Le faltó un poco de "poda" al guión, lo que nos obligará a ser espectadores pacientes.
Diego Vitacca
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7
8 de marzo de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Carlos (Iván Álvarez de Araya) trabaja en el mundo financiero hasta que un mal paso lo obliga a alejarse. Sin opciones laborales, comienza a dar clases en una institución de la periferia, muy lejos en todos los sentidos de las oficinas vidriadas, lujosas y de vistas cinematográficas en que solía trabajar. Pero se adapta, y también la serie, pues si bien nunca quita el foco del colegio, no olvida el otro mundo. Se mezclan incluso, en situaciones puntuales que claramente hubieran valido la pena ser más, porque cuando resultó que alguien de un mundo debió moverse al otro el producto se vio enriquecido. Uno y otro, efectivamente, son planetas diferentes.

En el colegio hay carencias, corrupción, miserias, y estupidez humana. Pero también personas comprometidas con sacar ese complejo mundo adelante. Carlos se convertirá en uno de ellos, aunque no sin enfrentar conflictos personales que lo harán dudar en varias instancias del curso por el que comienza a transitar su vida. El mundo estudiantil es completado por el barrio, los núcleos familiares de ciertos alumnos y profesores, y problemática habitual en cualquier narración de la peripecia humana con este marco: embarazos adolescentes, venta de drogas, engaños, amores bien y mal habidos, caradurismo, temores y preguntas sin respuestas.

La serie va avanzando con un hilo conductor que sabe adónde nos lleva pero va dejando huecos en su consistencia e incluso esencia, no obstante presentarnos un constante ir y venir de hechos de significación (es decir, pasan cosas cotidianas, pero también graves y/o brutales en prácticamente cada uno de los doce capítulos). Sin embargo, la narración no siempre es sólida y no consigue evitar algunas lagunas narrativas.

Carlos y Ana (Blanca Lewin, una de las profesoras) representarán personajes queribles y creíbles, y en ellos se sostendrá gran parte del peso de la historia.

Para finalizar, la primera temporada al menos, no ha sido estirada en el afán de producir un producto más largo. Las carencias que se presentan son del guión, de su contenido, de la forma en que se teje (o en ocasiones no se teje) para contar lo que se desea. A pesar de esto, nunca nos aburrimos, el producto es en general disfrutable, y entiendo logra transmitirnos el sentir del mundo que nos invita a conocer.
Diego Vitacca
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7
12 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tema fascinante y presentado y desarrollado de manera atractiva. El Estado Islámico, cómo gobierna su territorio, cómo recluta jóvenes en Suecia y cómo planifica sus atentados, y en base a qué argumentos conceptuales. Pero no importa lo bien planteada y lograda que esté una serie durante gran parte de su desarrollo, si cuando tiene que cerrarse da pasos en falso. No había ningún soporte para que Lisha (una de las adolescentes reclutadas) fuera tan decisiva y de qué manera en el tramo final de la historia. Nada nos hacía indicar el rol de Nadir y sus amistades, en los que fuimos engañados por el director. Todo el asunto de la policía sueca nos fue presentado como turbio hasta que en la recta final aparecen conejos de la galera. Pervin, sólida, creíble y siempre sensata, es el alma de esta historia, resistiendo a muerte con su beba desde el corazón de Racca, en el Estado Islámico. Su marido, insulso y bueno para nada. Le faltó cierre a la serie. Una lástima porque antes nos había desbordado de suspenso, con hechos sucediendo en diferentes lugares, con Estocolmo y Racca como ejes en los cuales el extremismo islámico tiene quien lo sustente y lo combata. Fátima, que también tiene una pareja buena para nada, es la policía licenciada de su trabajo por acercarse a los hechos claves. Ella sostiene la historia en Suecia, junto a Ibbe, el joven que por demasiado perfecto nos dio pautas desde el inicio que podía no ser quien parecía. Sulle, hermana de Lisha y también reclutada, es lo más sólido del reparto que sustenta el trabajo de los tres protagonistas centrales.
Diego Vitacca
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7
11 de marzo de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Interesante, entretenida y con humor por momentos, con un personaje central, el Chayo (Andrés Parra), que está muy bien construido, medio malandra, medio empresario, medio cuentero, en sólida dupla con el abogado (Christian Tappan). Ambos, uno desde la planificación y otro desde la ejecución, comandan el equipo que realiza el robo que da título a la obra.

La serie trata sobre los problemas económicos que afrontaba el Chayo antes del robo, la planificación, luego el robo en sí mismo con muchos obstáculos que ir venciendo, y más tarde el escape y la vida que no será tan simple. Los personajes de la banda, queribles en algún caso, oscuros y desagradables en otros, irán dando justificación con hechos a los perfiles que el autor nos fue construyendo.
Diego Vitacca
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7
22 de febrero de 2021
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Elizabeth Harmon es una niña prodigia del ajedrez, representada en su infancia y luego en la juventud y adultez por actrices que logran dar al personaje la fortaleza necesaria para conmovernos (Isla Johnston y Anya Taylor-Joy), junto al don que les admiramos. La serie tiene unos capítulos iniciales que quisiéramos ver una y otra vez, y uno final que es aproximadamente lo gratificante que esperábamos. Sin embargo, en su desarrollo no logra mantener la solidez, y la narrativa oscila dando golpes sin demasiada coordinación entre la vida desordenada de Elizabeth, la de su madre adoptiva, compañeros rivales que intentan ayudarla, una esbozada Guerra Fría (sí, porque es la década del 60), ecos de su vida escolar que se podía haber explotado más para al menos entregarnos alguna recompensa, y la omisión casi completa, reivindicada algo al final, del Sr. Shaibel, conserje del orfanato en que Elizabeth se internó a los 9 años y en donde, con ese hombre atónito, aprendió a jugar al ajedrez.

Hay puntos sólidos, sin dudas: la relación construida con Shaibel, la exhibición en el club local, el primer torneo, la pasión que nos transmiten por más que no conozcamos el juego, las miradas penetrantes e intimidatorias en las partidas, la forma en que Beth acorrala a sus rivales. Y el capítulo final, con el objetivo apañado por años de intentar vencer a los rusos (cordiales, a diferencia de cómo los mostraron en general las películas norteamericanas de toda la vida), tanto como a sus propios fantasmas.
Diego Vitacca
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