Nada mal para una adaptación. Sin embargo, en sí, la película tiende a carecer de fuerza en cuanto a la verdadera profundidad de los personajes, a veces parece que simplemente flotan a la deriva a la espera de un diálogo que peca un tanto de inverosímil, pero repito, es una adaptación. Viéndola tan sólo como una película, habría que hacerle una rebaja, aunque de momentos inolvidables, se tiende a salvar, incluso a grabar en la mente.

Por lo general las películas tienen una cúpula de naturalidad cuando esperas algo per se, y de Sean Penn yo esperaba algo bueno. Una realización correcta proveniente de un sujeto que posee talento demostrado. Into The Wild me sorprendió. La realización, el acto puro de traslapar una historia en imágenes es, visualmente, perfecto. Cuadros a tono, fotografía impecable, música de acompañamiento conmovedora (en el extenso sentido del concepto) y actuaciones redondas, nada a que remitirme cuando de apuntar con el dedo se trata. Ahora bien, la historia tiene una arista mucho más profunda que la visual; la historia cuenta entre líneas una ideología de vida, una filosofía de enseñanza, una verdad. Puede gustar o no, se puede estar de acuerdo con ella o ignorar, se puede entender o empezar a ello, pero, el ángulo narrado (en la misma narración de una novela adaptada) tiene un peso sobresaliente. De esas historias que te dejan algo importante, que te dicen algo, que te mueven a actuar. Quizás no de eso se trata el cine en realidad, pero cuando algo así se plantea ante tus ojos, entonces sabes que es algo más.

No hay que ser un genio para entender la postura pro-arte de Haneke, quizá incluso filosófica. O al menos, en el menor de los grados, propositiva a ultranza. Hacer que el cine sea un poquito más que palomitas y refresco. Se agradece, por cierto, el riesgo del director en estos tiempos ultra comerciales. Decía pues, que no hay que ser un genio, hay que tener paciencia. Eso si, y mucha.

¿Qué si vale la pena o no? Basta notar la cantidad de reseñas y la singular postura cuando se debate sobre Caché. Cada quien emitirá su opinión, muy válida, pero al menos, se habrá vuelto en un viaje singular.

Inmejorable versión de los niveles que el cine puede alcanzar. La historia es tan simple que puede pasar desapercibida, y no importa. La música es casi ausente (excepto en dos perfectos episodios), y no importa. La cámara casi no se mueve durante extensos lapsos del filme, y no importa, la grabación es a blanco y negro, y no importa.

Pero todo importa.

Cuando la adaptación total de cada elemento que integra (o puede integrar) al cine, se ensamblan de una manera tan estudiada y comprendida, surgen, vienen, nacen, se procrean, momentos como aquel con el cual inicia Werckmeister Harmonies (por citar un ejemplo). Aquí no hay casualidades, Bela Tarr entrega la que, a mi entender, puede ser considerada una obra esencial y cumbre del cine.