Críticas de Lapuribamba
Serie
2018
Javier Veiga (Creador), Miguel Conde ...
2 de marzo de 2023
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si bien la primera temporada de Pequeñas Coincidencias sorprendió y encantó por su propuesta desenfadada y colorida de una original romcom a la española, la segunda y tercera temporada redundan en los topicazos de enredos románticos hasta el punto de darle al stop y pedir otras sugerencias al algoritmo.
La primera temporada nos introdujo en un Madrid alegre y naif. Un Madrid fácil, donde todo tiene un color nítido y las calles están limpias. Un Madrid sin problemas de vivienda, donde todos llegan a fin de mes siguiendo sus pasiones y las vocaciones sirven para ganarse la vida. Un Madrid irreal, al fin y al cabo, pero que sirve de escenario cañí para contar, de manera amena y rítmica, una historia de encuentros al más puro estilo del Hollywood de los 90. Quizás por la representación irreal de la capital, la serie nos invita a dejarnos llevar y disfrutar de esta historia de amor que, sin aportar novedad a las comedias románticas, sí las sitúa en una cultura que reconocemos y nos vende evocación y entretenimiento que compramos felizmente.
El problema radica en las siguientes temporadas. Una vez disfrutado de los ambientes casuales y chic de la ciudad, poco queda por aportar. La trama de enredo romántico empieza a dar vueltas sobre sí misma, repitiendo patrones narrativos una y otra vez. Malentendidos, falta de comunicación en todas las historias, intentos de ocultar meteduras de pata que, cualquier espectador ya prevé, acabarán saliendo a la luz y solucionándose, relaciones entre todos los protagonistas y sus familiares, y un largo etcétera de giros de guion sobre el mismo eje.
Las últimas temporadas, lejos de aportar valor a la historia, consiguen quemarla por cansancio. La serie no termina de terminar y entra en un bucle repetitivo e innecesario. Todo lo que en la primera temporada parecía nuevo y emocionante, a partir de la segunda ya suena reiterativo y lento. He de confesar que no he terminado de ver la tercera temporada. Pero es que así no se puede.
La primera temporada nos introdujo en un Madrid alegre y naif. Un Madrid fácil, donde todo tiene un color nítido y las calles están limpias. Un Madrid sin problemas de vivienda, donde todos llegan a fin de mes siguiendo sus pasiones y las vocaciones sirven para ganarse la vida. Un Madrid irreal, al fin y al cabo, pero que sirve de escenario cañí para contar, de manera amena y rítmica, una historia de encuentros al más puro estilo del Hollywood de los 90. Quizás por la representación irreal de la capital, la serie nos invita a dejarnos llevar y disfrutar de esta historia de amor que, sin aportar novedad a las comedias románticas, sí las sitúa en una cultura que reconocemos y nos vende evocación y entretenimiento que compramos felizmente.
El problema radica en las siguientes temporadas. Una vez disfrutado de los ambientes casuales y chic de la ciudad, poco queda por aportar. La trama de enredo romántico empieza a dar vueltas sobre sí misma, repitiendo patrones narrativos una y otra vez. Malentendidos, falta de comunicación en todas las historias, intentos de ocultar meteduras de pata que, cualquier espectador ya prevé, acabarán saliendo a la luz y solucionándose, relaciones entre todos los protagonistas y sus familiares, y un largo etcétera de giros de guion sobre el mismo eje.
Las últimas temporadas, lejos de aportar valor a la historia, consiguen quemarla por cansancio. La serie no termina de terminar y entra en un bucle repetitivo e innecesario. Todo lo que en la primera temporada parecía nuevo y emocionante, a partir de la segunda ya suena reiterativo y lento. He de confesar que no he terminado de ver la tercera temporada. Pero es que así no se puede.
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